MADRID, 14 Mar. (Por Paula San Pedro, Oxfam Intermón) -
Conmemoramos este aniversario repitiendo una y otra vez datos escalofriantes de la que ya es la guerra más mortífera del siglo XXI. La guerra en Siria ha causado alrededor de medio millón de fallecidos, la mitad de la población del país está desplazada dentro o fuera de sus fronteras, la esperanza de vida ha caído de 70 a 55 años, se han producido pérdidas económicas de más de 2.500 millones de dólares, hay 640.000 personas viviendo en zonas sitiadas, 306.000 niños nacidos como refugiados, dos millones de menores sin acceso a la ayuda humanitaria.
Por no hablar de las heridas invisibles: esas que dejan traumas y estrés postraumático difíciles de superar. Concretamente, casi la mitad de los niños consultados han dejado de hablar y el 90% considera que su comportamiento es más nervioso y miedoso. Son cifras y realidades abrumadoras, sin duda, pero también son el resultado de 2.190 días de bombardeos, ataques y violencia indiscriminada.
El año 2016 no ha hecho más que ahondar la herida. Los ataques dirigidos a varios centros de salud y hospitales, el uso de munición internacionalmente prohibida que ha matado a cientos de personas (incluidos menores) y una investigación de Naciones Unidas abierta por armas químicas son algunas de las herencias de este año.
Pero sin duda, el acontecimiento que más ha marcado el quinto año del conflicto fue el ataque aéreo de las fuerzas gubernamentales sirias que sufrió Alepo. Las imágenes brutales que nos llegaban reflejaban el mayor terror que se le puede imponer al ser humano. Sin apenas comida, agua o medicamentos pero acompañados por los continuos bombardeos y los ataques sin preaviso, los ciudadanos tuvieron que sobrevivir así casi seis meses. Un millón y medio de personas quedaron sin agua corriente cerca de una semana y 250.000 personas estuvieron completamente aisladas sin acceso a ayuda durante semanas.
PUERTAS CERRADAS
Ante este contexto, los sirios han seguido en su empeño de huir de su país buscando refugio en un lugar más seguro. Pero las puertas se les han ido cerrando. Como resultado 78.000 personas están atrapadas entre la frontera siria y jordana, y otras cientos de miles están en la misma situación sin poder alcanzar Turquía. Lamentablemente, Europa está siendo el alumno aventajado en esta materia (por no mirar al otro lado del Atlántico).
La Unión Europea tiene preparado un paquete de medidas especiales para celebrar el sexto aniversario del conflicto. Coincidiendo con dicha fecha, la UE va a levantar la suspensión sobre el retorno de refugiados a Grecia bajo la Regulación de Dublín, lo que significa que a partir del 15 de marzo los refugiados que entren por el país heleno y atraviesen Europa podrán ser retornados a dicho país para pedir asilo.
Esto supondrá una enorme presión para Grecia, a la que difícilmente podrá dar respuesta. Y dejará a los solicitantes de asilo en una situación límite. Afectará especialmente a los sirios ya que son la primera nacionalidad entre los que llegan a las islas.
También en estas fechas se cumple el primer aniversario del Acuerdo entre la UE y Turquía. Este acuerdo que mercadea con las personas a cambio de concesiones políticas también ha tenido consecuencias dramáticas para los refugiados, incluidos los sirios. Como resultado de dicho pacto, los solicitantes de asilo deben estar durante un tiempo indeterminado en las islas griegas en unas condiciones indignas.
Para rematar la celebración, hace una semana el Tribunal de Justicia de la Unión Europea se ha pronunciado ante una demanda interpuesta por una familia siria que pedía que el Gobierno belga le concediese un visado humanitario en la Embajada de Líbano. Dicho tribunal ha concluido que no hay obligatoriedad para los Estados Miembros, según el Derecho comunitario, de expedir dicho visado y que lo pueden hacer en base al derecho nacional. Esta decisión es un varapalo a los pocos instrumentos que tienen los refugiados para llegar de manera segura y legal a un tercer país.
MENSAJE A LA UE
Al mismo tiempo que la UE amuralla sus fronteras y compra a terceros países para que gestionen el flujo de migrantes, lava su cara (ensalzando su doble rasero) con los fondos que destina a la crisis siria. Durante todos estos años se ha mantenido entre los tres primeros donantes, pero resulta sorprendente cómo en 2016 los fondos se multiplicaron por más de tres. Tanto para la respuesta dentro de Siria como la respuesta regional el desembolso pasó de unos 80 millones de euros en 2015 a más de 250 en 2016. Quizás no es casualidad que esta exponencial subida fuese una respuesta a la llamada "crisis de los refugiados" de 2015.
Estamos ya iniciando el séptimo año de un conflicto que no sólo se ha llevado cientos de vidas sino que ha dejado una huella probablemente irreparable en millones de sirios. Y aunque un acuerdo pacífico es el objetivo deseado no se puede esperar a que llegue.
La Unión Europea debe actuar ya, y eso pasa por dar un giro radical a su política de migración y asilo. Fomentar herramientas para que los solicitantes de asilo lleguen de manera segura y legal, aumentar las cuotas de reasentamiento, incrementar su contribución a la respuesta humanitaria y tener un rol más activo en las negociaciones de paz del conflicto son algunas de las medidas que no pueden aplazarse.