El deterioro de la seguridad obliga a las ONG a reducir su actividad en un momento en que Cabo Delgado es el principal foco de la COVID-19
MADRID, 30 May. (EUROPA PRESS) -
Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, se ha convertido en las últimas semanas en escenario de ataques cada vez más frecuentes presuntamente obra de milicianos vinculados con Estado Islámico que, además de desplazar a miles de personas, están afectando las actividades de las organizaciones humanitarias en la zona. Tanto la ONU como las ONG reconocen su preocupación.
"Estoy extremadamente preocupada por la situación en Cabo Delgado, donde las vidas de la población se han visto sacudidas por envites continuados", reconoce en declaraciones a Europa Press la jefa regional de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) para el sur y el este de África, Gemma Connell.
Como recuerda la responsable de la OCHA, "cientos de miles de personas sufrieron el devastador impacto del ciclón 'Kenneth' en abril de 2019, para volver a ser golpeadas de nuevo por intensas lluvias e inundaciones a principios de 2020". Dichas inundaciones desplazaron a miles de personas y provocaron daños en infraestructuras, golpeando a más de 200.000 personas que aún vivían en casas destruidas o dañadas por el ciclón.
A esto se suma, destaca Connell, "el dramático aumento de los ataques violentos por parte de grupos armados en los últimos meses" que, según las estimaciones de la ONU, han dejado más de 211.000 desplazados. Todo ello, añade, "ha obligado a la población a huir de sus casas, ha perturbado sus medios de vida y les impide el acceso a servicios básicos, incluidas la educación y la atención sanitaria".
La coordinadora general de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Mozambique, Caroline Gaudron Rose, incide a su vez en que los ataques "tienen como objetivo no solo a la Policía y el Ejército, sino también a civiles". La población civil ha sido testigo de asesinatos y secuestros, mientras que los insurgentes también han quemado casas por lo que, explica a Europa Press, los equipos de la ONG están "detectando una creciente incertidumbre" entre los residentes de Cabo Delgado.
LA POBLACIÓN VIVE CON MIEDO
"La gente vive con miedo", resume Rose, precisando que algunos han optado por "vivir en el bosque mientras que otros viven con familiares en viviendas atestadas sin agua potable, lo que les pone en peligro de enfermedades diarréicas", y en algunos casos "lo han perdido todo".
Además, la población en muchos casos "no ha podido plantar sus cosechas o recolectarlas y por tanto dependerá de la ayuda alimentaria", a lo que se suma que "algunos centros de salud en la zona afectada por la violencia están cerrados mientras que otros siguen abiertos con personal que está arriesgando sus vidas y a menudo carece de medios", subraya la responsable de MSF.
En palabras de la directora de Oxfam Mozambique, Rotafina Donco, la mejor manera de definir la situación humanitaria en Cabo Delgado es de "caótica" puesto que "la población se ve obligada a trasladarse de los distritos atacados y en su mayoría se instalan en lugares hostiles sin las condiciones mínimas de vida".
MSF
LAS ONG REDUCEN SUS ACTIVIDADES
A este caos, explica a Europa Press, hay que añadir que también los almacenes de las ONG están siendo atacados, "lo que hace que la ayuda sea una ecuación compleja" y complica a las organizaciones humanitarias su labor. "Oxfam tuvo que retirar a su personal del distrito de Macomia y reducir planes a largo plazo porque resultaba muy costoso e impredecible" seguir trabajando allí "debido a los constantes ataques" en la principal carretera en la zona, la N380.
También MSF ha tenido que reducir sus actividades en Macomia, "principal foco" de su intervención en esta parte de Mozambique, así como en Mocimboa de Praia, tras la ola de ataques de marzo y ahora trabaja, según explica Rose, con "equipos más pequeños, gestionados y asesorados desde nuestras oficinas regionales".
La inseguridad, con ataques incluidos a instalaciones como puentes y carreteras, complica el acceso a quienes necesitan atención sanitaria. "Los viajes por carretera se han vuelto cada vez más peligrosos y el aeropuerto de Mocimboa no ha reabierto desde los ataques del 23 de marzo", subraya la responsable de MSF, que asegura que hacen todo lo posible "para intentar llegar" hasta los pacientes "a pesar de estos desafíos".
En un "entorno volátil" como el actual en Cabo Delgado, "es todo un desafío planificar una respuesta" ya que las personas que necesitan ayuda cambian constantemente igual que el mapa de riesgos, resalta la responsable de Oxfam. Los recientes ataques han puesto de manifiesto también "que ya nada se pueda considerar 'un lugar seguro', por lo que llegar a las comunidades en zonas de difícil acceso es prácticamente una misión imposible", incide.
Además, según Ronco, en unas circunstancias como las actuales "'cualquiera' puede ser un insurgente, así que buscar colaboración puede ser una tarea delicada y complica la búsqueda de sinergias para la colaboración a nivel local" a la hora de ofrecer asistencia.
EL CORONAVIRUS, UN NUEVO DESAFÍO
La llegada del coronavirus no ha hecho sino complicar aún más esta situación. Aunque por ahora Mozambique no es de los países más afectados por la COVID-19 en África, con menos de 250 casos y solo dos muertos, preocupa el hecho de que Cabo Delgado es precisamente el principal foco, incluso por delante de Maputo, la capital.
"Las medidas adoptadas frente a la COVID-19 pueden no ser tan efectivas como pretenden cuando la gente vive en un miedo constante", advierte la responsable de Oxfam en el país. Pese a que Cabo Delgado es el "epicentro" de la pandemia, "es casi imposible preparar y equipar a los hospitales locales, ya que la mayoría han sido quemados o el personal se ha marchado debido a los ataques", subraya Donco. Además, estas medidas "empeoran las condiciones de vida de la población local, que ya vive al día, puesto que les privan de sus medios de vida".
No obstante, pese a lo complejo de la situación en Cabo Delgado, tanto MSF como Oxfam están tratando de ayudar a las autoridades a plantar cara a la pandemia. MSF está ayudando al Ministerio de Salud a crear un centro de aislamiento en un hospital de Pemba, la capital provincial, así como ofreciendo formación en materia de medidas preventivas y triaje y organizando actividades para promover prácticas de higiene, entre otras cosas.
"La falta de equipos de protección para el personal, en particular mascarillas y batas, es motivo de preocupación y MSF está haciendo todo lo que puede para hacer frente a estos desafíos, como explorar la producción local de algunos de estos artículos", señala Rose.
En el caso de Oxfam, trabaja junto a una organización socia en la respuesta frente a la COVID-19, centrándose principalmente en agua y saneamiento. Así, por ejemplo, se han repartido cubos y jabones en dos de los asentamientos de desplazados por el ciclón en Pemba, "aunque aún queda mucho por hacer", y se han establecido cinco centros de acogida en el distrito de Metuge que albergan a unos 8.000 desplazados, aunque se espera que la cifra vaya en aumento.
Y, como en todas las crisis humanitarias, la falta de fondos es un desafío adicional, más ahora que las necesidades podrían aumentar. Aunque el Fondo Central de Respuesta de Emergencia de la ONU (CERF) ha desbloqueado 7 millones "para apoyar las acciones más apremiantes para salvar vidas en Cabo Delgado, hace falta más con urgencia", advierte la jefa de la OCHA para la región.
Por su parte, la responsable de Oxfam insta a la comunidad internacional a apoyar al Gobierno mozambiqueño a "afrontar esta 'guerra' para evitar la 'masacre' de personas inocentes por parte de los insurgentes con el fin de centrar la atención en la COVID-19, lo que eventualmente podría salvar las vidas de miles de personas".