La apertura del juicio político contra Trump parece de momento una opción lejana y el Partido Demócrata no mueve ficha
WASHINGTON, 20 May. (EUROPA PRESS) -
Las últimas polémicas en las que se ha visto envuelto el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, especialmente a raíz de las supuestas presiones al FBI, han reavivado las especulaciones sobre el inicio de un proceso de 'impeachment' --juicio político-- contra el mandatario, si bien la hipótesis se antoja lejana de momento.
A los supuestos vínculos de Trump con el Gobierno de Rusia se han sumado en las últimas semanas la posible filtración de información confidencial al ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, y la controvertida relación del presidente con quien hasta hace poco más de una semana ha sido director del FBI, James Comey.
Tras el fulminante cese de Comey, atribuido por la Casa Blanca a sus errores de gestión en el caso de la exsecretaria de Estado Hillary Clinton, los medios norteamericanos se hicieron eco de un informe en el que el exdirector plasmaba una conversación mantenida con Trump en febrero. Entonces, el presidente le habría instado a archivar las investigaciones abiertas contra el exasesor de Seguridad Nacional Michael Flynn.
El congresista demócrata Al Green pidió el jueves en la Cámara de Representantes el inicio de un juicio político contra Trump "por obstrucción a la Justicia", mientras que el exasesor presidencial David Gergen, que colaboró con Richard Nixon y Bill Clinton, también apuntó en CNN que se está entrando en "territorio 'impeachment'".
El Partido Demócrata ha pedido explicaciones a la Casa Blanca, pero de momento sus principales líderes en el Congreso han evitado dar el paso de pedir abiertamente el inicio de un proceso contra Trump. Al escaso tiempo que lleva en la Casa Blanca el magnate neoyorquino se suma la complicada aritmética de un proceso que, hoy por hoy, sólo sirve de munición para titulares periodísticos.
El proceso para juzgar un presidente está recogido en la Constitución y arranca en la Cámara de Representantes, en una primera fase en la Comisión de Justicia y, a continuación, en el pleno. Una mayoría simple es necesaria para iniciar el proceso, por lo que los demócratas necesitarían aliarse con parte de la bancada republicana, que controla actualmente la Cámara Baja del Congreso.
El profesor David Greenberg, autor de 'La Sombra de Nixon', ha explicado en 'The Wall Street Journal' que sólo un evidente cambio en la opinión pública o la aparición de pruebas concluyentes de que Trump cometió un delito podrían cambiar la actual postura de los republicanos. "Están en el poder", ha recordado Greenberg.
De hecho, en la historia de Estados Unidos sólo en dos ocasiones la Cámara de Representantes ha dado 'luz verde' al juicio y en ambos casos --Andrew Johnson, en 1868, y Bill Clinton, en 1998--, el color político de la Cámara Baja era diferente al de la Casa Blanca. Richard Nixon se salvó en 1974 de un proceso en ciernes al presentar su dimisión por el caso 'Watergate'.
En caso de que la Cámara de Representantes avale el 'impeachment', la pelota pasa al tejado del Senado, el órgano al que corresponde el desarrollo del juicio político. Las vistas estarían presididas por el principal responsable del Tribunal Supremo, en la actualidad John Roberts.
Llegados a este punto, al presidente acusado sólo le quedan dos escenarios posibles: la absolución, como le ocurrió a Johnson y Clinton, o el cese, para lo cual es necesario que dos terceras partes del Senado --67 escaños-- voten a favor. Estados Unidos nunca ha visto caer a un presidente por este sistema, que sí ha tumbado a líderes recientemente en Brasil y Corea del Sur.
ELEMENTOS A FAVOR DE TRUMP
"La lealtad del partido (republicano) al presidente Trump es su mayor activo por ahora", ha afirmado el profesor Julian Zelizer, de la Universidad de Princeton, a 'The Wall Street Journal'.
Los republicanos cuentan con 238 congresistas en la Cámara de Representantes, frente a los 193 demócratas, por lo que al menos veinte de ellos necesitarían cambiarse de bando. En el Senado, donde el Partido Republicano dispone de 52 de los 100 escaños, haría falta que 19 senadores se desmarcasen de la actual línea oficial.
El presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, ha reiterado esta semana su "confianza" en Trump, al ser preguntado en rueda de prensa a raíz de las sucesivas revelaciones periodísticas. La cúpula se mantiene, al menos de cara a la galería, del lado del inquilino de la Casa Blanca, ante quien tan sólo surgen unas pocas voces discordantes como las del veterano senador John McCain.
La duración del juicio político también es un factor a tener en cuenta, en la medida en que se trata de un proceso que tarda varios meses y que, como apunta la CNN, parece una "eternidad" si se tiene en cuenta el frenético ritmo al que se desarrollan los acontecimientos con la actual Administración, a golpe de filtraciones y 'tuits'.
Por otra parte, la Constitución no detalla los motivos por los que un presidente u otro alto cargo pueden ser juzgados ante el Congreso y se limita a citar expresamente cargos de "traición" y "soborno". Alude, además, a otros "delitos" que quedan abiertos a la subjetividad del Poder Legislativo.
Obstrucción a la justicia ha sido el delito más citado en los últimos días, si bien el profesor de historia Allan Lichtman también ha aludido en declaraciones a 'Newsweek' a la posibilidad de de que pudiese ser juzgado por la supuesta recepción de regalos por parte de gobiernos extranjeros. De momento, la filtración de secretos no figura en las quinielas citadas por los medios.
Con estos datos sobre la mesa, un 48 por ciento de los estadounidenses cree que ha llegado el momento de juzgar a Trump, según una encuesta del Public Policy Polling (PPP) que cifra en el 41 por ciento la proporción de quienes no quieren abrir el melón. En cualquier caso, únicamente un 43 por ciento de las personas entrevistadas creen que Trump terminará su mandato, frente al 45 por ciento que cree que no llegará a los cuatro años.
Trump, entretanto, no da muestras de cambiar una conducta política que en nada se parece a la de sus predecesores y que implica una ofensiva casi constante contra todos aquellos que le critican. Esta semana denunció ser víctima de una "caza de brujas" y se describió a sí mismo como el político "peor tratado" de la historia de Estados Unidos.