MADRID, 16 Oct. (Por Enid K Ocaya y Mesfin Loha, de World Vision) -
Actualmente, se estima que 7,24 millones de personas, el 60% de la población, se enfrentan a la inseguridad alimentaria en Sudán del Sur y más de 300.000 personas se han visto afectadas por las continuas inundaciones. El prolongado conflicto que sufre el país desde diciembre de 2013 ha contribuido a una crisis humanitaria que se ha visto agravada por niveles inusualmente altos de inundaciones cíclicas y los impactos de la pandemia de COVID-19.
"No tenemos comida. Todas nuestras cosechas fueron destruidas y la poca comida que tenemos no será suficiente para nuestras familias", comparte Abuk Akot, una madre de nueve hijos.
Sudán del Sur, como muchos otros países de África oriental, sigue sufriendo los impactos del cambio climático que desencadenan situaciones extremas de destrucción, conflicto, inundaciones y sequías, que agravan el sufrimiento de las personas ya de por sí vulnerables. La mayor necesidad de la población afectada es el acceso a alimentos para el consumo diario.
"La pandemia ha complicado aún más la situación que se vive en Sudán del Sur, y sus consecuencias han empeorado la vida de las personas más vulnerables. Las limitaciones de acceso, las suspensiones de programas debido a la violencia y los ataques contra trabajadores humanitarios y propiedades son frecuentes", explica Mesfin Loha, director de World Vision en Sudán del Sur.
Además, existen otras necesidades vitales que atender debido a la temporada de lluvias, como el acceso a artículos no alimentarios para apoyar la supervivencia, el acceso a agua potable segura y limpia para evitar enfermedades, el acceso a letrinas para las personas desplazadas, el refugio de emergencia para aquellos cuyas casas han sido destruidos por las inundaciones y el acceso a los servicios de salud, especialmente el suministro de medicamentos contra la malaria.
"SUEÑO CON UN FUTURO MEJOR"
Akuol Deng (25 años) vive en la ciudad de Kuajok, en el estado de Warrap, uno de los más afectados por las lluvias, y estudia para ser economista. "Sueño con un futuro mejor; pensaba que las cosas estaban volviendo a la normalidad pero nos golpeó la COVID-19 y el hambre. Luego llegaron las inundaciones destruyendo todo lo que nos rodea, no tenemos camas ni colchones y no podemos mudarnos a otra parte porque no tenemos dinero para comprar un terreno. El agua se llevó mis libros. No sé cómo asistiremos a las clases. La situación es muy mala y necesitamos ayuda urgente", se lamenta Akuol.
A este panorama se suma la creciente necesidad de servicios de protección infantil y violencia de género para abordar los problemas del aumento del matrimonio y el abuso infantil, la violencia contra las mujeres, todo ello también consecuencia directa de la falta de alimentos y recursos.
"El tema del Día Mundial de la Alimentación de este año, Nuestras acciones son nuestro futuro, nos exhorta a hacer una mejor producción, nutrición y a cuidar y respetar el medio ambiente, es un llamamiento a la acción, con un enfoque claro de lo que hay que hacer", afirma Mesfin Loha.
"Nuestros esfuerzos colectivos deben ir más allá de responder a las necesidades alimentarias de emergencia para salvar vidas. Debemos incorporar intervenciones que restauren la dignidad y renueven las esperanzas de nuestra generación".
Las aspiraciones de una nación sin hambre deben hacer que la recuperación y la resiliencia sean una prioridad en la agenda.