MADRID, 18 Abr. (EUROPA PRESS) -
El terremoto de magnitud 7,8 que sacudió Ecuador el pasado sábado ha dejado historias de miedo y desolación entre una población que, en el mejor de los casos, aún trata de zafarse de la tensión vivida durante unas horas agónicas. Muchos otros lloran la pérdida de familiares o daños materiales irrecuperables.
La destrucción prácticamente total de la localidad de Pedernales ejemplifica la magnitud de "la mayor tragedia de los últimos 67 años", como la ha descrito el presidente ecuatoriano, Rafael Correa. La reapertura progresiva de los accesos ha sacado a la luz el caos y el dolor que aún persisten.
Medios como la agencia de noticias ANDES o el periódico 'El Telégrafo' informan este lunes de velatorios improvisados a la orilla de la carretera o de campamentos en parques que acogen a quienes lo han perdido todo. El Estadio Maximino Puertas sirve de centro para la información y la ayuda, mientras que más de mil policías patrullan las calles para garantizar una seguridad relativa.
Filerma Rayo, de 33 años, pasó cinco horas sepultada bajo los escombros, "gritando" una y otra vez antes de ser rescatada por sus hermanos. "Pensé que iba a morir ahí", ha reconocido en declaraciones a Reuters esta superviviente, responsable de un restaurante en un hotel destruido.
Casi cien de sus vecinos no tuvieron tanta suerte, mientras que más de 600 personas han sido atendidas con heridas de diversa consideración en esta ciudad. Equipos de rescate y voluntarios trabajan día y noche en busca de nuevas víctimas, sin perder de vista un suelo que aún amenaza con nuevas réplicas.
DAÑOS MATERIALES
La falta de electricidad o los cortes del servicio telefónico preocupan a la población, pero no tanto como un horizonte en el que miles de personas tienen que pensar ahora dónde vivir. "Necesitamos de todo", ha reconocido Rayo.
Betty Reina, una ama de casa de 44 años, volvió de forma apresurada desde Quito hasta su Pedernales natal para averiguar de primera mano la situación de sus familiares. Este lunes ha amanecido junto a más de una decena de parientes en una gasolinera, según Reuters.
Aún no había logrado ver a sus padres y a una de sus hijas, aunque ha logrado contactar con ellos y sabe que siguen vivos. Su objetivo, como ha explicado a Reuters, es volver "todos" a Quito en cuanto puedan, al menos "hasta que las cosas se calmen" en Pedernales.
Numerosas organizaciones se han movilizado para atender a unos damnificados que, en algunos casos, no suenan ajenos. Una responsable del programa de Plan International en Manabí, Elizabeth Chacón, ha explicado que tres de sus compañeros han perdido familiares por el seísmo, entre ellos uno que llora las muertes de su hijo y de su nieto.
Otro de los empleados de esta ONG, Uvaldino Verdesoto, ha contado que vio edificios "moverse" y ha coincidido con Chacón al relatado momentos de "pánico", según ha informado la organización, que ha alertado de la especial vulnerabilidad de los niños.