El nuevo régimen debe priorizar su lucha contra Estado Islámico pero sin olvidarse de proteger y atender a los ciudadanos
MADRID, 4 Dic. (EUROPA PRESS) -
Después de décadas alzados en armas, si hay algo que los talibán sabían hacer era luchar. Como insurgentes, eran el principal quebradero de cabeza del Gobierno afgano, y también de la comunidad internacional que le apoyaba, pero ahora que son ellos quienes ostentan el poder se enfrentan al difícil papel de gobernar y de ser ellos mismos quienes encabezan la lucha antiterrorista.
Los talibán gozaban ya antes de hacerse con Kabul el pasado 15 de agosto, y completar así su conquista del país, de un gobierno en la sombra, con gobernadores provinciales y de distrito e incluso sus propios jueces. También contaban con un importante contigente de combatientes --las estimaciones oscilan entre 70.000 y 100.000--.
Pero ahora, en lugar de hacer la guerra de guerrillas a la que estaban acostumbrados, son ellos quienes deben garantizar el orden en Afganistán, lo que requiere, según coinciden los expertos, una transformación de sus efectivos hacia lo que vendrían a ser unas fuerzas de seguridad más propiamente dichas.
Su mayor desafío es ahora Estado Islámico Provincia de Jorasán (ISKP), que ya era su enemigo declarado antes de que se hicieran con el poder y con el que en los últimos años han mantenido una lucha por la supremacía en el país.
La filial de Estado Islámico ha recrudecido sus acciones desde la victoria talibán, empezando por el grave atentado cometido a las puertas de aeropuerto de Kabul el 27 de agosto cuando cientos de personas se agolpaban para intentar abandonar el país, y siguiendo con varios ataques más, algunos de ellos contra los propios talibán.
ACABAR CON ISKP CUANTO ANTES
Así pues, los talibán tienen que pasar de ser ellos los insurgentes a protagonizar los esfuerzos contrainsurgentes. Acabar con ISKP, o cuanto menos debilitar el grupo al máximo, debería ser prioritario ya que, como advierten los expertos Colin P. Clark y Jonathan Schroden en un artículo en el portal especializado War on the Rocks, cuanto más tarden en hacerlo "mayor será el desafío" que supondrá para la legitimidad de los talibán "como movimiento yihadista y como gobierno".
Ya en el pasado, especialmente cuando los talibán llegaron a un acuerdo con Estados Unidos, Estado Islámico ha sabido aprovechar la situación para presentarse como los verdaderos yihadistas, atrayendo con ello a algunos milicianos descontentos. De hecho, la filial en Afganistán está compuesta principalmente por antiguos talibán, incluidos miembros de la Red Haqqani, así como de Tehrik-e-Taliban Pakistán, los talibán paquistaníes.
Por otra parte, los expertos subrayan que "cuanto más tiempo y atención los taliban tengan que destinar a combatir a Estado Islámico, menos tendrán para gobernar y para cuestiones críticas como la seguridad alimentaria y evitar el colapso económico".
La situación en Afganistán ya era complicada antes de la caída del Gobierno pero con los talibán al frente se ha deteriorado aún más. Estos carecen de fondos con los que poder ofrecer servicios básicos, ya que en gran medida están bloqueados por organismos como el FMI, mientras que las organizaciones humanitarias también se muestran reticentes a canalizar su ayuda a través de las nuevas autoridades y buscan vías para hacerla llegar directamente a los más vulnerables, que en realidad son casi la totalidad de la población.
BUSCAR EL APOYO DE LA POBLACIÓN
Así pues, según defienden Clarke y Schroden, tendrán que pasar de la "supresión brutal" con la que actualmente están haciendo frente a Estado Islámico a un enfoque que incluya otros elementos de contrainsurgencia como puede ser "el suministro de bienes a cambio de la aquiescencia política local".
Además, a la hora de combatir a su enemigo, deben intentar "proteger a la población de cualquier daño y ofrecer razones tangibles para que los ciudadanos apoyen a su 'gobierno', algo que hasta el momento no parecen estar haciendo, "debido a sus tendencias inherentes de violencia, paranoia y autopreservación", subrayan los dos expertos.
Por ahora, sus acciones se han limitado a "redadas nocturnas --una táctica impopular que alienó a los afganos cuando fue usada por Estados Unidos-- y ejecuciones extrajudiciales de presuntos miembros de Estado Islámico", incluidas decapitaciones, señalan. Además, también han actuado y acosado a las comunidades salafistas, a las que equiparan con el grupo terrorista.
Los dos expertos previenen que los talibán no podrán superar por la fuerza o asediar los bastiones de Estado Islámico hasta derrotarlo, ya que el grupo ahora ya está presente en todas las provincias del país, como desveló recientemente la representante de la ONU en Afganistán, y que desde su creación en 2015 se ha mostrado particularmente resiliente.
En estos años, ISKP ha tenido siete líderes --los cuatro primeros murieron en bombardeos y los dos últimos han sido detenidos-- y llegó a estar prácticamente derrotado a finales de 2019 gracias a los esfuerzos del Gobierno afgano y de Estados Unidos, pero en los últimos tiempos ha recuperado brío y estaría de nuevo en "fase expansiva".
PEDIR AYUDA EXTERIOR
Así las cosas, ante la complicada coyuntura interna del país, con una hambruna y un colapso económico planeando, los talibán tendrán que decidir si "aceptan ayuda de otros gobiernos e instituciones, asistencia que podría de forma simultánea beneficiarles y limitarles en su lucha contra Estado Islámico", advierten.
Por una parte, como nuevos gobernantes deben proteger a la población de la violencia que representa Estado Islámico, al tiempo que también garantizan su subsistencia y evitan una crisis humanitaria. Pero si para ello reciben ayuda exterior, darían nuevos motivos a ISKP para seguir ganando apoyos entre quienes quieren mantener viva la llama de la yihad y les haría perder legitimidad precisamente como el principal baluarte de esta en Afganistán.
La ayuda internacional estará a buen seguro condicionada a que realicen concesiones, sobre todo en materia de Derechos Humanos y en particular de los derechos de las mujeres. Esas concesiones "probablemente amenazarán la cohesión del grupo, que tradicionalmente ha sido la principal prioridad de los talibán" y también les deslegitimaría aún más "a ojos de Estado Islámico y sus partidarios", subrayan Clarke y Schroden.
"Si quieren evitar ser el próximo gobierno en ser derrocado por una insurgencia en Afganistán, deberían centrarse inmediatamente en la protección de todos los civiles afganos de Estado Islámico y demás, al tiempo que simultáneamente encuentran el modo de recabar y aceptar el apoyo internacional requerido para evitar una hambruna y el colapso económico", remachan los expertos.
VENTAJAS PARA LOS TALIBÁN
Pese a todo, en opinión de Bill Roggio, otro experto en grupos yihadistas, los talibán tienen todas las de ganar en esta lucha. En un artículo en Long War Journal sostiene que tienen ventajas como que cuentan con "estados patrocinadores", Pakistán e Irán; "aliados terroristas", esencialmente Al Qaeda; y "apoyo regional", ya que la mayoría de los países de la zona, incluida China y también Rusia, parecen haber aceptado al nuevo régimen e incluso piden su reconocimiento.
Los talibán también tienen "una marcada superioridad en armamento y números", ya que gozan de un arsenal que se ha visto alimentado por las armas y equipamiento dejado atrás por el Gobierno afgano y suministrado por Estados Unidos y otros aliados y tienen más efectivos, y además "controlan todo Afganistán", resalta Roggio.
"ISKP solo iguala a los talibán en un área, su voluntad de luchar y perseverar", resalta este experto, que incide en que esta perseverancia pese a todos los reveses sufridos y a su desventaja, es lo que hace del grupo un "enemigo peligroso".