Ansiedad, depresión, estrés postraumático, psicosis, esquizofrenia... los equipos de MSF en los campos de refugiados en Cox's Bazar ayudan a quienes requieren atención en salud mental
DACCA, 21 Dic. (Por Nitin George, responsable de comunicación de MSF en Bagladesh) -
En el campo de refugiados de Jamtoli, en Bangladesh, un altavoz en la mezquita se activa a una hora imprevista. En lugar del llamamiento del mediodía al rezo, un imán pide a sus oyentes que presten atención a sus ansiedades diarias y busquen ayuda en el cercano centro de atención primaria de Médicos Sin Fronteras (MSF).
"La comunidad confía en mí; Creo que los programas de salud mental son necesarios para la paz mental de todos", comenta el imán Sayeed Abdul Majeed. Casi todos sus oyentes son refugiados rohingyas que huyeron de la violencia en su contra en el estado de Rajine, en Birmania, en agosto de 2017.
Antes de huir a Bangladesh, muchos refugiados experimentaron o fueron testigos de violencia horrible y muchos perdieron a familiares. En los campos de refugiados en crecimiento en Cox's Bazar viven en refugios atestados y superpoblados, sin suficiente comida, agua potable o letrinas. Sus vidas están en suspenso, su futuro es incierto.
"Estamos viendo cada vez más nuevos casos de ansiedad generalizada y depresión", indica Pooja Iyer, psicólogo de MSF en los centros de salud de Jamtoli y Hakimpara. Mientras que las heridas físicas puede que se hayan curado, los recuerdos de la violencia y la pérdida de familiares tras su muerte o separación siguen siendo dolorosos.
Dos años después, las necesidades de salud mental han evolucionado. Los recuerdos traumáticos se han combinado con el paro, la ansiedad por el futuro, las malas condiciones de vida, y el poco o ningún acceso a servicios básicos como la educación formal, lo que deja a los refugiados rohingyas vulnerables a daños psicológicos a largo plazo.
LA BRECHA EN ATENCIÓN EN SALUD MENTAL EN COX'S BAZAR
Casi 450 pacientes buscan terapia en salud mental solo en las instalaciones de Jamtoli y Hakimpara. Solo la prevalencia de psicosis crónica --un desorden mental grave que requiere tratamiento psicotrópico-- es elevada entre los pacientes de MSF.
Cuando los gemelos Abdul Hasim y Abdul Halim, de 17 años, llegaron por primera vez al centro de salud de Jamtoli, se comportaban como niños pequeños y estaban desconectados de la realidad. El pensamiento desordenado, el ver y escuchar cosas que no están ahí, y otras conductas mostradas por los dos hermanos son signos típicos de psicosis.
Muchos pacientes se quejan de pesadillas y recuerdos recurrentes. También son frecuentes agresividad, tendencias suicidas, alucinaciones, y adicción a sustancias. Los psicólogos de MSF sostienen que estos son síntomas de trauma y dolor sin resolver. Otros pacientes sufren de desorden bipolar, esquizofrenia u otras psicosis, y de dificultades psicológicas relacionadas con la epilepsia.
Cuando comenzó el flujo de migrantes en 2017, el apoyo psicosocial era esencial para ayudar a los supervivientes a afrontar el trauma de haber sufrido violencia extrema. Hoy en día, la atención psiquiátrica, combinada con el apoyo psicosocial, es necesaria para aliviar los problemas de salud mental exacerbados por la vida en el campamento.
La necesidad de atención en salud mental sigue siendo un asunto sin abordar. Para poder incrementar los servicios de salud mental integrales a largo plazo hacen falta recursos adicionales y personal que evalúe el verdadero alcance de las cuestiones de salud mental en los campos de refugiados. La respuesta sanitaria requiere psiquiatras entrenados que puedan diagnosticar y prescribir medicamentos para tratar desórdenes mentales graves.
Otra brecha son los servicios para los niños con discapacidad o retraso en su desarrollo, neurológico o de aprendizaje. "Tenemos pacientes con parálisis cerebral, con desorden de déficit de atención y desórdenes del espectro autista que no pueden acudir a escuelas normales o a centros de aprendizaje, ya que son objeto de burlas y amedrentados", subraya Iyer. "Sufren en silencio", añade.
Las instalaciones de salud de MSF en todo el distrito de Cox's Bazar buscan apoyar a las estructuras de salud locales a la hora de afrontar las crecientes necesidades de los pacientes. Mientras que la mayoría de los pacientes de MSF son rohingyas, los servicios de atención en salud mental integral también están disponibles para bangladeshíes.
SUPERANDO EL ESTIGMA SOCIAL
En ambas comunidades, la salud mental es algo que no se entiende bien. La mayoría de los pacientes en las instalaciones de MSF muestran signos visibles de estrés psicológico y trauma. Otros muchos sufren depresión, desorden de estrés postraumático, esquizofrenia o psicosis, lo cual pasa virtualmente desapercibido por su comunidad.
Los pacientes con signos visibles de problemas psicológicos se suele decir que están poseídos o bajo la influencia de magia negra. La comunidad rohingya, excluida de la atención sanitaria durante décadas en Birmania, a menudo recurre a la curación tradicional debido a las creencias o afinidades culturales, o a una falta de confianza en quienes ofrecen atención sanitaria en los campamentos.
"Muchos pacientes son remitidos a terapeutas de salud mental solo cuando vienen a buscar tratamiento médico para dolencias físicas en nuestras instalaciones de salud", explica Tanya Morshed, psicoterapeuta y trabajadora social clínica de MSF. Morshed es responsable de fortalecer las actividades de concienciación sobre la salud mental entre las comunidades en los campos de Kutupalong y Balukhali.
"Los pacientes psiquiátricos que muestran conducta agresiva a menudo son encadenados debido al temor y las ideas equivocadas en torno a las enfermedades mentales", señala Morshed. "La desatención de necesidades básicas como la comida y la limpieza, y el aislamiento pueden tener como resultado un mayor deterioro de su estado. Aquellos sin singos visibles sufren", añade.
Los más vulnerables, según Morshed, son quienes han sufrido violencia sexual, bien en Birmania o en los campos de refugiados. Para MSF, la violencia sexual es una emergencia que requiere atención médica inmediata. El estigma social en torno a ella aumenta el riesgo de daños psicológicos a largo plazo.
Según Morshed, los niños nacidos fruto de una violación a menudo son abandonados y avergonzados por sus comunidades. "Necesitamos prestar atención a la consecuencia intergeneracional de esta crisis", advierte.
FORJANDO CONFIANZA
El aislamiento y la soledad de los pacientes es otro reto. Su incapacidad para contactar con sus familias en Cox's Bazar o Birmania debido a las restricciones de movimientos o telecomunicaciones pueden deteriorar su estado.
Los equipos de MSF afrontan el estigma y el aislamiento fomentando la confianza y la solidaridad mediante actividades psicoeducativas. Educadores de salud mental comunitaria con afinidades religiosas y culturales similares a los pacientes son clave a la hora de generar confianza y concienciación sobre la atención en materia de salud mental entre pacientes, cuidadores y líderes comunitarios.
Pacientes y familias a menudo abandonan el tratamiento de salud mental, ya que la terapia y la medicación puede llevar tiempo que sean efectivas. Los educadores de salud mental ayudan a garantizar que los pacientes siguen con la medicación y las sesiones psicosociales de seguimiento. Equipos de salud mental que incluyen a estos educadores, terapeutas, un supervisor psicológico y psiquiatras garantizan que cada paciente tiene un plan de tratamiento personalizado.
El altavoz de la mezquita de Jamtoli suena de nuevo. El imán Majee repite su mensaje, optimista de que la gente seguirá su consejo. Pacientes, cuidadores, líderes comunitarios y equipos de MSF están trabajando juntos para garantizar que el trauma y la privación no definen las vidas de quienes buscan atención en salud mental en Cox's Bazar. ¿Pero hay esperanza ante tales expectativas?
"La mayoría de mis pacientes jóvenes tienen miedo de hombres en unirforme, ya que fueron testigos de la violencia perpetrada por el Ejército o la Policía birmanas", señala Iyer. "Cuando los niños mejoran, son capaces de contar sus experiencias sin temblar. ¿No es eso esperanzador?", añade.