BUENOS AIRES, 29 Mar. (Por Felipé Solá, ministro de Exteriores de Argentina) -
El Mercado Común del Sur (Mercosur) fue fundado mediante el Tratado de Asunción en 1991 por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. El bloque es un logro histórico en la región y uno de los hitos fundamentales de la integración económica latinoamericana, pensada para superar la anterior lógica de rivalidad entre los países e instaurar una dinámica de cooperación.
Con casi 300 millones de habitantes y una superficie cercana a los 15 millones de kilómetros cuadrados (un 50 por ciento más grande que el continente europeo y casi el tamaño de Rusia), el Mercosur es conocido por su gran potencial en materia de recursos naturales y alimentos.
El bloque exporta el 63 por ciento de la soja del mundo y es el principal exportador mundial de carne vacuna, carne de pollo, maíz, café y hierro, así como también es el octavo productor mundial de automotores. Su PIB alcanzó en 2019 los 4,467 billones de dólares (medido por paridad de poder adquisitivo), lo que lo coloca, en bloque, como la quinta economía más grande del mundo.
Si bien los objetivos explícitos de la fundación del Mercosur eran económicos y comerciales, el bloque tiene un papel relevante en la consolidación de la democracia y la eliminación de conflictos. La paz es una condición necesaria para el desarrollo, y la integración regional ha sido históricamente un instrumento clave para consolidar nuestra región como zona de paz y cooperación, sin conflictos bélicos.
Comenzamos en 1991 creando una zona de libre comercio para que nuestros bienes y servicios circulen sin restricciones, y también un arancel externo común que permite administrar el intercambio con el resto del mundo. Esto permitió que nuestro comercio mutuo creciera vigorosamente.
Conseguimos también promover un intercambio de productos con valor agregado entre los cuatros países socios que permitió dinamizar actividades de exportación no tradicionales y creadoras de puestos de trabajo de alto valor agregado (biocombustibles, química y petroquímica, plásticos, productos farmacéuticos, siderurgia, automotriz, entre otros rubros).
Así, mientras que el Mercosur es un tradicional y reconocido exportador de productos primarios, mucho del comercio que se realiza entre los socios del bloque es de productos industrializados, destacándose, por ejemplo, el comercio automotor (casi un 50 por ciento del comercio global entre Argentina y Brasil).
Al mismo tiempo, trabajamos en la armonización de reglamentos técnicos para que estos brinden seguridad a la producción y a los consumidores sin impedir innecesariamente el comercio. En materia de salud pública, la coordinación entre nuestros países ha sido siempre importante, y más aún durante la actual pandemia de COVID-19. Nuestros ciudadanos pueden también radicarse en otro país del bloque y trabajar libremente de manera fácil, algo que no es común en el resto del mundo.
ACUERDOS COMERCIALES
En 2004 creamos el Fondo de Convergencia Estructural del Mercosur, mediante el cual se han volcado al día de hoy más de 1.000 millones de dólares en préstamos no reembolsables para proyectos de infraestructura y desarrollo productivo, entre otros, lo que nos ha permitido incrementar la competitividad de nuestras economías, en especial en las zonas menos desarrolladas de la región.
Por otro lado, desde sus primeros años, el Mercosur negoció y firmó acuerdos comerciales con la mayor parte de los países de la región latinoamericana, lo que permite contar hoy día con un área de libre comercio que abarca a la mayor parte de los países de América Latina.
Asimismo, hemos negociado también acuerdos comerciales con la Unión Europea, la EFTA, Israel, Egipto, India, los países del sur de África, entre otros. El Mercosur no es un bloque cerrado al comercio exterior, sino una plataforma para que nuestros países se proyecten al resto del mundo.
Por otro lado, la cooperación dentro del Mercosur se extiende a numerosos ámbitos: la cultura, la educación, la ciencia y la tecnología, la construcción de una ciudadanía común, la coordinación de políticas sociales y económicas, etcétera.
Los ámbitos de trabajo conjunto en el bloque son múltiples y variados y se van modificando a medida que los cambios en el contexto internacional y en el de nuestros países así lo requieren.
Todos estos logros que el bloque ha generado en sus tres décadas de historia no implican, obviamente, que no existan una serie de desafíos por delante.
Por lo que nuestra agenda estratégica nos obliga a trabajar para definir políticas comunes y coordinadas de desarrollo productivo, para ampliar nuestra capacidad productiva de bienes y de servicios, generar economías de escala y de especialización e insertarnos de manera más inteligente en las cadenas globales de valor y en las corrientes inversoras globales.
Al mismo tiempo, el Mercosur tiene un rol para desarrollar en el escenario internacional. Tanto en el G20 como en la Organización Mundial del Comercio (OMC), la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y otros organismos internacionales, la unión de nuestros países nos ayuda a defender nuestras posiciones en la agenda global.
ENFRENTAR LAS DIFICULTADES UNIDOS
Ante un escenario mundial crecientemente complejo y fragmentado, es cada vez más relevante la coordinación de posiciones que el Mercosur nos permite hacer. Creemos que el sentido de la integración es buscar acuerdos, respetando la diversidad de nuestros países, e inspirados en la voluntad política de querer integrarnos.
El Mercosur impulsa un regionalismo solidario en materia política, económica y social porque sabemos que enfrentar las dificultades unidos nos hace más fuertes. El Mercosur es el instrumento de política exterior más relevante de los últimos treinta años para nuestros países.
Se trata, en definitiva, de una política de estado que se ha preservado más allá de los cambios de gobierno. En estos treinta años hemos logrado muchas coincidencias: el compromiso con la democracia como una condición fundamental para la vida de nuestros pueblos; el respeto por los Derechos Humanos como un valor esencial e irrenunciable para la convivencia; el reconocimiento de nuestra diversidad; la coordinación de nuestras políticas de crecimiento para integrar nuestras estructuras productivas.
El mundo se encuentra experimentando una reconfiguración de la estructura del poder mundial, junto con una crisis de las instituciones internacionales que nos han regido en los últimos setenta años. Frente a los desafíos e incertidumbres que plantea este escenario, no tenemos dudas de que la integración de nuestros países seguirá siendo el mejor camino para impulsar nuestro desarrollo, preservar nuestra soberanía, promover el bienestar de nuestros pueblos e integrarnos al mundo.