Niños empujan un carro en Ghuta Oriental, cerca de Damasco
AMER AL SHAMI / SAVE THE CHILDREN
    
Actualizado: miércoles, 9 marzo 2016 11:35

El terror a las bombas, la falta de alimentos y de medicamentos suponen la realidad cotidiana

   MADRID, 9 Mar. (EDIZIONES) -

   Disparos de artillería, coches bomba, barriles bomba o bombardeos aéreos. Esa es la realidad a la que se enfrentan a diario unos 250.000 niños que viven en las zonas asediadas por algunas de las partes en conflicto en Siria, según 'Infancia bajo asedio', el último informe publicado por Save the Children.

   Rami, de 10 años, ha sido uno de esos niños que hasta hace muy poco ha experimentado en sus propias carnes lo que es vivir bajo asedio en Deir Ezzor, en el noreste de Siria. Afortunadamente para él, a mediados de febrero llegó con sus padres y hermanos a Líbano, pero todavía tiene muy presente lo que ha pasado.

   "Los aviones atacaban a todo el mundo y mataban a todo el mundo", relata a Save the Children, explicando que cuando esto ocurría "mis hermanos y yo nos quedábamos completamente quietos". "Teníamos miedo de morir bajo los disparos y les decía a mis hermanos que se tranquilizaran", recuerda. Los continuos bombardeos también les impedían salir a la calle a jugar.

   Ahora, se siente mucho más tranquilo. "Nos sentimos seguros cuando llegamos aquí. Estamos mucho mejor porque no hay ataques o aviones que nos bombardeen", subraya. Su único deseo ahora es "poder ir a la escuela" porque le gusta y porque allí también puede jugar con otros niños.

"MENTÍA A MIS HIJOS PARA QUE COMIERAN HIERBA"

   Para sus padres, no ha sido fácil tampoco ver sufrir a sus hijos bajo el asedio. Hassan explica a Save the Children cómo "solía mentir a mis hijos y decirles que la hierba era comestible". "Pero, ¿a quién estoy engañando? La hierba no era comestible y ellos me decían 'papá esto es hierba'". Entonces, Hassan trataba de convencerles asegurándoles que la había comprado como hacían sus vecinos.

   Para este padre de cuatro hijos ver cómo perdían peso "sin que yo pudiera hacer nada" ha sido muy duro. "Mis hijos perdieron más de una cuarta parte de su peso", comenta. Ahora, tras dos meses de viaje están seguros en Líbano, pero "no pensábamos que saldríamos" de Deir Ezzor, asegura.

  Hasán, Razán y el resto de su familia. Nour Wahid / Save the Children

   También Alí sabe muy bien lo que es ver sufrir a sus hijos. Él y su familia experimentaron la crudeza del asedio en la zona de Ghuta Oriental, cerca de Damasco, durante seis meses antes de huir a través del desierto hacia Líbano.

   "No podía ver a mis hijos morir de hambre", asegura, explicando por qué decidió huir. "Los disparos de artillería o los francotiradores podían matarnos, pero al menos moriríamos juntos, pero no podía ser testigo de cómo mis hijos morían de hambre", insiste, justificando su marcha, pese a que otros familiares quedaron atrás.

   Su hija mayor tenía entonces 15 meses y la pequeña tan solo tres. "No había leche, no había comida, no había nada", recuerda. "Tenían hambre y estaban asustadas por los bombardeos y el sonido de los disparos", explica.

  Alí y sus dos hijas. Nour Wahid / Save the Children

   Shawsan y su familia también huyeron de Ghuta hace dos años, sin embargo aún recuerda vívidos en su memoria los días bajo asedio. Cuando comenzó el asedio, decidieron trasladarse a otra zona pero les dijeron que el Ejército se había ido y volvieron a por sus cosas. "Había un francotirador en el camino y disparó a mi hermano mayor. Yo estaba a su lado y él me decía 'no te preocupes'" pero murió en aquella carretera, recuerda la joven.

   Dos hermanas de Shawsan así como sus abuelos siguen en Ghuta. "Mis sobrinos y sobrinas no tienen nada que comer o beber. Algunos son pequeños y necesitan leche y cosas así", se lamenta, explicando que una de sus hermanas les llama en ocasiones llorando desesperada porque "no tienen nada más que comer".

   "Siempre estoy preocupada por que un avión llegue y lance bombas sobre mi hermana y sus hijos o que puedan usar bombas químicas", afirma, lamentando que muchas mujeres como su hermana o su cuñada han quedado viudas.

Sawsan. Nour Wahid / Save the Children

MALNUTRICIÓN Y ABANDONO ESCOLAR

   Layth aún no ha escapado de Ghuta y sabe bien lo que es enfrentarse a "todas las realidades de vivir bajo asedio". "Hay muchos casos de malnutrición, tanto moderada como severa", explica en el informe. La gente vive constatemente atemorizada por los continuados bombardeos y ataques aéreos y, sin apenas ningún ingreso, debe hacer frente a una fuerte inflación en los precios.

   Otra de las consecuencias del asedio, lamenta, es que "muchos niños han dejado de ir a la escuela", sobre todo aquellos que han perdido a sus padres y que viven solos sin nadie que les cuide. "Los niños están perdiendo su educación porque están intentando ayudar a sus familias a comprar bienes básicos como algo de comida o pan", señala.

   La falta de electricidad también afecta al suministro de agua, según Layth, ya que ésta se tiene que bombear de los pozos de forma manual. "Transportamos este agua en cubos y, por supuesto, este trabajo normalmente lo hacen los niños", precisa.

   Layth comparte la historia de una niña de 3 años que ha perdido a tres hermanos y a su madre y que también perdió su pierna en un ataque, pero "todavía sueña con ser farmacéutica algún día", o la de un padre de once hijos a los que no puede sustentar "porque resultó gravemente herido en un ataque en 2014". "No puede permitirse comprar nada para sus hijos", añade.

Un niño con su bicicleta en Ghuta Oriental, Siria. Amer al Shami / Save the Children

FALTA DE ATENCIÓN MÉDICA

   Otra de las consecuencias constantes de los asedios es la falta de medicamentos y de atención sanitaria a la que se ven abocados quienes los sufren. "No disponemos de las cosas más básicas, anestésicos, analgésicos, medicación para enfermedades crónicas como cardiopatías, diabetes o hipertensión", explica el doctor Nizar, que trabaja en Ghuta Oriental. Tampoco hay "jarabes para la tos o medicamentos contra la diarrea" y los apósitos han tenido que ser reemplazados por papel, precisa.

  Dos niños en Ghuta Oriental, Siria. Amer al Shami / Save the Children.

   Según este doctor, se han producido muertes por desnutrición pero también por "la falta de medicamentos y vacunas" y los niños están especialmente aquejados de enfermedades de piel y digestivas por la mala calidad del agua disponible, así como de afecciones respiratorias "debido a la gran cantidad de humo emitido por las explosiones".

   Tampoco suelen estar disponibles incubadoras para los recién nacidos y hay escasez de sangre para realizar transfusiones, siendo siempre la mejor opción buscar a alguien del mismo grupo sanguíneo en el momento. "A un amigo mío tuvieron que amputarle una pierna herida porque no tenían material para tratarle", comenta un trabajador humanitario sirio, que también cuenta el caso de "un niño pequeño que perdió los dos ojos después de un bombardeo porque no tenían las instalaciones donde extraer los fragmentos".

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