BEIRUT 18 Abr. (Reuters/EP) -
Una nueva regulación de Líbano, que tiene la mayor concentración de refugiados per cápita del mundo, ha dejado a miles de ellos en riesgo de ser detenidos en cualquier momento y de sufrir abusos por parte de los propietarios de sus viviendas, según trabajadores humanitarios y grupos de Derechos Humanos.
Tras cuatro años de guerra civil en Siria, uno de cada cuatro residentes en Líbano es un refugiado. Muchos de ellos viven en situación de pobreza extrema y se enfrentan a la hostilidad y el resentimiento en este frágil país mediterráneo, que tuvo su propia guerra civil entre 1975 y 1990.
La nueva política implementada este año obliga a los sirios que entren en Líbano a obtener visados --antes podían entrar y salir con facilidad--. Además, el proceso para renovar los permisos de residencia para los que ya están en el país es imposible para muchos, según cuentan personas sirias y trabajadores humanitarios.
Salvo que estén apadrinados por una empresa, tienen que aportar muchos documentos, entre ellos una declaración jurada de que no van a trabajar y un contrato de alquiler de vivienda. Sin eso, pueden ser detenidos y permanecer en prisión durante semanas.
"Esta legislación tiene el potencial de crear abusos", ha lamentado Dana Sleiman, portavoz en Beirut del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). "Hemos recibido denuncias de presuntos abusos por parte de los caseros, como sobornos o petición de trabajo a cambio de firmar el contrato de alquiler", ha contado.
Esto le ocurrió a Amer, de 31 años, que trabaja en restaurantes de la capital. Vive en un apartamento de dos habitaciones con cuatro compañeros de piso y lleva tres meses en situación irregular.
"Cuando pedimos al propietario que nos firmara el contrato, nos dijo: 'No puedo hacerlo. Si firmo un contrato, voy a tener que pagar impuestos y me va a costar dinero. O podéis pagarme el doble del alquiler'", ha relatado Amer. Ahora intenta no salir demasiado y tiene miedo a ser arrestado siempre que ve un policía o un militar.
Los trabajadores humanitarios cuentan que los sirios en situación irregular tienen miedo de hablar con la Policía si sus caseros los desahucian o abusan de ellos. Líbano no es firmante de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 ni ha permitido a la ONU instalar campos formales.
Muchos refugiados viven en edificios abandonados o alquilan en grupo parcelas agrarias en las que montan tiendas de campaña. La ONU y varias organizaciones humanitarias han elogiado a Beirut por sus esfuerzos, especialmente por educar a los niños sirios en las escuelas de Líbano.
El Gobierno ha argumentado que aprobó la nueva regulación porque no puede hacer frente al número de sirios que cruzan la frontera y pide fondos para ayudar a hacerse cargo de ellos. También ha explicado que pide un compromiso de no trabajar para separar los verdaderos refugiados de los inmigrantes económicos, pero Sleiman ha considerado que esa medida puede acabar impidiendo a los sirios ganar dinero.
RESENTIMIENTO
"Miles de sirios, si no cientos de miles, están viviendo en Líbano sin permiso legal e intentan evitar los controles", ha relatado la abogada Diala Chehade, subdirectora del Centro para la Defensa de los Derechos y Libertades Civiles. "Muchos no pueden adquirir un estatus legal", ha asegurado, y ha precisado que en bastantes casos no tienen una identificación válida, que es otro de los requisitos que establece la nueva regulación.
Chehade también ha explicado que los refugiados más pobres no pueden firmar un contrato de alquiler. "Muchos sirios se alojan en campamentos. ¿Cómo pueden documentar eso?", ha preguntado. Ha relatado que sus clientes intentan no salir por las noches, que algunos no salen durante días para evitar a la Policía y que muchos pagan cientos de dólares para obtener pasaportes falsos. Estima que entre 100 y 150 son arrestados cada mes.
El asesor del Ministerio del Interior Jalil Gebara ha reconocido algunas dificultades con la nueva regulación. Ha afirmado que la norma más restrictiva es una tasa de renovación del permiso de residencia de 200 dólares que muchos sirios son incapaces de pagar. Para combatir este problema, el año pasado el Ministerio suspendió la tasa durante algunos meses y 27.000 sirios renovaron su permiso.
"También estamos intentando encontrar una forma de facilitar el contrato de vivienda", ha asegurado Gebara. Ha explicado que a los sirios en situación irregular que son detenidos se les da un plazo para renovar su permiso. Cuando se le ha preguntado qué ocurre si no cumplen el plazo y vuelven a ser detenidos, ha respondido "lo mismo", precisando que no hay una política de deportaciones para los sirios.
El Gobierno libanés tiene dificultades para mantener a los refugiados en una época de desaceleración económica. A los políticos también les inquieta el impacto de los refugiados suníes en el delicado equilibrio del país, en el que el poder está dividido escrupulosamente entre los cristianos, los chiíes, los suníes y otros grupos minoritarios.
PREOCUPACIONES DE SEGURIDAD
Algunos medios libaneses y líderes políticos ven esta crisis de refugiados como un problema de seguridad y no uno humanitario. Creen que la guerra civil del país se debió en parte a la militarización de los campos de refugiados palestinos, y parecen temer una situación similar.
Estos temores aumentaron en agosto pasado, cuando varios terroristas invadieron una ciudad en la que viven muchos de los desplazados y estuvieron combatiendo con el Ejército durante varios días. Ahora muchos libaneses acusan a los refugiados de apoyar a los terroristas. Otros se quejan de que se quedan con los empleos, hacen caer los salarios y sobrecargan los hospitales. Muchos ayuntamientos han establecido toques de queda para los refugiados.
Casi cuatro millones de sirios han huido de una guerra civil que ha destruido buena parte del país y en la que todos los bandos han sido acusados de violaciones de derechos y ataques contra civiles. Cientos han muerto intentando llegar a Europa. Muchos de los que llegan a Líbano apenas salen adelante.
Un joven mendigo en las calles de Beirut ha contado que su padre murió y que huyó de Alepo, en el norte de Siria, con su madre. Pide en la calle durante el día, y por la noche regresa a un barrio de la periferia sur. Unos borrachos le han puesto algunas monedas en la mano. Exhausto, se le han caído algunas y se han metido en una alcantarilla. "Tengo siete años", ha balbuceado.