Un partidario armado de Trump discute con un simpatizante del movimiento Black Lives Matter en Pensilvania - PAUL WEAVER / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO
Los grupos armados de ultraderecha y los movimientos antifascistas, extremos de una población cada vez más partidaria del uso de la violencia
MADRID, 12 Oct. (EUROPA PRESS) -
Estados Unidos celebrará el próximo 3 de noviembre unas elecciones presidenciales en un escenario casi impensable hace cuatro años: uno marcado por la posibilidad de la violencia política, a raíz de la eclosión de grupos armados de ultraderecha y movimientos antifascistas que ha pivotado en torno a la retórica inflamatoria del presidente estadounidense, Donald Trump, quien, a día de hoy, sigue sin dar una respuesta clara a la pregunta de si abandonará el poder si resulta derrotado en los comicios.
"La situación va a peor y no veo que vaya a relajarse a corto plazo", explica a la CBS el profesor de Psicología de la Universidad de Nueva York, Jay Van Bavel. "La identidad política de la gente es una de las más importantes que hay en este momento y no ha hecho más que crecer durante los últimos meses", asegura.
El último episodio ha tenido lugar en Michigan, donde trece personas han sido imputadas por supuesto complot de terrorismo doméstico para secuestrar y "posiblemente asesinar" a la gobernadora demócrata del estado, Gretchen Whitmer, con la intención de "instigar una guerra civil".
Los acusados pertenecen a un grupo ultra conocido como 'Wolverine Watchmen', que no aparece en la lista de los 576 "grupos extremistas antigubernamentales" del Departamento de Justicia de Estados Unidos, lo que proporciona una idea de la fluidez con la que emergen estas formaciones.
Lo ocurrido en Michigan, sin embargo, ha ido prececido por meses de tensión extrema. Según un recuento del 'Washington Post', más de 50 conductores han embestido a manifestantes pacíficos en concentraciones por todo el país, la inmensa mayoría de ellas en recuerdo de los ciudadanos de raza negra George Floyd y Breonna Taylor, muertos durante intervenciones policiales -- en el caso de Floyd un agente ha sido acusado de asesinato --; autoproclamados milicianos han irrumpido armados en el Congreso de Michigan, agentes de seguridad no identificados se han llevado a manifestantes en furgonetas, y varios periodistas han sido agredidos.
INCLINADOS A LA VIOLENCIA
Según una encuesta publicada el pasado mes de abril por Pew Research, la confianza popular en el Gobierno estadounidense se encuentra en un mínimo histórico del 17 por ciento. Ocho de cada diez estadounidenses consultados es de la opinión de que la confianza en las instituciones es mínima, en línea con una curva descendente que comenzó hace 20 años, con la guerra de Afganistán tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Esta polarización, además, se está enquistando. Dos décadas de encuestas de Gallup exhiben una división política cada vez más marcada en un número de temas cada vez mayor. Sondeo tras sondeo, son más los estadounidenses que eligen vivir en zonas con ideas políticas afines. Otra investigación de y una investigación de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) descubrió en 2016 más de la mitad de los estadounidenses prefieren que sus hijos se casen con alguien de un partido político específico.
Todos estos sondeos e investigaciones han culminado en una encuesta de YouGov y Voter Study Group para la web Politico. En ella uno de cada tres estadounidenses registrados como demócratas o republicanos considera que la violencia podría estar justificada para promover los objetivos políticos de sus partidos, y aproximadamente uno de cada cinco estadounidenses "con fuerte afiliación política" se declara "bastante dispuesto" a respaldar la violencia si el otro partido gana la Presidencia.
ARMAS EN MANO
Estas respuestas tienen lugar en un país con casi 400 millones de armas de fuego en manos de la población civil, según las estimaciones de un estudio publicado en 2018 por el Instituto de Estudios Internacionales y de Desarrollo de Ginebra.
La mezcla entre tensión política y la omnipresencia de las armas en Estados Unidos se ha traducido, de un tiempo a esta parte, en la militarización y el incremento del nivel de agresión de las fuerzas de seguridad, en la proliferación de milicias armadas de ultraderecha, como los Proud Boys, o en incidentes armados puntuales protagonizados por partidarios extremistas de izquierda.
De la intersección de estos tres factores emergen casos como el de Michael Forest Reinoehl, autoproclamado partidario del movimiento antifascista 'antifa', sospechoso de matar a tiros a Aaron Danielson, simpatizante del grupo de ultraderecha Patriot Prayer, durante un enfrentamiento callejero en agosto en Portland, Oregon. El incidente no llegará nunca a juicio porque los agentes federales mataron a tiros a Reinoehl el mes pasado, mientras intentaban detenerle.
A pesar de los esfuerzos de Trump para designar al movimiento 'antifa' como una organización terrorista, las agencias de seguridad estadounidenses coinciden en señalar al supremacismo blanco como la "amenaza terrorista nacional más letal para Estados Unidos", según la primera evaluación anual de amenazas nacionales del Departamento de Seguridad Nacional, publicada el pasado martes.
Según el informe, desde 2018, los supremacistas blancos han llevado a cabo más ataques letales en Estados Unidos que cualquier otro movimiento extremista nacional, lo que demuestra su "longeva intención" de atacar a las minorías raciales y religiosas, los miembros de la comunidad LGBTQ+, los políticos y aquellos que creen que promueven el multiculturalismo y la globalización.
La mayoría de los votantes consultados recientemente por CNN, un 64 por ciento, considera que Trump no ha hecho lo suficiente para denunciar a los grupos supremacistas blancos. Entre los integrantes de minorías raciales consultados, el porcentaje se eleva al 76 por ciento.
Movimientos armados de extrema derecha como Proud Boys o los Boogaloo están alimentados por grupos conspiratorios digitales como QAnon, que beben de la desconfianza institucional que Trump ha enarbolado desde su llegada al poder en 2016 con la intención de "Drenar el pantano" político de Washington D.C, mientras colectivos como Black Lives Matter (Las vidas de los negros importan) han instaurado en el progresismo la desconfianza en la actuación de las fuerzas de seguridad.
"Nuestros líderes políticos han dejado de cooperar", lamenta el profesor de Psicología Van Bavel. "Ahora podemos seleccionar los medios que se alinean con nuestras identidades políticas. Las redes sociales nos permiten sintonizar con lo que esperamos ver. Y así no hacemos sino confirmar todas nuestras creencias y expectativas", añade.
LA PROBABILIDAD DE LA VIOLENCIA
Los datos sobre las protestas arrojan, con todo, cierto optimismo sobre el periodo postelectoral, gane quien gane. Según datos del Proyecto de Datos de Eventos y Ubicación de Conflictos Armados (ACLED), un 95 por ciento de las 12.607 manifestaciones políticas en Estados Unidos entre el 24 de mayo y el 19 de septiembre de 2020 ocurrieron sin incidentes.
De los otros 351 incidentes, en 29 de ellos hubo violencia contra la población civil, donde murieron 12 personas, nueve de ellas por la Policía. Y en otros cinco tiroteos desde vehículos, tres policías fueron asesinados por el grupo extremista de los Boogaloo Bois (precisamente el grupo al que supuestamente pertenecían los hombres que preparaban el secuestro de la gobernadora Whitmer) de acuerdo con el informe.
"Si bien creo que algunas preocupaciones son válidas, es importante recordar que existe una gran diferencia entre hacer un llamamiento a las armas para movilizar a los votantes e infundir miedo en los partidarios del otro partido, y organizar una insurrección postelectoral, que podría acabar con sus responsables como imputados por cargos de sedición, cuando no de alta traición", según el profesor adjunto de la Universidad de Indiana, Ore Koren, para el medio The Conversation.