El mandatario, según fuentes cercanas, comienza a plantearse el futuro de un sistema político erigido sobre su propia persona
MOSCÚ, 1 Oct. (Reuters/EP) -
Si algo confirmaron las elecciones parlamentarias del mes pasado en Rusia es que el presidente, Vladimir Putin, se encuentra en un momento de apogeo. Actualmente disfruta de un 80 por ciento de aprobación popular, su partido Rusia Unida ha obtenido el 76 por ciento de los escaños de la cámara y su rol internacional como gran opositor a Estados Unidos es más prominente que nunca merced a la reciente incorporación de Crimea o sus acciones bélicas en Siria.
Sin embargo, Putin se encuentra ahora en una encrucijada: perpetuarse a través de su comparecencia a las elecciones presidenciales de 2018, o planear su sucesión en el punto álgido de un sistema que ha construido en torno a su propia figura; una decisión que conocen pocos más allá de su círculo más íntimo.
Vladimir Putin tiene 63 años, una edad que difícilmente puede ser considerada excesiva para un dirigente político. Sin embargo, se trata de un hombre que ha permanecido en el poder, bien como jefe de Estado, bien entre bambalinas como primer ministro, durante 16 años. "Está cansado. Se hace mayor", indicó a Reuters un antiguo alto oficial cercano al presidente.
Con la legislación en una mano y su extraordinaria popularidad en la otra, Putin está a día de hoy capacitado para permanecer en el poder casi una década más. Queda la cuestión de si está preparado para una posible retirada del mundo que contribuyó a dar forma.
PROBLEMAS BAJO LA SUPERFICIE
A nadie se le escapa que la agresiva política internacional de Putin le ha granjeado numerosos enemigos hasta el punto de que parece casi imposible que Rusia y Estados Unidos normalicen relaciones mientras siga al mando del Kremlin. Pero el fuego lento que podría detonar años de enfrentamientos internos aplacados por Putin con mano de hierro parece que será la anémica recuperación económica que está experimentando Rusia tras una década de crisis, alimentada por las sanciones impuestas por Occidente.
Al margen de las sanciones, la economía rusa se encuentra ahora en un punto muy cercano al estancamiento por el descenso constante de la inversión extranjera, crucial en el pasado para reactivar la economía nacional. Las predicciones apuntan a que Rusia crecerá un escaso 0,5 por ciento en 2017 y no se espera que la tendencia ascienda significativamente en los próximos años.
Por otro lado, los expertos destacan una sensación de "apatía" entre los votantes rusos tras conocerse que el índice de participación en los comicios del pasado día 18 fue el más bajo desde la disolución de la Unión Soviética.
No hay mayor temor para Putin, aseguran sus íntimos, que una rebelión de las élites. "Nuestro estado siempre ha sido destruido desde arriba, y desde dentro", escribió tras los comicios Dimitri Olshanski, columnista del diario oficialista 'Komsomolskaya Pravda', quien advirtió de que la victoria electoral de Rusia Unida podría ser "engañosa".
De hecho, Putin lleva los últimos meses inmerso en una especie de un proceso de renovación interna a través de la destitución de varios altos responsables de seguridad y gestión territorial en los últimos meses, proceso todavía en curso a día de hoy, y que apunta a ventilar el aire enrarecido por el desgaste de la frenética actividad en los pasillos del Kremlin de los últimos años.
CUESTIÓN SUCESORIA
"Putin corre el riesgo de acabar atrapado por un axioma: la legitimidad que se presupone a un líder carismático no se hereda automáticamente", explicó este mes el centro de estudios Carnegie Moscow Center a través de una opinión con la que parece coincidir el analista político de la Higher School of Economics de Moscú, Nikolai Petrov.
"Se ha convertido en un rehén de su propia popularidad", explica Petrov, quien expresó sus dudas de que Putin acabe designando a un sucesor antes de los comicios de 2018 -- que, de presentarse y ganar, acabarían fijándole en el poder hasta 2024 --. Incluso el opositor liberal Dimitri Gudkov parece convencido de la permanencia de un Putin "cada vez más inseguro frente a tantos enemigos internos y externos". "A mí no me parece que vaya a ceder el poder", añadió.
El único nombre fiable sobre la mesa es conocido por todos porque ya le sucedió una vez. Se trata del primer ministro Dimitri Medvedev, presidente del país durante el paréntesis que Putin se tomó desde 2008 a 2012 por la prohibición constitucional que impedía dos presidencias consecutivas de la misma persona. Sin embargo, Medvedev es para algunos "demasiado blando en su aproximación", especialmente en un momento de gran tensión internacional.
No hay mucho más de donde elegir al margen de Medvedev si se exceptúa al ex vicepresidente de la administracion presidencial y favorito de Putin a la presidencia de la Duma (el Parlamento ruso), Viacheslav Volodin, todavía "verde" para estas lides.