Campo de refugiados malienses de Mbera (Mauritania)
WFP/VANESSA RIZZI
     
Actualizado: domingo, 7 mayo 2017 10:15

MADRID, 7 May. (Por Vanessa Rizzi, Programa Mundial de Alimentos Africa) -

El cálido viento de Sáhara sopla en todas direcciones y hace que la arena se me quede en las gafas. Tan lejos como alcanzan los ojos, casas improvisadas y tiendas de campaña suministradas por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) colorean la arena de color ocre oscuro. Los niños salen de sus casas cuando ven el coche y nos saludan, acostumbrados a nuestra presencia aquí.

El campo de refugiados de Mbera está situado a 40 kilómetros de la frontera sur de Mauritania con Malí y cubre unos 4,5 kilómetros cuadrados --el tamaño de cuatro campos de fútbol--. La mayoría de los 49.000 refugiados han estado viviendo aquí desde la primavera de 2012, poco después de que estallaran los enfrentamientos en el noreste de Malí.

Desde septiembre de 2016, las incursiones armadas en el norte han causado más desplazamientos, y unos 8.000 malienses se han registrado como nuevos refugiados.

El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (PMA) trabaja con sus socios y los refugiados para dar una sensación d normalidad para los muchos que han huido del conflicto y la pobreza. Gracias al apoyo del programa Comida por Paz (Food for Peace) de USAID, al Gobierno de Japón, ECHO, UK Aid, el Gobierno de Canadá, y donantes multilaterales, PMA les asiste con alimentos y distribuciones de efectivo, comidas escolares para los estudiantes, y alimentos nutricionales para evitar y tratar la malnutrición entre los menores de 5 años y las mujeres embarazadas y lactantes.

Teniendo en cuenta la inestable y volátil situación en Malí, el PMA y sus socios temen que las cifras en Mbera puedan aumentar en los próximos meses, hasta más de 50.000, lo que requerirá un aumento significativo de la asistencia en un momento en el que el PMA está reduciendo las raciones mensuales de alimentos y efectivo debido a las limitaciones financieras.

Cuando me bajo del coche delante de una tienda de campaña roja y rosa, la arena que levanta el viento me rodea en una nube de polvo. Me recibe una sonriente Kadjiatou, una refugiada que me acompañará para reunirme con la gente en el campo de Mbera. Su nombre real, como el de los otros refugiados, se han cambiado por razones de privacidad.

ZEINABOU

Las escuelas están cerradas por Pascua, pero el Espacio de los Niños, donde van los más pequeños que aún no están en primaria, está abierta. Entro mientras Zeinabou toca su 'imzad', un instrumento de una sola cuerda que parece un violín, y los niños dan palmas y cantan alegremente. Ella dirige el Espacio de Niños desde que abrió hace cinco años, con la ayuda de dos mujeres asistentes.

"Todas somos madres y nos preocupa mucho el bienestar de nuestros hijos", afirma Zeinabou. "Los niños necesitan una buena comida para estar activos y participar en las actividades recreativas que organizamos para ellos. La merienda nutritiva que preparamos gracias al PMA es importante", subrarya. Los niños sonríen mientras comen y confirman: "Innah jayid, está bueno".

Las distribuciones mensuales de comida y efectivo están en marcha. El sonido del parloteo y un arcoíris de coloridos ropajes me da la bienvenida al Punto de Distritución Número 3. Hay cinco puntos de distribución en Mbera donde el personal del PMA y sus socios entregan dinero en efectivo y alimentos a los beneficiarios registrados en una base de datos especial.

OUMAR

Fuera de cada punto, hay instaladas carpas donde los refugiados hacen fila. Oumar, un refugiado recién llegado, nos cuenta que huyó de los enfrentamientos y la pobreza desde su localidad natal en el oeste de Mali con su mujer embarazada y dos hijos pequeños, llevando consigo solo seis litros de agua y una pequeña bolsa de pertenencias.

"Nos marchamos porque toda nuestra comida y animales nos fueron arrebatados por hombres armados", cuenta Oumar. "Solo se salvaron nuestras vidas. No había otra elección que marcharse. La asistencia alimentaria y en efectivo del PMA es muy importante para nosotros aquí", explica.

FATIMATOU

Fatimatou es la siguiente en la fila del punto de distribución. Tras recibir su sobre de efectivo, lo sacude, afirmando: "las distribuciones de alimento ayudaron a nuestras familias mucho en los últimos años, pero lo que realmente marca la diferencia para nosotros ahora, es el dinero en efectivo que recibimos para comprar otros alimentos como carne y verduras. También ahora compro menos a plazos", destaca.

Otros refugiados aquí se muestran de acuerdo. Las transferencias de efectivo les permiten comprar la comida que les gusta en los mercados locales junto con otros bienes básicos, como combustible para cocinar y jabón.

KADJIATOU

Mi guía en el campamento Kadjiatou ha estado aquí desde principios de 2012, cuando ella y su familia huyeron de los enfrentamientos en su localidad natal en el norte de Malí. Tras ser tratada por malnutrición, pronto se formó para ayudar a otras jóvenes madres malnutridas a recuperarse. También ha aprendido a leer y escribir en francés.

Le pregunto a Kadjiatou qué recuerda de Malí. Sus ojos muestran fuertes emociones. "Recuerdo llevar una vida normal", afirma. "Cuidaba de mis hijos y de la casa. Mi marido tenía un trabajo y pasábamos el tiempo libre con nuestros familiares y amigos", recuerda.

La pregunto cómo ve su futuro "Estamos agradecidos al PMA, al Gobierno de Mauritania y a todas las organizaciones que están trabajando aquí para mejorar nuestras vidas", responde.

"Pero hace falta algún cambio: las condiciones en el campo siguen siendo difíciles, especialmente para los refugiados más pobres. La situación en Malí no nos permite volver así que necesitamos pensar mejores soluciones. Nadie quiere ser un refugiado y depender de la asistencia para siempre", defiende.

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