Padres que pierden a sus hijos en bombardeos, niños que dejan la escuela para trabajar... la realidad cotidiana en Yemen
MADRID, 25 Mar. (EUROPA PRESS) -
Cuando la coalición internacional que lidera Arabia Saudí comenzó a bombardear Yemen el 26 de marzo de 2015 en apoyo al Gobierno de Abdo Rabbu Mansur Hadi, una de las primeras casas en verse afectada fue la de Yasir al Hibshi. Como él miles de yemeníes han visto cómo sus vidas saltaban por los aires en un conflicto que cumple ahora cuatro años.
"Un bombardeo aéreo nos alcanzó el 26 de marzo de 2015. Yo estaba durmiendo y tres de mis hijos murieron: Aisha, de 11 años, y mis hijos Ammar, de 17, y Alaa al Deen, de 14", cuenta Yasir, quien resultó gravemente herido en la cabeza y en la columna y se pasó varios días en coma, sin saber qué había sido de su familia.
"Pensaba que mis hijos estaban en la unidad de cuidados intensivos, no en la morgue", reconoce al Consejo Noruego para los Refugiados (NRC). Finalmente, después de que le operaran sus familiares se decidieron a contarle poco a poco lo sucedido. "Les pregunté directamente '¿dónde están mis hijos?' y me dijeron que habían muerto", recuerda.
Yasir perdió ese día a sus hijos y también su casa, para cuya construcción estuvo ahorrando cinco años. Antes de la guerra, tenía una tienda de ultramarinos, un coche y sus hijos iban a la escuela. Ahora, no tiene trabajo ya que aún sigue sin haberse recuperado del todo de sus heridas y sufre "fuertes dolores".
"Vendí mi coche y mi tienda para poder cubrir las necesidades de mis hijos. No nos morimos de hambre porque algunos familiares y amigos nos ayudan", asegura. "Ya hemos tenido suficiente guerra, hay demasiada tragedia y demasiadas familias han quedado arruinadas, ¿para qué?", se pregunta.
Yemen era ya antes de la guerra uno de los países más pobres del mundo. Los cuatro años de conflicto entre el Gobierno, apoyado por la coalición militar, y los rebeldes huthis, respaldados por Irán, ha dejado a la economía en ruinas. Según el Banco Mundial, el PIB se ha contraído un 39 por ciento desde finales de 2014 y la tasa de pobreza ha aumentado un 33 por ciento en el mismo periodo, por lo que el 52 por ciento de la población viviría actualmente en la pobreza.
El conflicto ha provocado la peor crisis humanitaria actual, con 24,1 millones de personas --el 80 por ciento de la población-- necesitada de ayuda humanitaria, incluidos 11,3 millones de niños. Además, unos 2 millones de yemeníes se han visto desplazados de sus hogares por la violencia.
"NOS FUIMOS SOLO CON LO PUESTO"
Ahmed Yousef Mohsen es uno de ellos. Él, su mujer y sus ocho hijos proceden de la provincia de Saada --uno de los principales bastiones de los huthis-- y se han visto desplazados en dos ocasiones. "Dejamos nuestra casa, nuestras pertenencias y todo detrás. Nos fuimos solo con las ropas que vestíamos", señala.
Su casa estaba cerca de un edificio de las fuerzas de seguridad que fue atacado y su tienda de ropa, situada en un mercado, quedó completamente destruida, así que decidieron huir. Ahora vive en una escuela y debido a un coágulo en su cabeza que le ha dejado medio paralizado no puede trabajar, por lo que tampoco puede tomar su medicación.
"Lo que quiera que como o bebo procede de las ONG", se lamenta. "La gente se morirá de hambre, no nos queda nada, no tengo joyas ni animales que vender", subraya. Por eso, su mensaje a los líderes mundiales es que "se pongan del lado de los pobres, que se están muriendo de hambre en sus casas y han dejado de enviar a sus hijos a la escuela". "En mi caso, no puedo permitirme el precio de un cuaderno y un lápiz", asegura.
Las agencias humanitarias han venido advirtiendo del riesgo de hambruna en Yemen, donde 16 millones de personas tienen problemas para garantizar su próxima comida. "Dependemos de la caridad de la gente para comer", explica Haifa, de 10 años y que ahora reside en Abs tras huir con su familia en varias ocasiones de la violencia.
"PENSABA QUE NOS IBAN A MATAR"
"No tenemos casa, no tenemos nada", se lamenta la menor, que reconoce que sintió mucho miedo cuando su casa resultó alcanzada en un bombardeo. "Pensaba que nos iban a matar, tenía miedo y me desmayé", recuerda. Ahora, según cuenta al NRC, "dormimos en el suelo y el agua que bebemos no está limpia".
"Antes solía ir a la escuela pero ahora ya no voy, no podemos permitírnoslo", cuenta Haifa, que antes de que su vida cambiara estaba aprendiendo a leer y soñaba con ser profesora. "Tenemos que comprar agua para beber y si no tenemos dinero pasamos sed. Solo comemos una vez al día y algunos días no comemos. Comemos un día y al siguiente no", asegura.
"Lo que nos está ocurriendo es tan injusto, es injusto para los niños y para todos", se queja. "Hoy en día cualquiera puede quedarse huérfano", subraya, lamentando que muchos niños hayan quedado huérfanos "pese a que no es culpa suya que haya guerra". "¿Cuántas veces más tenemos que irnos a la cama hambrientos?", plantea la pequeña.
La guerra está teniendo un fuerte impacto en los niños. Según UNICEF, alrededor de 1,2 millones de menores viven en zonas activas de conflicto en el país. Unos 360.000 se enfrentan a desnutrición aguda severa, lo que les dejaría a un paso de la muerte, y unos 3,7 millones han visto interrumpida su educación.
Entre ellos, además de Haifa, está Amir, de 16 años y que perdió a su padre en un bombardeo aéreo que alcanzó su casa en Hajjá. El propio Amir resultó herido. "Estaba en el mercado cuando se produjo el primer bombardeo, luego hubo un segundo que alcanzó cerca de la casa y destruyó todo. Intentamos huir tras el primero pero resultamos heridos", relata.
Amir fue trasladado inicialmente a Saná, la capital bajo control de los huthis, pero también aquí había bombardeos aéreos, así que tuvo que ser enviado a Amran, antes de volver a ser enviado a un hospital en la capital. No fue hasta después de regresar del hospital cuando supo que su padre había muerto, tras lo cual pasó una semana en coma.
"ANTES IBA A LA ESCUELA"
"Solía ir a la escuela pero tuve que dejarla después de que mi padre muriera", afirma el menor, que se hizo cargo del trabajo de su padre vendiendo huevos. "Mi vida ha quedado arruinada, se ha ido", se lamenta, reconociendo que aún le duele la cabeza por las heridas sufridas. "Mi infancia se ha ido desde que comenzó esta guerra, todo ha quedado destruido", añade.
Como todos, su mayor deseo es que la guerra acabe. "Espero que las partes en el conflicto se reconcilien y encuentren una solución para parar la guerra. Los yemeníes ya han sufrido bastante", sostiene Amir, a quien le gustaría volver a estudiar, "pero es difícil cuando uno no tiene fuente de ingresos".
Mohamed Abdulá coincide con él. "La única salida es una solución política en Yemen", sostiene este hombre que perdió a su madre, su hermano, dos hermanas y dos hijas, de 4 y 3 años, en un bombardeo en septiembre de 2016 en Amran. "Uno se va a dormir teniendo una familia y se despierta sin ella", se queja.
Cuando se produjo el bombardeo, Mohamed y su mujer se encontraban en Saná, a donde habían viajado dos días antes para llevar a su otra hija al hospital. Aún se acuerda de la despedida antes del viaje: "Estaba en la puerta y mi hija me gritó desde la ventana, '¿papá vas a abandonarnos?' Le dije que iba a llevar a nuestra hija pequeña al hospital y que volvería. Ella siguió pidiéndome que volviera, pero no regresé ese mismo día", se lamenta.
"Mi mensaje al mundo es que intervenga urgentemente para poner fin a esta guerra en Yemen. Necesitamos una solución política y la reconciliación entre los yemeníes, y que se nos dé ayuda", subraya. "La situación se deteriora cada día. Si la ayuda se detiene, Yemen terminará en una hambruna", previene.