MADRID 11 Nov. (EUROPA PRESS) -
Amigos y familiares de Carlos Palomino han convocado una manifestación hoy sábado entre las paradas de los metros madrileños de Usera y Legazpi por el décimo aniversario de su asesinato en un vagón del suburbano a manos de un militar ultraderechista.
Según los hechos probados recogidos en la sentencia, todo ocurrió el 11 de noviembre de 2007 cuando Josué Estébanez, de 24 años, se dirigió en metro a la estación de Usera, para asistir a la manifestación del partido ultraderechista Democracia Nacional. Al llegar a Legazpi, el acusado observó que en el andén se encontraba un grupo de cien jóvenes, que identificó como antifascistas que iba a boicotear la manifestación de Democracia Nacional.
Antes de que el tren se detuviese, sacó una navaja, al tiempo que bostezaba, yendo tranquilamente a situarse junto a una de las puertas del vagón, ocultando la navaja abierta y esperando a que entrasen algunos de los citados jóvenes para agredir a cualquiera de ellos con el menor pretexto por su enfrentada divergencia de pensamiento.
Entre los jóvenes, se encontraba Palomino, de 16 años, quien al acceder al vagón y percatarse que la estética de Josué se correspondía con la de un skin neonazi, le preguntó sobre su sudadera en la que visiblemente figuraba: 'Three-Stroke', marca que habitualmente usan personas de dicha ideología, a la vez que se la tocaba.
De repente, el acusado le asestó una fuerte puñalada en el tórax, entre el tercer y cuarto espacio intercostal izquierdo, con trayectoria de arriba-abajo, que penetró unos siete centímetros alcanzando el ventrículo izquierdo del corazón, y que le produjo la muerte poco después por un shock hipovolémico.
En vez de huir aprovechando la confusión generada, Josué se quedó en el interior del vagón que fue desalojado por sus oponentes ideológicos ante el temor de ser agredidos, recorriendo el mismo de un lado a otro blandiendo la navaja y profiriendo contra ellos frases como "guarros de mierda, os voy a matar a todos" y "Sieg Heil", al tiempo que realizaba el saludo nazi.
En su declaración, Josué señaló que apuñaló a Palomino en legítima defensa, "al verse acorralado por el grupo que acompañaba al fallecido". Sin embargo, los testigos certificaron que el asesino llevaba preparada su arma antes de que ellos entraran en el vagón estacionado en la parada de metro de Legazpi.
"Me siento arrepentido. Yo no quería quitarle la vida a nadie. Me entró mucho miedo y no supe reaccionar", confesó el acusado el último día de la vista oral, quien lamentó que "tenía una vida ya hecha". "No supe como reaccionar. Lo siento mucho", añadió Josué, haciendo uso de su derecho a la última palabra en el juicio.
A pesar de ello, el juez le condenó a 19 años de prisión por un delito de asesinato con la agravante de motivos ideológicos --algo que por primera vez se dio-- y 7 años de cárcel por un delito de tentativa de homicidio, absolviéndole de tenencia ilícita de armas y de amenazas. En cuanto a la responsabilidad civil, la Sala le condenó a indemnizar con 92.257,01 euros a la madre de Palomino y con 67.096 a su padre. El Supremo confirmó posteriormente la sentencia.
LOS HECHOS Y LAS REPERCUSIONES
El crimen originó infinidad de reacciones, como concentraciones y manifestaciones por la capital y otras ciudades españoles, con una participación de colectivos antifascistas pocas veces vista hasta entonces.
Unos días después del crimen, la zona de Embajadores fue el lugar de una batalla campal entre ultras de derechas e izquierdas y la Policía. Un grupo de los manifestantes lanzó botellas a los agentes y prendió fuego a los contenedores, por lo que los antidisturbios se vieron obligados a cargar contra la muchedumbre para dispersarla.
Tres meses después se repitió la batalla campal, esta vez en Lavapiés, entre más de dos centenares de antifascistas y neonazis congregados en los alrededores de la plaza de Tirso de Molina, donde ambos tenían previsto manifestarse.
Las manifestaciones por el primer y segundo aniversario de la muerte, en el que algunos asistentes portaban antorchas y amenazaron a la prensa, fueron multitudinarias. Carlos Palomino se había convertido en un símbolo del colectivo antifascista madrileño y un aglutinador a la hora de unificar sus luchas y demandas.
La madre de Carlos, Mavi Muñoz, creó una asociación de Víctimas de la violencia fascista, racista y homófoba para recoger y denunciar este tipo de agresiones y pedir la ilegalización de los partidos y plataformas neonazis. El año pasado, el Ayuntamiento de Madrid colocó en Paseo de las Delicias 145 una placa en homenaje al joven asesinado.