MADRID, 16 Nov. (EUROPA PRESS) -
El inquilino del piso de la calle Lagasca al que accedieron seis agentes con un ariete en 2021 ha negado que se celebraran fiestas clandestinas y ha afirmado que esa madrugada solo estaban reunidos un grupo de amigos tomando algo sin ruido en su domicilio particular.
La declaración se aleja de la versión de los policías que mantienen que el inmueble parecía "un local de alterne" o "una discoteca" con gente que no se conocía de diferentes países y que se saltaban las restricciones Covid en una época en la que solo podían estar bajo un mismo techo los convivientes.
El jurado popular del juicio que se celebra contra seis agentes de la Policía Nacional ha escuchado el testimonio de las personas que aquella noche se reunieron en este inmueble hasta que los agentes accedieron con un ariete derribando la puerta.
Los testigos mantienen que esa madrugada al no abrir la puerta eran conscientes de que estaban incurriendo en una infracción administrativa al infringir la normativa Covid vigente entonces pero niegan que estuvieran cometiendo delito alguno, lo que habría propiciado el acceso a la fuerza de los agentes. En instrucción, denunciaron el trato denigrante que habían recibido por parte de los agentes de la Policía Nacional.
El principal testigo que tiene la acusación es el dueño del piso, quien ha sido interrogado durante más de dos horas y media. Theo T. G., de origen británico, ha negado que en el inmueble se organizaran fiestas ilegales en pandemia, así como que aquella noche cometieran la ristra de infracciones penales que sostienen los acusados.
Se acusa al subinspector jefe del operativo y a cinco subordinados de la presunta comisión de un delito de allanamiento de morada, hechos por los que la acusación particular, que ejerce el letrado Juan Gonzalo Ospina, solicita dos años y medio de cárcel e inhabilitación para que se les aparte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Entre los testigos, figura una mujer que fue detenida por los policías después de que ésta les increpara. Esta joven, bisnieta de un ministro franquista, alegó falsamente que el inmueble era de su propiedad privada" y llamó "guarras, zorras y traidoras" a las mujeres que manifestaron a los agentes que querían salir.
Los acusados defendieron ayer que actuaron conforme a la legalidad ante la existencia de un delito flagrante por desobediencia grave frente a la negativa de los asistentes a identificarse hasta en 28 ocasiones, lo que les habilitó a acceder al interior sin necesidad de una orden judicial.
Las defensas mantienen que en el piso se estaba cometiendo una desobediencia grave a agentes de la autoridad; un delito de emisión de ruidos; otro delito de lesiones psíquicas; y delito de acoso o mobbing inmobiliario.
NO ERA UNA FIESTA NI HABÍA RUIDO
El denunciante, que fue uno de los detenidos en la intervención policial, ha expuesto que alquiló el piso en enero de 2021 por 1.800 euros mensuales y que su intención era pasar largo tiempo en España para adquirir la nacionalidad española.
Niega que lo alquilara para fiestas clandestinas y afirma que en el inmueble tenía sus pertenencia personales y su material de trabajo, en contra de la versión de los agentes que mantienen que el lugar era una "pocilga" en la que no se podía vivir y que parecía más "un local de alterne".
Según su relato, esa noche el grupo cenó en un restaurante y propuso acabar en su domicilio. Los agentes llamaron durante unos veinte minutos pero decidieron no abrir a sabiendas de que su negativa podría suponer una infracción administrativa.
Los agentes les advirtieron de que estaban cometiendo delitos pero ellos no les creyeron. "No había ninguna orden judicial para entrar", ha subrayado el testigo, indicando que eran conscientes de que estaban infringiendo las restricciones por el Covid.
"No era una fiesta porque no había música y solo estábamos tomando algo", ha dicho y ha aseverado que no estaban montando jaleo porque solo estaban hablando.
Los policías narraron ayer que días antes habían ido tres patrullas de la policía alertadas por los vecinos pero que tampoco les quisieron abrir, un extremo que ha negado el testigo.
Una vez que derribaron la puerta, según su relato, los agentes les separaron y les cachearon. Tras ello, le redujeron y le esposaron al asegurar los funcionarios que se estaba resistiendo, siendo trasladado a comisaría junto al resto de arrestados.