MADRID 30 Ago. (EUROPA PRESS) -
Los huertos urbanos están de moda y cada vez son más los vecinos de Madrid que cultivan sus verduras y hortalizas en los espacios desaprovechados de la ciudad con el objetivo de reivindicar una forma de vida más sana y natural así como para demostrar que otra forma de gestión de los espacios públicos es posible.
Al menos así lo defienden los participantes de la decena de huertos urbanos que han proliferado en Madrid. Algunos se hallan en zonas verdes como la Dehesa de la Villa o la Casa de Campo. Sin embargo, los más están ubicados en solares abandonados, zonas interbloques o parcelas en medio de la ciudad donde hasta hace poco se acumulaba la basura.
Hasta el momento, los huertos urbanos de la capital son Dehesa de la Villa (c/ Francos Rodríguez, 79), Huerto de la Ventilla (c/ Mártires de la Ventilla), La Piluka (plaza de Corcubión, 16), La Huertilla de Tetuán (c/ Tenerife, 19), Huerto de Adelfas (c/ Arregui y Aruej, 29), La Cabaña del Retiro, La Tabacalera (c/ Embajadores, 53), Ésta es una Plaza (plaza del Doctor Fourquet, 22), Patio Maravillas (c/ Pez, 21) y Huerto de la Casa de Campo (albergue de la Casa de Campo). Además, también hay un huerto en Leganés.
Ahora, estos espacios son vergeles de tomates, pimientos, maíz, melones, lechugas, rábanos, patatas, lentejas, judías, calabazas y hasta especies más exóticas como el ají de Ecuador. Además, flores y hierbas aromáticas completan unas plantaciones a las que todos pueden aportar su particular semilla... en sentido literal.
Después, los propios participantes consumen los productos que han plantado y cultivado, y algunos huertos más 'prósperos' venden sus productos a los vecinos del barrio, que se benefician así de alimentos sanos y ecológicos a precios más económicos y además cerca de casa.
Y es que estas iniciativas no tienen sólo un valor medioambiental, sino que también ayudan a crear comunidad y a fomentar la integración de las personas que conviven en un mismo barrio y que cada vez tienen menos espacios en los que encontrarse.
Citas para regar o para planificar las épocas de siembra y recolección, encuentros para decidir qué productos plantar o donde aprender nuevas técnicas, e incluso compartir recetas para disfrutar después sobre el plato de lo trabajado en la tierra... Todas son buenas excusas para pasar un rato en el huerto, en una ciudad en la que, como en Madrid, parecía una utopía poder vivir con el jardín detrás de casa, casi como en un pueblo.
La única condición: que todo sea ecológico, sin productos químicos, ni pesticidas ni abonos comerciales. Una moda que ya ha prendido con fuerza en ciudades de toda Europa y que cada vez gana más adeptos también en Madrid.