Los investigadores van a analizar también la presencia de garrapatas, que se han detectado por primera vez como especie 'invasora'
MURCIA, 7 Dic. (EUROPA PRESS) -
El profesor titular del área de Toxicología de la Universidad de Murcia (UMU), Miguel Motas Guzmán, partirá esta Navidad a la Antártida para investigar la presencia en la zona de contaminantes orgánicos derivados de los plásticos que han sido descubiertos recientemente y cuyo efecto podría ocasionar desde problemas reproductivos hasta problemas en el sistema nervioso, en función de su concentración.
Se trata de los contaminantes denominados ftalatos, perfluorados y bisfenol A, que están presentes en los plásticos y envases de uso doméstico y cotidiano. Estos compuestos reciben el nombre de contaminantes 'emergentes' porque su descubrimiento "es muy reciente" y, de hecho, se les ha empezado a dar importancia en el último año, cuando se ha empezado a estudiar su efecto en humanos.
En declaraciones a Europa Press, Motas explica que estos compuestos plásticos son utilizados por la industria y se dispersan por mar y aire, por lo que "tarde o temprano llegan a los polos", por ejemplo, a través de la nieve. De momento, los investigadores de la UMU han detectado su presencia en la Antártida, y su intención ahora es averiguar la evolución de su concentración y el efecto en la fauna.
Para ello, van a investigar sus niveles en los excrementos de los pingüinos (guano), porque estos animales absorben contaminantes del agua y de los alimentos con los que se alimentan, principalmente unos crustáceos muy pequeños llamados krill. El pingüino absorbe porcentajes limitados del contaminante, por lo que puede depositar cantidades considerables de los mismos a través de los excrementos.
Asimismo, los científicos van a tratar de averiguar si los pingüinos actúan ellos mismos como agente contaminante, al concentrar sus excrementos en una misma zona en la cual realizan sus deposiciones. Los investigadores manejan esta hipótesis y van a tratar de comprobar si es así a través de la realización de grabaciones y fotografías para estimar aproximadamente la producción de guano en la colonia.
En base a la concentración de los contaminantes presentes en el guano y de la población estimada de pingüinos, los científicos podrán calcular la cantidad neta de tóxicos que se están concentrando en el entorno para comprobar si se puede tratar de un problema medioambiental, explica Motas.
El científico murciano avanza que la concentración detectada en guano no es "representativa" de la que tienen los animales en su organismo, ya que estos animales eliminan una gran cantidad de contaminante, que además es variable en función de diversos factores, pero advierte que el hecho de que haya contaminantes en cantidades considerables obligaría a designar los lugares que habitan estos animales, denominados pingüineras, como zonas de concentración de contaminantes.
Los contaminantes presentes en el guano podrían disolverse y extenderse en el entorno a través de la escorrentía o el deshielo. Incluso, destaca que en función de los tipos de contaminantes y de su concentración, podrían llegar a introducirse en la cadena trófica y afectar a otros animales que hagan vida alrededor de la pingüinera.
No es la primera vez que Motas visita la Antártida. Ya lo hizo en 2009, cuando detectó la presencia de contaminantes inorgánicos en varias especies de pingüinos, tales como metales pesados y plaguicidas, achacables a la actividad humana a nivel local y el calientamiento global. La concentración de estos contaminantes no era dañina para los animales, pero era "preocupante" porque su presencia en una zona tan "pura del planeta" es "reveladora".
CONTAMINANTES 'EMERGENTES'
Además, una de sus compañeras, Silvia Jerez, describió en su tesis dirigida por Motas, la presencia de otros contaminantes orgánicos que ahora van a ser estudiados más en profundidad.
Motas especifica que entre los contaminantes 'emergentes', hay compuestos organoclorados que proceden de insecticidas y de la actividad industrial, así como de sustancias que se emplean como estabilizantes de plástico; mientras que el bisfenol A se empleaba, por ejemplo, para fabricar las tetinas de los biberones generando una gran polémica.
Hasta ahora están presentes en compuestos plásticos y envases a nivel doméstico, pero se ha descubierto que estos productos "no son inertes" y que tienen "cierta capacidad tóxica". De hecho, su presencia se está empezando a medir en países indutrializados, siendo Estados Unidos pionero en proceder a su detección en sangre.
Los investigadores están preocupados porque estos compuestos, en pequeñas cantidades, pueden actuar en el organismo como las hormonas sexuales femeninas denominadas estrógenos, originando problemas en la reproducción. En concreto, dificultan la fertilidad, las puestas de huevo y adelgazan el grosor de la cáscara del mismo, con lo que disminuye su viabilidad.
Por todo ello, las crías nacen con menos peso, más frágiles, y al afectar al sistema inmunitario, son más sensibles a enfermedades. Todo esto puede provocar un problema de supervivencia de la especie. En grandes cantidades, incluso, llega a afectar al sistema nervioso y a la fisiología del pingüino, pero Motas cree que no van a encontrar concentraciones tan altas.
INVESTIGARÁN LA PRESENCIA DE GARRAPATAS
La expedición científica no se encargará sólo de estudiar contaminantes, sino que también va a investigar los parásitos existentes en la Península Antártica.
Entre estos parásitos, van a analizar una especie que ha sido también descubierta por primera vez y de forma novedosa en la Antártida: las garrapatas, las cuales se han instalado allí presumiblemente como consecuencia del cambio climático.
En concreto, se trata de garrapatas específicas de las aves y se podrían considerar como una especie 'invasora', que se extiende con el cambio climático, al igual que sucede con otras especies vegetales y algunos hongos.
En este caso, los investigadores van a medir la concentración de garrapatas y si su población aumenta con respecto a la observada el año pasado.
CALENDARIO DE LA EXPEDICIÓN
Motas viajará en el marco de un proyecto español que estudia el cambio climático y su efecto en los pingüinos, impulsado por el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, la Estación Experimental de Zonas Áridas de Almería y la UMU.
Aunque es la segunda vez que Motas viaja a la Antártida, este toxicólogo murciano explica que la expedición se enmarca en un proyecto que ha continuado año tras año desde 2009. Aunque él no tuviera que desplazarse, ha estado recibiendo muestras de otros compañeros allí destinados.
Por tanto, la peculiaridad es que este año Motas tendrá que volver a viajar a la Isla Decepción, situada en las Islas Shetland del Sur, frente a la Península Antártica, y pasará en su camino por otros emplazamientos como la Isla Elefante.
Motas advierte que, hasta el último momento, no ha estado claro si iba a haber Campaña Antártica este año por la crisis. Por ello, los investigadores españoles han recurrido a la cooperación internacional y viajarán con barcos de Brasil y Chile, por lo que tendrán que ajustarse a sus planes.
El investigador partirá de Murcia el 28 de diciembre y llegará a su destino el 20 de febrero, coincidiendo con el verano austral, por lo que encontrará temperaturas más benignas que oscilan entre los -10 y los 0 grados centígrados, así como luminosidad total durante lo que debería ser noche.
Motas recuerda que la Isla Decepción es el cráter de un volcán submarino que emerge y que tiene un lago interior, el cual parece que está despertando y se encuentra en actividad. Por ello, será preciso desenterrar la Base científica Gabriel de Castilla de la nieve y que bajen en primer lugar los vulcanólogos y sismólogos, para comprobar si hay riesgos.