Asegura que la intención fue siempre detener el vehículo, lo que corrobora su compañero, mientras testigos dan versiones contradictorias
MURCIA, 14 Jun. (EUROPA PRESS) -
El agente de la Guardia Civil acusado por el fiscal por homicidio imprudente, al herir mortalmente a un sospechoso de robo en el transcurso de una persecución, ha declarado este miércoles que creyó ver el cañón de una escopeta, que su compañero y él estaban en peligro, así como que la intención fue siempre detener el vehículo, "no herir a ningún ocupante".
Los agentes en cuestión buscaban un coche concreto ante unos robos ocurridos en Caravaca de la Cruz y Calasparra en enero de 2006, aunque, según ha declarado el agente acusado, pararon en la gasolinera donde ocurrieron los hechos al considerar sospechoso otro vehículo, un Toyota, en el que se encontraban, casualmente, los autores de los robos.
El agente, que está siendo juzgado en la sección segunda de la Audiencia Provincial de Murcia, ha asegurado que la intención fue en todo momento "identificar a los ocupantes del vehículo", que éstos "claramente" vieron que era un agente de la Guardia Civil porque se encontraba delante del coche, pero hicieron caso omiso del alto que le dieron, y lo atropellaron de refilón, cayendo al suelo.
Tras lo que escuchó disparos, creyendo que venían del vehículo, "pero no supe hasta después que eran los de mi compañero", se irguió y efectuó siete disparos con el coche en movimiento, "apunté hacia las ruedas; fue todo muy rápido".
El agente ha reconocido que fue asistido en el hospital de Cieza por las heridas tras la caída y que estuvo de baja por las lesiones, así como que la Guardia Civil no le abrió expediente disciplinario por los hechos, y tras investigación interna por el uso de arma de fuego.
Su compañero ha declarado que sospecharon del vehículo porque era de madrugada y no era un vehículo típico de la zona (trabajadora), "fue por intuición", así como que uno de los chicos estaba comprando cuando ellos llegaban, que pidió la documentación a los jóvenes, que no hicieron caso al alto, que le pareció ver un arma, que el vehículo aceleró y atropelló al acusado y fue entonces cuando disparó "a la rueda de atrás derecha".
Ha añadido que el agente acusado se levantó del suelo y empezó a disparar, "todo ocurrió en nada" y ha sostenido, como el acusado, que posteriormente subieron al vehículo y que encontraron el Toyota tras chocar contra el quitamiedo, que uno de los jóvenes huyó, detuvieron a otro y había un herido, solicitando una ambulancia. También que inspeccionaron el vehículo y no encontraron ningún arma pero sí una barra de hierro.
Por su parte, los ocupantes del vehículo que conducía el joven fallecido, han dado una versión distinta de los hechos, entrando en contradicción entre ellos mismos. Y es que para el segundo testigo, el que estaba de copiloto, bajaron los tres ocupantes a comprar en la gasolinera algo de beber mientras que para el otro, sólo fue él.
El primer testigo habla de que se introdujo en la parte trasera corriendo y que en el momento que salía el vehículo en el que viajaba, un solo agente les disparaba; sin embargo, para el otro, los dos agentes bajaban del coche patrulla cuando él subía al coche, que era de tres puertas.
Los hechos ocurrieron en enero de 2006, cuando el agente, acusado, junto a su compañero se percataron, tras el aviso por radio, de una alerta por varios robos en Caravaca de la Cruz y Calasparra donde, al parecer, varios individuos podrían ser los autores.
Los agentes lograron identificar el vehículo sospechoso y aún en el interior del vehículo, el procesado creyó ver que el conductor manipulaba el cañón de una escopeta y alertó a su compañero que iban armados.
Instante en el que el conductor del vehículo sospechoso desobedeció las órdenes y en la trayectoria del coche y pensando que iba a ser atropellado, el agente sufrió un golpe en la rodilla y cayó al suelo.
De forma simultánea el otro agente, compañero del acusado, desenfundó su arma reglamentaria y efectuó varios disparos a la rueda del coche sospechoso tras arrollar al otro guardia civil. En el segundo en el que el acusado cayó al suelo oyó esos disparos pero al desconocer si los había efectuado su compañero o el sospechoso disparó contra el turismo, atravesando uno de los disparos la puerta del conductor, que alcanzó al conductor en el costado causándole la muerte.
Para el fiscal, los hechos son constitutivos de un delito de imprudencia grave con resultado de muerte, por el que procede imponer la pena de dos años de prisión, así como indemnizar a los perjudicados en 95.000 euros.
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