MADRID, 1 May. (EUROPA PRESS) -
La publicación el próximo martes 3 de mayo en el BOE del decreto de disolución de las Cortes supone el fin de la Legislatura más corta de la democracia tras cuatro meses y medio en los que ha primado el intento o la simulación de pactos entre las diferentes fuerzas políticas para culpar al contrario de la repetición de las elecciones generales.
Las posibles opciones de acuerdos que se abrieron después del 20 de diciembre se fueron pulverizando por los intereses cruzados de los partidos, que han impedido lograr un pacto de gobernabilidad viable para la XI Legislatura, ya convertida en la más corta de la democracia española.
El primero en dar el paso para intentar un acuerdo fue el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, quien lanzó la idea de una "gran coalición" de su partido con el PSOE y Ciudadanos al día siguiente de los comicios.
Rajoy inició para ello una ronda de contactos con Pedro Sánchez y Albert Rivera, en la que también incluyó al líder de Podemos, Pablo Iglesias. Pero el "no es no" de Pedro Sánchez a la propuesta del presidente del Gobierno en funciones bloqueó toda posibilidad de negociación entre ambos y marcó su nula relación posterior, que ya venía deteriorada de antes.
Sobre todo desde el 'cara a cara' que ambos tuvieron en la campaña electoral en la que Pedro Sánchez había acusado a Mariano Rajoy de ser "indecente" por los casos de corrupción de su partido. A lo que el candidato popular respondió acusando al candidato socialista de "miserable" y "ruin".
Esta posición de Pedro Sánchez de no pactar con el PP se vió reforzada en el Comité Federal del PSOE del 28 de diciembre. Pero los 'barones' socialistas fueron más allá al marcar el camino de Sánchez y segaron literalmente las dos posibles vías de pacto que podía tener el candidato socialista: la 'gran coalición', porque le prohibieron expresamente el acuerdo con el PP y el posible pacto con Podemos y los independentistas catalanes, porque le negaron la opción de pactar con quien defendiera un 'referéndum' independentista en Cataluña.
A partir de ahí, la aspiración de Pedro Sánchez de ser presidente del Gobierno se centró en buscar una 'tercera vía', que puso en marcha tras recibir el encargo del Rey Felipe VI, en una segunda ronda de contactos. El Monarca había ofrecido formar gobierno, en la primera ronda de consultas con los partidos, a Mariano Rajoy, quien lo rechazó alegando que no tenía los votos necesarios para la investidura.
El 'no' de Rajoy, contra todo pronóstico, a la propuesta del Rey propició una segunda ronda de consultas, en la que Pedro Sánchez se ofreció a Felipe VI asegurando que él podría lograr los apoyos necesarios para la formación de gobierno. Pero el candidato socialista se llevó el primer revés antes de haber terminado la conversación con el Rey.
Le había precedido en la consulta el líder de Podemos, Pablo Iglesias, quien convocó a los medios mientras el dirigente socialista estaba aún reunido con el Rey aceptando la propuesta de formar gobierno.
El líder 'podemita' lanzó su propuesta: formar parte del Gobierno de Pedro Sánchez, con una vicepresidencia casi plenipotenciaria, que ocuparía él e incluiría, entre otras cosas, el control de los servicios secretos, el BOE y una Secretaría de Estado contra la corrupción integrada por las Fuerzas de Seguridad, Hacienda y Aduanas, así como media docena de ministerios.
Sánchez conoció el planteamiento en el camino de regreso al Parlamento desde Zarzuela. Su primera reacción fue tibia y de sorpresa. Sin embargo, desde su partido no tardaron en acusar a Pablo Iglesias de
intentar humillar al PSOE. La osadía del líder del partido morado acabó disuadiendo a los socialistas de la primera opción que barajaron, intentar un acuerdo con Podemos.
A partir de ahí, el PSOE forjó una alianza con C's, el único partido cuyas propuestas no estaban vetadas por los 'barones' del PSOE y que se avenía a negociar sin condiciones previas.
Con el pacto en la mano, sellado por Sánchez y Rivera en un acto en el Parlamento al que se pretendió dar "solemnidad", el candidato socialista y el del partido naranja se lanzaron a presionar a los partidos de los que dependía que Pedro Sánchez pudiera ser presidente, trazando en cualquier caso una especie de cordón sanitario contra el PP.
PRESION PARA UNA TERCERA VÍA
Los de Rivera apretaban a los populares para que se abstuvieran en la votación de investidura alegando que podían ser los culpables de que el PSOE se entregara a Podemos o de que se tuvieran que repetir las elecciones.
Los socialistas, que esgrimían estar respaldados por 130 escaños --los de PSOE y C's-- trataron de presionar a Podemos bajo el argumento de que serían los culpables de que Rajoy siguiera siendo presidente durante más tiempo, y de que transcurrido el plazo, se repitieran los comicios.
Esa precisamente ha sido una de las estrategias de todos los partidos durante estos 134 días de simulación de pactos, echar la culpa al contrario de que se tengan que repetir las elecciones: lo han esgrimido los populares contra el PSOE, los socialistas contra el PP y Podemos, los de C's contra los populares y los de Podemos contra el PSOE.
Así se llegó a la sesión de investidura en la primera semana de marzo, con dos votaciones que constataron el fracaso de Pedro Sánchez, después de unos debates 'broncos' en el Parlamento y en los que los partidos no se movieron de sus posiciones iniciales. Resultado: 219 votos en contra y 131 a favor, los de PSOE, C's y CC.
Tras el revés sufrido por Sánchez en la primera investidura fallida de la democracia, el candidato socialista ha seguido intentando el apoyo de Podemos. Pero el partido morado ha ido rechazando reiteradamente sentarse con los socialistas mientras no rompieran el acuerdo que tenían con C's. Finalmente, tras la Semana Santa, Iglesias accedió a un encuentro con Sánchez.
Este encuentro pareció haber desbloqueado las posibilidades de negociar y el PSOE logró sentar a todos en una mesa el pasado 7 de abril. Acudieron 18: los negociadores de Podemos, encabezados por Pablo Iglesias --que desplazó a Iñigo Errejón en la responsabilidad de la negociación--, los de C's y los del PSOE. Un encuentro al que Iglesias fue con un documento de 20 propuestas en las que rebajaba algunas de las pretensiones máximas de su programa, pero mantenía el reconocimiento del derecho de autodeterminación y dejaba claro que lo que pretendía era sustituir las 200 propuestas del acuerdo PSOE-C's por las de un gobierno de izquierdas "a la valenciana".
La formación naranja dejó claro que, salvo matices, no estaban dispuestos a ninguna cesión del acuerdo que tenían con el PSOE y que tampoco les valdría una abstención de Podemos, sino que buscaban un "si". Aún así, los socialistas se mostraron esperanzados en lograr un acuerdo, aún cuando C's se levantara de la mesa de negociación.
Pero Pablo Iglesias no quiso comparecer ese mismo día, dejó su valoración para el siguiente. De nuevo y acompañado de su equipo de confianza, expuso ante la prensa que no habría acuerdo con el PSOE. Y aunque el portavoz socialista Antonio Hernando advirtió que no habría más ofertas, al día siguiente, Sánchez volvió a tender la mano.
Mientras tanto, Rajoy había afirmado que llamaría a Sánchez si éste desistía en sus intentos con Podemos. Algunos populares insisten en que se han producido llamadas, pero desde Moncloa no se han confirmado. Lo cierto es que no se ha producido ninguna reunión más de Rajoy y Sánchez.
El último intento a la desesperada de lograr un acuerdo lo protagonizó Compromís, que puso sobre la mesa un documento de 30 propuestas el mismo día en que acababan las consultas del Rey. Pero aunque el PSOE se mostró dispuesto a hablarlo y lanzó una contrapropuesta, Pablo Iglesias fulminó cualquier posibilidad acusando a los socialistas de haberlo rechazado.