Publicado 27/05/2014 12:00

Antonio Casado.- Europeas españolas

MADRID 27 May. (OTR/PRESS) -

Que se desplomaba el bipartidismo y que uno de los dos grandes se adjudicaría una victoria sin alas estaba cantado en encuestas y estados de opinión. Es el reproche de los electores a los partidos centrales, PP y PSOE, por no habernos sacado del agujero de la crisis. Sin embargo, ni el desplome del bipartidismo cambia nada en las relaciones de poder, a pesar de haber perdido cinco millones de votos, ni la victoria del PP da para celebraciones en el partido de Rajoy.

Dicho sea como contrapunto a los dos trazos gruesos del análisis. Uno, la caída en desgracia del bipartidismo. Y otro, el triunfo del PP. Quede claro: el bipartidismo aún goza de buena salud pues ha pasado de acumular muchísimo poder a acumular mucho poder. No hay razón para pensar que eso va a cambiar el funcionamiento del sistema de representación política. Ni en Europa ni en España. Y quede claro también que el PP ha ganado estas elecciones con el peor resultado de su historia (no cuenta su vida anterior con las siglas fraguistas de AP).

Asimismo estaba previsto el ascenso de los partidos intermedios y la irrupción de los emergentes. Por la misma razón que se explica el descenso de los dos grandes: la crisis económica. A los grandes se les castigó con pasotismo y votando a partidos menores que no han tenido la menor responsabilidad en la gestión de los intereses generales. Una motivación que, a mi juicio, se ha manifestado con tanta intensidad por tratarse de unas elecciones en las que el voto de castigo a los partidos centrales de casa no compromete a nada. Digamos que era gratis abofetear en las urnas al PP, o al PSOE (cada uno se ha dejado dos millones y medio de votos), sabiendo que eso no cambiaría sustancialmente nada en el mapa del poder, al no estar en juego la Moncloa ni la vigente mayoría absoluta de la que goza el PP en el Congreso.

A escala europea ocurre aproximadamente lo mismo. Hay una victoria sin alas de los "populares" en el contexto de un desplome en la facturación electoral de los dos grandes fuerzas, populares y socialistas, aunque no tanto como para impedir que uno de los dos, o una concertación de ambos, que es lo más probable, sigan cortando el bacalao en Bruselas. De todos modos el suceso electoral del 25 de mayo es la victoria de los euroescépticos de la extrema derecha francesa. Pero solo como aviso a navegantes, pues es un ataque a la genética de la Europa nacida a la luz de los valores de paz en democracia, justicia social y respeto a los derechos humanos. Es para tentarse la ropa teniendo en cuenta que Francia es un semillero ideológico.

Volviendo a España, para el análisis y las expectativas políticas inmediatas queda el impacto de los resultados de las elecciones europeas en dos cuestiones estrictamente domésticas. Una, la ofensiva soberanista del nacionalismo catalán, que queda afectada por el cambio en la relación de fuerzas ERC-CiU. Y otra, el futuro del PSOE, donde se avecina una convulsión interna de ideas, programas y liderazgo.

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