Actualizado 24/09/2010 14:00

Rosa Villacastín.- El abanico.- Una huelga sin razón

MADRID 24 Sep. (OTR/PRESS) -

Estamos como quién dice a las puertas de una huelga general, una huelga que como todo el mundo sabe afectará a los que menos tienen, a los trabajadores que se levantan dos horas antes para llegar puntualmente a su trabajo, ni siquiera a Sus Señorías del Congreso o del Senado, ya que los representantes del pueblo están exentos de secundar este tipo medidas, tampoco al Ejecutivo, por lo que quiero pensar que esa mañana o no saldrán de sus casas o si lo hacen será en el coche de San Fernando, un ratito a pié y otro ratito andando.

Qué la huelga es un derecho nadie lo discute, pero estarán de acuerdo conmigo que hoy en España no se da el clima social, laboral o económico que obligue a los sindicatos a paralizar el país por tierra, mar y aire, por más que se haya llegado a un acuerdo sobre los servicios mínimos.

Y pregunto: ¿Qué será de esos ancianos, impedidos, que viven solos, y que esperan ansiosos que despunte el día para que llegue su asistenta, les ayude a levantarse de la cama, a asearse, y les den de desayunar ya que su vida depende de la buena voluntad de esa otra gente que corre de casa en casa para sacarse un sueldo con el que mal llegar a fin de mes?. ¿Qué será de esos otros enfermos que tienen que acudir a los centros de día porque su estado físico y económico les impide permanecer en sus casas? ¿Qué de esas otras personas que se desplazan de una ciudad a otra para hacerse la diálisis, o para que les den la quimio? ¿Qué de esa madre que tiene que dejar a su bebé en brazos de una empleada de hogar o en casa de sus padres porque tanto ella como su marido no pueden permitirse el lujo de decirle al jefe que ese día se lo van a coger libre porque hay unos señores que les impedirán acceder a la oficina, a la pescadería, a su lugar de trabajo?.

Quiero imaginar que tanto en CC.OO como en UGT, habrán analizado concienzudamente lo que para mucha de esta gente significa que no les permitan acudir a su trabajo, no sólo porque les quiten un día de sueldo, sino por el trastorno involuntario que hacen a quiénes ni siquiera tienen la capacidad de decidir si apoyan la huelga o no.

Hay muchas formas de protestar contra las medidas aprobadas en el parlamento, muchas, pero han escogido la que más daño hace a una sociedad que está sufriendo en sus carnes la peor crisis en muchos años. Una sociedad que vive con miedo el presente y el futuro. De ahí el rechazo y la indiferencia de los ciudadanos ante este llamamiento de los Sindicatos, que pase lo que pase van a ser los más perjudicados.

Yo diría que más que huelgas generales lo que deberían hacer los representantes de los trabajadores, es adaptarse a las necesidades de los nuevos tiempos, de las nuevas mentalidades de la gente, pues de lo contrario corren el riesgo de que sean cuestionados por políticos que como Esperanza Aguirre les gustaría que desaparecieran de la faz de la tierra. Y no es eso, el papel de los sindicatos sigue siendo tan necesario como valido, mientras existan empresarios modelo Díaz Ferran, actual presidente de la CEOE.

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