MADRID 26 Mar. (OTR/PRESS) -
Una ciudadana francesa se negó a sumarse a las festividades de Semana Santa y se suicidó ilegalmente para escapar a un dolor incurable. Como la mayoría de los países, atentos al bienestar de sus súbditos, la República Francesa no admite la eutanasia. Una ley de 2002 la admite en Bélgica, un país disparatado. En Semana Santa, Bélgica, que aún no ha escarmentado, nombró a un gobierno compuesto por cinco partidos de diversas lenguas, unidos sólo por el deseo de patearse entre sí o de separarse de los demás. Imaginen un gobierno con Acebes, Otegui, Carod-Rovira y Bermejo, todos ellos presididos por Ibaretxe.
Un médico belga había invitado a la ciudadana francesa a ir a morir en paz a Gante. El día de San José, Hugo Claus, natural de Brujas, usó de sus derechos legales y se libró para siempre de una enfermedad de Alzheimer. "Esto se ha acabado", dijo, más o menos, en dialecto flamenco. No importaba que Claus fuera, hubiera sido, el mayor escritor europeo de las últimas décadas. Murió como escribió, sin respetar los valores, aunque, en la tradición barroca de su patria, fue asistido en sus últimas horas por el primer ministro Verhofstad, que, a la misma hora, se despedía de la política. Un obispo español ha comentado que la eutanasia no es buena porque Jesús no recurrió a ella en la cruz. Como se ve, en España aún florecen los teólogos.
Florecen menos los lectores y aquí se ha glosado poco o nada la eutanasia de Hugo Claus. Pero es verdad que los españoles estaban ocupados en la formación de su nuevo gobierno y en vestirse de romanos y capirotes. El "esto se ha acabado" de Claus, un gigante que, desde 1929, había comido, pintado, compuesto poesía, realizado cine, blasfemado, fornicado (con Sylvia Kristel, "Emmanuelle", entre otras), teatralizado, novelizado, como un monstruo de todos los sentidos interiores y exteriores, merece atención, sin embargo. Todos los países avanzados, diga lo que quiera el obispo teólogo de marras, van a plantearse la regularización de la eutanasia.
Entiéndase bien que la eutanasia, como el aborto, sólo son problemas cuando afectan a una persona individual. Sería apresurado aplicar el principio a grupos de personas y menos aun a masas de personas. Un eximio expresidente español ha celebrado el quinto aniversario de Irak - también caía en Semana Santa - afirmando que volvería a hacer lo que hizo. El aspirante a sucederle en el cargo recalcaba totalmente en serio que el efecto de Irak ya estaba descontado. Que una persona acabe con su vida está muy mal. Que un troglodita acabe con la de trescientos mil para librarlos de una dictadura incurable es un beneficio obvio para la humanidad, para la democracia, para la decencia, para la lógica. Aunque no se sabe si a los iraquíes se les aplica lo de la resurrección de la carne.
Agustín Jiménez.