MADRID 23 Ene. (OTR/PRESS) -
¿Y por qué os da tanto miedo la posible elección de Sánchez del PSOE de toda la vida? Te lo preguntan así, incluyéndote en un plural que no se sabe muy bien a quién engloba pero que suena a que eres un paniaguado del PP. Pero se equivocan, claro. Ni uno es del PP ni le da ningún miedo que Sánchez pueda llegar, en su momento, a ser presidente del Gobierno. El secreto está precisamente ahí, en esas tres palabras que he puesto entre dos comas: en su momento.
Puesto a especular con imposibles no tengo el menor problema en admitir incluso para hoy mismo la absurda posibilidad de un gobierno de Sánchez del PSOE de toda la vida con la ayuda explicita o no del PP; naturalmente este caso no se va a dar porque sería completamente absurdo, pero hasta ahí llego.
A ver; lo que da miedo, lo que a muchos nos hace recelar de una coalición de Sánchez con casi todos para llegar al poder es el precio -los precios- que tendría que pagar el líder del PSOE a unos y otros, el descentramiento del propio partido más que centenario, las más que probables crisis internas y un parón excesivo en la recuperación económica de España que mal que bien viene sucediendo estos dos últimos años.
Cada uno de estos temores habría que desarrollarlo en muchas más líneas de las que se dispone en una columna, pero en esta semana que termina, después de que Pablo Iglesias se maravillara viendo ciervos en las cercanías del Palacio de la Zarzuela, más o menos los colegas han incidido en estos aspectos y es evidente que no se puede llegar a La Moncloa debiendo tanto a tantos. El problema de Sánchez es que necesita de muchos y aun se agrava más cuando entre esos muchos empiezan ya a surgir problemas, se habla de traiciones y comienzan las deserciones. A esto habría que añadirle la famosas rayas rojas -en mala hora se inventó la expresión- del inexistente derecho a decidir o intenciones claramente soberanistas. Si Sánchez cede o amortigua en eso, el PSOE dejaría de ser el PSOE y si no lo hace y pese a todo llega al poder, gobernará bajo la nube del chantaje perpetuo después de haber cedido ya demasiado terreno.
¿Qué puede unir a unos y otros? El deseo nada disimulado sino explícito y bien explícito de que el PP no gobierne de ninguna manera. Bien. Es legítimo pero no parece del todo democrático ni lógico que el principal partido en la oposición, en unas circunstancias tan especiales, ni siquiera se preste a escuchar lo que pueda decirle el presidente en funciones del país y representante del partido ganador en las elecciones.
Pero al margen de las formas habría que ir al fondo. La incompatibilidad manifiesta del PSOE de Sánchez con el PP es la reforma laboral. Ya han anunciado que la piensan derogar en cuanto tomen posesión si es la que eso ocurre. Y lo harán entre las ovaciones de los que les acompañan en ese camino mientras Bruselas pide aún más ajustes. Son muy dueños de prometer lo que quieran a los españoles, pero luego hay que ir a Europa a explicar las medidas porque estamos metidos en ese club. ¿Cabe la posibilidad de que nos ocurra lo que a Tsipras? ¿Podemos anunciar el fin de la austeridad, subidas de salarios, pensiones dignas, mínimos vitales etc.? ¿Han echado cuentas y les cuadra? ¿Saben cómo reaccionarían las inversiones? ¿Seguiría creciendo la economía que es la única forma -se diga lo que se diga- de crear empleo?
A nadie le da miedo a estas alturas un gobierno del PSOE; hasta ahí podíamos llegar. Lo que sí creo es que a bastantes del PSOE les puede dar miedo un gobierno de Sánchez tal y como hoy lo pretende.