MADRID 15 Abr. (OTR/PRESS) -
Polarización, enfrentamiento y reyerta política entre contrarios. Es la marca de los tiempos en el ecosistema teóricamente democrático en esta parte del mundo. El sesgo se remarca con la reaparición en la escena internacional del fenómeno "Trump" como figura emblemática de la política basura. Y Ecuador no iba a ser una excepción. Lo sabemos tras la obligada inmersión en la realidad del país recién pasado por las urnas. En este caso el eje principal de la pugna no ha sido ha sido la pobreza, la desigualdad, el narcotráfico, la corrupción o el terrorismo, sino la seguridad.
La segunda vuelta de las elecciones presidenciales, que enfrentaban al derechista Daniel Noboa (ADN 7) con la izquierdista-correista Luisa González (Revolución Ciudadana), con desenlace claramente favorable al primero, giró sobre la mejor forma de acabar con la inseguridad ciudadana que ha convertido al Ecuador, que tradicionalmente había sido un remanso de paz, en el país más violento de Latinoamérica.
El antedicho desenlace se acompasa al ritmo de los precedentes que van configurando una América desengañada de una izquierda asociada a los regímenes dictatoriales de la Cuba castrista, la Nicaragua de Ortega o la Venezuela de Maduro. Más bien la ola emergente recientemente impulsada por el triunfo electoral de Donald Trump en los EE EUU. se reconoce en Bolsonaro (ex de Brasil), Milei (Argentina), Bukele (El Salvador), en nombre de los dogmas conservadores y neoliberales.
En cuanto al hilo conductor de lucha contra la violencia sin reparar en medios, está claro que el modelo es Nayib Bukele, presidente de El Salvador, muestra viviente de una escandalosa normalización de una violación instrumental de los derechos humanos. El mantra gana terreno, incluso en antiguos votantes de la izquierda. A saber: bienvenido sea el atropello de la dignidad humana si sirve para reducir las escalofriantes cifras de asesinatos. Es lo que se ha contagiado a Ecuador (unas 800 muertes violentas sólo en el pasado mes de febrero), cinco minutos después de que el propio Donald Trump se acogiese a la "generosidad" de Bukele y se aplicase el cuento con la deportación de inmigrantes latinoamericanos a las siniestras cárceles salvadoreñas.
Ahora hemos visto cómo Daniel Noboa, 37 años, hijo de un magnate bananero, no esconde su afinidad al discurso de Trump en el norte y de Bukele en el sur. He ahí la semilla de la "ilustración oscura", que produce frutos tan distintos como la deportación de inmigrantes en EE. UU., el genocidio de gazaties como paso previo a la explanación de la franja de Gaza para convertir el terreno en activos inmobiliarios, la motosierra de Milei o de Musk contra los trabajadores de la esfera pública, o las cárceles de Bukele. Más de lo mismo es lo que Noboa lleva en la mochila para cuatro años más en la presidencia de Ecuador.