MADRID 2 Nov. (OTR/PRESS) -
Me inspira el título de esta columna la consigna de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Layen. No está reñida con el clamor de los expertos nacionales que presionan a los poderes públicos para que, a la vista de los mapas de zonas inundables, se revisen los planes de emergencia y se asuma que el cambio climático es un precursor de tragedias como la que estamos viviendo en la Comunidad Valenciana. Pero sí está reñida con la absurda tendencia nacional a politizar todo.
Núñez Feijóo, ha olvidado la máxima inspirada en el sentido común que la aconseja esperar sentado la caída de Sánchez. Sus eventuales propuestas siempre serán menos rentables que las hogueras donde arde el crédito del Gobierno. Pero el líder del PP cayó en la tentación de confrontar respecto a la forma de gestionar la tragedia. Las réplicas de Moncloa fueron esta vez moderadas, tal vez por la mala conciencia de haber impedido la suspensión del pleno del Congreso donde se votó, con el hemiciclo semivacío, el asalto a RTVE del Gobierno y sus costaleros parlamentarios.
Lo de siempre, señores. Que el despropósito vuelve a marcar la evolución de la política nacional. No hacía falta el intercambio de pedradas entre el que gobierna y el que aspira a gobernar por cuenta de la peor tragedia del siglo causada por un fenómeno meteorológico. Por muy previsible que fuera. Por muy tardía que fuese la alarma del tsunami de barro sobre la desprevenida población civil.
Tiempo habrá de exigir responsabilidades políticas si hubo desidia en el funcionamiento de los mecanismos oficiales de prevención. Pero ahora es la hora de la solidaridad en el tiempo que nos deje libre la compasión. Muy en línea con la emotiva apelación del Rey de España a la unidad de esfuerzos para afrontar la reconstrucción, una vez expresado el "pésame y la tristeza por tantas pérdidas de vidas humanas". En línea con el apasionado grito de Úrsula von der Layen a escala europea: "Juntos lloramos, juntos nos levantaremos".
Es imposible encajar la politización de una tragedia colectiva con tan virtuosos llamamientos a la solidaridad, cuando miles de voluntarios marchan a pie sobre las zonas afectadas para echar una mano en la recuperación de la normalidad, mientras -ya en la esfera de lo público- la ministra Robles pone a disposición de los damnificados los 120.000 militares en activo de las Fuerzas Armadas.
Sería aberrante mezclar la reyerta partidista con el idioma común de la condición humana en la hora del desamparo, el terror, la angustia y la pérdida de seres queridos. Por eso, lo que toca es señalar a Feijóo por un mal paso, fruto de los apremios y no de la reflexión, y aplaudir la apuesta del presidente valenciano, Carlos Mazón, por la remada conjunta con el Gobierno central.