MADRID 14 Sep. (OTR/PRESS) -
Que Moncloa y Ferraz hayan sido complacientes con el chavismo no hace bueno ni santo el discurso del PP que exige al Gobierno romper ya con Maduro y critica la visita a la Moncloa de Edmundo González, el presidenciable exiliado en Madrid, mientras acusa a Sánchez de complicidad con un régimen represivo como el de Venezuela, si tenemos en cuenta lo que España se juega.
No me refiero exclusivamente a los intereses económicos de nuestras empresas, que también, sino a lo intangible. Es decir, a la obligación de mantener vivos y abiertos los lazos con el pueblo venezolano: la lengua, la historia, la cultura y, por encima de todo, la referencia democrática, que es lo que los venezolanos echan de menos en su propio país, como ya escribí en mi columna del lunes pasado.
Sin perder de vista en ningún momento que la tiranía no está en el pueblo venezolano sino en la casta bolivariana liderada por un régimen que hace trampas en las elecciones y viola los derechos humanos.
Por las mismas, no parece que la posición del PP sea la más indicada para evitar males mayores. El peor de todos sería la ruptura de las relaciones diplomáticas, económicas, consulares, comerciales y de todo tipo, como en una furibunda reacción ha sugerido públicamente el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Jorge Rodríguez, tras la votación del Congreso español reclamando del Gobierno, por iniciativa del PP, el inmediato reconocimiento de Edmundo González como presidente electo tras las elecciones del 28 de julio.
Si esa amenaza se materializase -ojalá que no sea así-, los defensores de la posición del PP tendrían muchas dificultades para explicar cómo y por qué el chavismo le iba a dar un sartenazo en el bajo vientre a sus amigos españoles. Así, Maduro sería el primero en reventar ese discurso del PP que presenta al Gobierno español como un aliado incondicional de lo que, según la ministra Robles, es una dictadura ¿Cómo explicar que el régimen amigo le crea semejante problema a un Gobierno amigo por algo que ni siquiera es vinculante y que, por supuesto, no viene del Gobierno amigo sino de su Parlamento solo a modo de recomendación?
Por eso entiendo que ese discurso de Feijóo está mal elaborado, porque se ciñe al enfoque bilateral del conflicto e ignora vectores determinantes del caso. A saber: el fallido precedente de reconocer a Juan Guaidó hace seis años, el deber moral de acoger a un perseguido político en un país tercero, la condición europea de nuestro país que obliga a sincronizar la remada con Bruselas (explorar antes del 10 de enero -toma de posesión- la via negociadora hacia la normalización democrática y el hecho de que al concederle el asilo a González ya se está reconociendo el carácter represivo del régimen antidemocrático de Maduro).