MADRID 16 Ene. (OTR/PRESS) -
Puigdemont se niega a ser un juguete roto olvidado en las aburridas tierras de Flandes. Por eso extorsiona al presidente del Gobierno, que necesita al prófugo como socorrista para seguir atornillado a la Moncloa. Ningún otro recurso más efectivo a los ojos de sus desalentados seguidores, pues el fulgor de Waterloo ya no es lo que era en las filas de Junts.
En esas estamos, con la vista puesta en la mesa del Congreso (gobierno de la Cámara), convocada el jueves 16 para decidir si tramita o no la demanda de Junts para que el presidente del Gobierno se someta a una cuestión de confianza, so pena de no se sabe qué represalia por parte de quien pastorea desde Waterloo a los siete diputados del partido catalán. Eso se concretará en la reunión que el fugado y su estado mayor celebrarán al día siguiente (viernes 17) en Bruselas.
La pista más aireada por esta gente es que si no hay luz verde para debatir y votar la cuestión de confianza, se tomarán decisiones "no le van a gustar al Gobierno". Y, a partir de ahí, pista libre para chispeantes tertulianos y finos analistas, conscientes de que la mayoría gubernamental en la mesa (5 votos frente a 4 del PP) impedirá la tramitación de una herramienta constitucional de uso exclusivo, personal e intransferible de Sánchez (artículos 112 y 114 sobre la cuestión de confianza).
Se manejan dos hipótesis: dura y blanda, rupturista y condescendiente. La primera consiste en dejar a Sánchez sin PGE para 2025 votando en contra del proyecto aún sin tramitar y ofrecerse a Feijóo para votar junto al PP una moción de censura (las dos se amontonan en la misma lógica). La segunda -olvidemos el enfado y volvamos al amor-, consistiría en recuperar la sintonía negociadora en torno a las competencias en inmigración, el catalán como lengua oficial de la UE, o la amnistía por ahora negada judicialmente a Puigdemont.
Se admiten apuestas. Hagan juego ustedes porque uno ya está curado de espanto sobre inesperados desenlaces en el permanente culebrón de la política nacional. Pero no olviden un último elemento de análisis: la posición del PP. Como comprenderán, cualquiera de las dos formas de ITV parlamentario de Sánchez (cuestión de confianza o moción de censura) inflaría las velas en la planeada singladura de Feijóo hacia la Moncloa. Naturalmente, el líder del PP no hace ascos a Puigdemont como compañero de viaje (ya no dice que sea un golpista abominable que debe ser detenido inmediatamente), aunque haya aclarado que los términos de una eventual complicidad con Junts evitarían las líneas rojas de la Constitución, los marcos legales, la unidad de España, etc.
¿Estará Puigdemont por la labor de cambiar de bando si ha de topar con unas líneas rojas que claramente son más permeables si el compañero de viaje es Sánchez? No lo creo, pero tampoco lo descarto.