MADRID 29 Feb. (OTR/PRESS) -
Tiene razón el expresidente, Felipe González, cuando rebaja la importancia de la "mesa" sobre Cataluña a una "performance". Muy de acuerdo. Formas, no fondo. Apariencia y no realidad, escenificación, buen rollo, palabras y no hechos, sonrisas para la Prensa y música de violines sobre la mística verbal de Pedro Sánchez y su "Diálogo para el reencuentro".
Los propios protagonistas le dan largas. Reconocen que, a la espera de un nuevo Govern tras las elecciones anunciadas por Torra, entramos en tiempo de simulación y tanteo. Hasta que hablen las urnas y se conozca al ganador de la carrera por la primacía del independentismo.
Lo de teloneros de la nada se ajusta al ser y estar de las dieciséis personas que pasearon por los jardines de la Moncloa, antes de sentarse a una mesa preparatoria de un próximo encuentro, dentro de un mes en Barcelona. Porque nada bueno puede salir de una iniciativa forzada por la necesidad (supervivencia política de Sánchez) y no por la virtud, que desprecia las vías institucionales e ignora a la mitad de la población catalana, y en la que una parte entra dividida y la otra chantajeada.
Pero la inmediatez es un relevante vector del análisis. De modo que el alto nivel de contaminación electoral reinante (Govern amortizado, legislatura agotada), venía potenciado por las vísperas del masivo acto de reafirmación independentista de este sábado en Perpiñán (Francia), a mayor gloria del expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, fugado de la justicia española desde el 30 de octubre de 2017.
Así que también procede hablar de los teloneros de Puigdemont al hablar de los componentes de una mesa negociadora marcada por la fraternal lucha de las dos principales fuerzas soberanistas. Los reunidos en Moncloa calentaron el baño de masas que, si el coronavirus no lo impide, se va a dar Puigdemont.
El mitin de Perpiñán es puntuable en la grotesca carrera de sacos de JxCat contra la ERC de Junqueras y Rufián, que defienden el pragmatismo gradualista y acaban de echar una mano al Gobierno facilitar la aprobación del techo de gasto en el Congreso. Está por ver si los votantes independentistas respaldan o no esa estrategia de ERC, de pasos demorados pero firmes hacia la inevitabilidad de un referéndum de autodeterminación.
Y ahí es donde Puigdemont se hace presente, aprovechando la secuencia que relaciona la mesa de la nada con el favor de ERC a Sánchez para presentarse este fin de semana como el insobornable adalid de la Cataluña grande y libre, frente al colaboracionismo de ERC con los "cómplices del 155".
Junqueras y los suyos, por su parte, tratarán de contraponer a ese discurso emocional el mérito de haber sentado al Estado a negociar, al amparo del mantra sanchista de que el diálogo lo cura todo.