MADRID 19 Mar. (OTR/PRESS) -
Aun sin conocer el desenlace del encuentro del líder de Podemos, Pablo Manuel Iglesias, con sus virreyes, convocados después de las tensiones internas que han zarandeado el partido durante os últimos días, está claro que "la belleza de nuestro proyecto", según expresión utilizada por el número uno, en realidad encubre un juego de gladiadores que luchan por el poder en la arena política. Algo tan viejo como la tos, por mucho que se suavice con besos y música de violines.
La banda sonora no oculta un leninismo de manual. Por ejemplo, cuando Iglesias define el poder que sale de la boca del fusil (poder militar) como último limite del juego de la política (lucha por el poder). Entonces cita a Salvador Allende, que fue sobrado de apoyo popular en Chile pero le faltó la fuerza de las armas, una lección bien aprendida treinta años después, según Iglesias, por Hugo Chavez en Venezuela. La prueba es que Chavez sobrevivió al golpe de Estado de 2002 porque los militares se acabaron poniendo de su parte.
A sabiendas de que estamos hablando de un admirador del chavismo, uno no se queda nada tranquilo leyendo el broche de semejantes razonamientos, justo cuando el líder de Podemos se refiere a esta "inapelable verdad que no debe olvidarse nunca" (tomado de su libro "Disputar la Democracia", publicado en 2014 por Ediciones Akal, con prólogo de Alexis Tsipras).
Si en paralelo uno descubre que a este ideólogo del chavismo-leninismo a la española le importan menos los parias de la tierra que el control del CNI, es para echarse a temblar lo que puede esperarse de quien aprendió en "El Estado y la Revolución" (Lenin) que, aunque en política hay que utilizar el ajedrez, la última razón de asalto al poder siempre se encontrará en el boxeo, porque entonces deberíamos valorar su reciente golpe de mano contra el número tres del partido, Sergio Pascual, como un indicio de lo que podría ser aquí y ahora un Pablo Manuel sentado en el "trono de hierro", después de perpetrar el "asalto a los cielos" que anunció en la asamblea fundacional del partido en Vistalegre (octubre 2014).
De todos modos esos sueños se desvanecerán si detrás no hay una organización estable. Y se está viendo que no la hay, a juzgar por el ruido de muebles, los enfrentamientos personales, la presencia de dos corrientes (pablistas y errejonistas), la tendencia a la desconexión de las organizaciones territoriales catalana y gallega, las dimensiones en cadena de la dirección madrileña, los problemas de crecimiento en una organización construida a toda prisa, el malestar por el personalismo del líder, etc.
Y eso no se arregla decretando desde arriba la abolición de las facciones internas o culpando al "PSOE y alrededores" de querer cargarse "la belleza de nuestro proyecto político". Es el antiguo truco del enemigo exterior como elemento de cohesión interior: el imperialismo yanqui, el lobo de Caperucita, la conspiración judeo-masónica... Tan viejo como la tos