MADRID, 16 Jul. (OTR/PRESS) -
A finales del siglo pasado y principios de este tuve el privilegio de participar en siete expediciones de la Ruta Quetzal con Miguel de la Quadra Salcedo, que me llevó además a los dos últimos Camel Trophy de la historia. La pasión viajera, que desde muy chaval tuve, a los 16, cumplí allí los 17, me había escapado a vendimiar a Francia, se instaló definitivamente en mi vida y le he sido siempre fiel, aunque de manera discontinua, que se diría ahora.
Seguí haciendo después expediciones por Hispanoamérica, sur de Estados Unidos y por toda África desde el Sáhara y el Sahel hasta el Serengeti, el Kalahari y el Okavango, la última a las excavaciones de la Cuna de la Humanidad en Olduvai (Tanzania) en 2019, pero lo cierto es que con cada vez menor asiduidad en buena parte debido a mis obligaciones periodísticas. Desde aquella última salida, Covid mediante, no había descolgado el viejo sombrero que, al principio como chambergo y luego como amuleto, siempre me ha acompañado.
He echado muchos de menos aquellos periplos y al presentarme, amén de como escritor y periodista lo hacía como viajero, aunque había de añadir que, para mi desdicha, lo estaba dejando pero me resistía a abandonar y no estaba dispuesto a hacerlo. Y no lo estoy. De hecho, sombrero, macuto y yo estamos a punto de embarcarnos en un nueva aventura que deseo sea el inicio de otra serie de ellas. Espero que las fuerzas, el ánimo y la salud me lo permitan. O sea acabar bien la que inicio y con ganas para empezar a preparar la siguiente.
No sé qué me deparara esta travesía. Sí sé bastante bien a donde voy y tengo mucho respeto al lugar. He estado varias veces por allí, la primera en 1999 y la última en 2009. Se trata de Panamá y de recorrer los lugares y pasos por los que transitaron los grandes descubridores españoles, desde el almirante Colón buscando un estrecho, un paso por mar, (su olfato marino le llevó a buscarlo por la costa de Portobelo, Nombre de Dios, Bocas del Toro, Isla Colón, Veragua, más o menos por donde ahora va el Canal) a Vasco Núñez de Balboa que, por tierra y atravesando desde el Atlántico (Santa María de la Antigua del Darién) dio con el Mar del Sur, el Lago Español que se le vino a llamar. O sea, el inmenso Pacífico cuyo descubrimiento volvió a cambiar, ya lo había hecho la llegada a las Indias, América, y el saber a nada que era un nuevo continente, la idea que el mundo tenía de sí mismo y de sus dimensiones.
El objetivo es seguir las andanzas y pasos de Balboa para realizar tal hazaña que tan gran repercusión y consecuencias iba a tener. Bajando por las costas del nuevo mar, quien iba justo tras él cuando llegó, un tal Pizarro, llegaría y conquistaría el imperio inca, el Perú otro tal, Elcano, después de que Magallanes diera al fin con el paso por mar bastante más abajo, conectaría definitivamente la redondez de la Tierra. Globalización se llama medio milenio después.
Las selvas que nos llaman y nos esperan de principio son las del Darién. Son palabras mayores. Son las más intrincadas, cerradas y asfixiantes de toda esa zona del planeta. Se ansía poder ver un trozo de cielo cuando uno se siente atrapado y oprimido por el "infierno verde". Hay monos, serpientes, "lagartos" (cocodrilos, uno se lo trajo Fray Tomás de Berlanga del Chagres y está colgado todavía hoy en la colegiata de Berlanga de Duero, provincia de Soria), pero sobre todo el enemigo peor del hombre, y del blanco aún más, son los ¡mosquitos!. Los hay por miles de millones y son de toda y perversa condición y picadura, a cada cual más enconada. Y transmisora de las más duras fiebres y enfermedades...
No voy en absoluto solo, eso jamás, sino muy bien acompañado. Al frente llevamos a un veterano compañero y amigo, Telmo Aldaz de la Quadra Salcedo, que cogió el testigo de su tío con "Madrid Rumbo al Sur" y ahora ya con "España rumbo al Sur". Lleva 19 rutas y ésta es la que hará ya la 20. Con él caminaremos un curtido equipo de monitores, médicos e intendencia y la friolera de 139 muchachos, chicos y chicas, de 16-17 años. El objetivo es muy sencillo de explicar: una aventura de esfuerzo, de aprendizaje y de saber. De Historia, de nuestra historia, de la de ellos, que luego fue común, de sus etnias y sus formas de vida, pero también, y ante todo, de valores, esfuerzo y compañerismo. Haremos todo lo posible por aprovechar la experiencia y disfrutar hasta de la fatiga y volver todos bien.
PD Por el momento y al concluir estas líneas les confieso que siento un gran alivio. Por un tiempo no habré de escribir de este hediondo basurero político que les dejo aquí y que bien seguro estoy que me encontraré igual a la vuelta sino peor. Pero no quiero acabar en plan cenizo. Salimos todos, al menos, con una alegría añadida en el cuerpo. Mejor dicho, con dos. Las que nos dieron el domingo y una detrás de otra: Alcaraz en Wimblendon y la selección española de fútbol en Berlín.