Actualizado 15/10/2010 14:00

Cayetano González.- Regeneración democrática.

MADRID 15 Oct. (OTR/PRESS) -

Los abucheos y gritos de dimisión dirigidos al presidente del Gobierno el pasado martes con motivo del desfile de la Fiesta Nacional son algo más que un desahogo puntual y momentáneo contra alguien al que cada día que pasa un mayor número de ciudadanos consideran un mal gobernante que está llevando a España a una situación límite. Los abucheos centrados en la persona de Zapatero, pero realizados en un día tan simbólico y significativo como el de la Fiesta Nacional, es consecuencia de la suma de un estado de cosas y del hartazgo de una buena parte de la ciudadanía hacia lo que se ha venido en denominar la "casta" política.

Por eso, se equivocan radicalmente todos aquellos, empezando por el Gobierno y por el PSOE, que quieren minimizar lo sucedido el pasado martes en el Paseo de la Castellana con el manido argumento de que eran grupos organizados de la extrema derecha. En primer lugar, organización y extrema derecha son dos conceptos antagónicos y, en segundo lugar, las imágenes mostradas en televisión o en las fotos de los periódicos de los grupos de donde se proferían los gritos contra Zapatero mostraban mas bien a un variopinto abanico de personas de distinta edad y sin ningún distintivo externo que les pudiera encasillar en un grupo de extrema derecha.

La cosa es mucho más sencilla. La gente está hasta el moño o más arriba de la actual clase política, como pone de manifiesto desde hace ya algún tiempo las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas al señalar que esa clase política es el tercer problema para los ciudadanos, detrás de la crisis económica y el paro; es decir, que es el segundo problema. A esa mala imagen de los políticos contribuyen sin duda los sucesivos y numerosos escándalos de corrupción en gran parte de los partidos políticos y en diversas Instituciones; contribuye la imagen de que los políticos son una casta privilegiada, cosa que en parte es verdad, pero cuya generalización es injusta, porque también hay, ¡menos mal!, políticos honrados y que se dedican a la cosa pública con un sincero y leal afán de servir al bien común; contribuye el gran desprestigio de otras Instituciones, como la Justicia los propios sindicatos.

Es evidente que en quien se centran más las críticas y el descontento es en quien está en la cúspide del poder. Con mas motivo si, como es el caso de Zapatero, una buena parte de las medidas más importantes que ha tomado desde que llegó a la Moncloa han ido dirigidas a dividir a la sociedad española en dos o a reavivar las heridas de nuestro pasado reciente, cargándose de paso el espíritu de concordia que caracterizó hace treinta y cinco años la transición política de este país llamado España al que por otra parte el propio presidente considera un concepto "discutido" y discutible". Estamos, por tanto, en un momento de grave crisis, no sólo económica, sino institucional, que requiere aires nuevos y tiempos nuevos. Y eso no se arregla sólo con un cambio de Gobierno. Hace falta una profunda regeneración democrática en España.

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