Publicado 27/09/2019 08:02

Charo Zarzalejos.- Y ahora Iñigo

MADRID 27 Sep. (OTR/PRESS) -

Después de unos días de elocuente silencio, Iñigo Errejón ha salido a la palestra para lanzarse al ruedo nacional. Quienes le conocen de cerca aseguran no sentirse sorprendidos. Creen que antes o después eso iba a ocurrir pero no estaba en la hipótesis de trabajo que fuera de una manera tan rápida, tan improvisada. Sin duda ha sido en el fracaso de las negociaciones entre PSOE y Podemos en donde Errejón y sus más próximos han visto eso que se ha venido a llamar "ventana de oportunidad".

Errejón, al igual que otros que han dado la espalda a Iglesias, formó parte del núcleo fundador de Podemos. Durante tiempo sintió afecto real por el líder surgido del 15-M pero la política puede generar efectos devastadores en los afectos y en las lealtades. Y, efectivamente, ha sido la distinta manera de entender la política y de cómo situarse en ella lo que al final ha provocado el divorcio -uno más- con Podemos.

Iñigo Errejón responde a un formato distinto al de Iglesias, aunque su ideología no esté alejada, ni mucho menos, de Podemos. Lo que distingue de verdad a ambos es precisamente la forma de estar en política. Errejón no carga con lo que se denomina régimen del 78, ni nunca ha compartido el asalto a los cielos. Estos elementos y su discurso y la forma en la que lo manifiesta contribuye a que la percepción del nuevo actor en las próximas generales sea más amable, más realista que la que transmite Pablo Iglesias.

En su anuncio oficial de candidatura, Errejón cuidó al máximo su mensaje. No lanzó un programa, no hubo propuestas especialmente concretas. Lo que sí quiso dejar claro es la forma en la que él quiere estar en política. Fue el suyo un discurso de estrategia, no un programa electoral.

Y la estrategia de Errejón, al menos hasta el momento, es la de decirle al PSOE que él ha sacado bandera blanca, que no va a hacer responsable a Sánchez de la falta de acuerdo. Irresponsables Sánchez e Iglesias aunque no les citó. Fue su discurso tan estratégico que Errejón ya ha comprometido su voto para el PSOE, colocando a Iglesias en un papel antipático para el conjunto de la izquierda en donde hay distintas sensibilidades, distintas formas de entender la realidad pero que comparte la frustración, la melancolía de lo que pudo ser y no ha sido. Errejón ha llegado con el objetivo de que sea lo posible la oportunidad perdida.

Es pronto, muy pronto, para realizar hipótesis sobre los resultados finales. Pretende Errejón movilizar a los posibles abstencionistas de la izquierda. Pretende ser un revulsivo al desánimo y hay que confiar en que no pretenda dar el sorpasso a Podemos porque eso sí que no va a ocurrir.

Cuando se escriben estas líneas, Podemos no se ha pronunciado oficialmente sobre quien va a ser un rival directo. El PSOE, por su parte y atendiendo a las palabras del propio Sánchez, ha tomado distancia, como si no fuera con ellos. Pero sí, también va con ellos porque no está escrito en ningún sitio es que Errejón no vaya a arañar votos de un Partido Socialista en el que no hay unanimidad sobre el acierto de Sánchez de no pactar, aún con riesgos, con Podemos.

La historia reciente nos indica cómo en cada convocatoria electoral salta una sorpresa, una esperanza blanca. Primero fue Podemos, más tarde Ciudadanos que dejó Cataluña para competir en el conjunto de España y ahora Iñigo Errejón. Por mucho que a los nuevos les moleste, son los viejos -PP y PSOE- quienes con sus triunfos y sus derrotas, con sus fracasos y sus aciertos ahí siguen y mantenerse, aún estando debilitados, es ya un logro cuando vemos como la política se traga a sus propios hijos.