MADRID 12 Jul. (OTR/PRESS) -
Ignoro si el Presidente en funciones intuía, cuando aceptó el encargo del Rey de formar Gobierno, si la tarea que tenía por delante iba a ser tan tortuosa como parece. Las llamadas cruzadas entre Podemos y PSOE se han comenzado a producir para reconducir una situación que, principio, todo indica va a ser difícil de desencallar.
Fácil o difícil, la tarea es del llamado a ser jefe del Ejecutivo. Es el más votado y, es verdad, el representa, hoy por hoy, la única alternativa viable y se la tiene que trabajar. Atrás quedaron los tiempos del bipartidismo imperfecto. Antes, PSOE o PP, siempre podrían echar mano de Pujol o de Arzalluz. Los nacionalistas vascos y catalanes siempre estuvieron ahí, y los antiguos nacionalistas de Pujol son independentistas de Torra o de Junqueras y, además, a los dos grades partidos que, aunque dañados, lo siguen siendo, les han salido competencias en su supuesto mismo espacio. La pluralidad está servida y es lo que hay que gestionar.
El gestor se llama Pedro Sánchez que se encuentra de frente con un Pablo Iglesias que ve en un gobierno de coalición tanto el pago por el trabajo hecho a Sánchez en a moción de censura como una rendija por la que enderezar su partido y su propia posición dentro del mismo. Pero Sánchez no quiere coalición. Quiere su apoyo con el menor coste posible. De los independentistas quiere la abstención a coste cero. Quiere Pedro Sánchez una investidura low cost porque con los que suma y ha sumado ahora le resultan incómodos.
Las presiones a Ciudadanos han resultados infructuosas. Si realmente Sánchez quisiera el apoyo del partido de Rivera lo hubiéramos notado. Hubiéramos sabido de alguna propuesta de acuerdo concreto, de alguna cesión concreta por parte del PSOE. No hemos sabido nada porque nada ha hecho salvo apelar a la responsabilidad de un partido que se ha ganado posiciones electorales a base de reiterar su no al "sanchismo". Ha estado en manos de Sánchez hacer ofrecimiento concreto y publico al partido de Rivera, pero ni lo ha intentado.
La pluralidad tiene sus complicaciones y mucho más cuando se tienen 123 escaños sobre 350. El pacto, el acuerdo resulta imprescindible y cuando no se está en posición de extraordinaria fortaleza no hay más remedio que tragar algún sapo y a esto no parece estar dispuesto el presidente en funciones.
Confían en que Podemos ceda en sus posiciones, que no incordie con su presencia en el Gobierno. Está por ver que esto ocurra. En estos momentos y cuando falta algo más de una semana para la sesión de investidura todo está abierto, o dicho de otra manera, no hay nada cierto.
La culpa, por decirlo de algún modo, no es de la pluralidad sino de la incapacidad para gestionarla, de los partidismos caretas de todo realismo. Si con mis fuerzas no puedo, habrá que buscar amarres aun cuando estos resulten antipáticos. Y esto vale para Sánchez y para Ciudadanos que si a estas alturas ocupa no pocos cargos institucionales es gracias al apoyo de Vox. Ocurre, eso sí, que ni Podemos ni Vox están ayudando a desencallar la situación. Pero, ¿saben?, esto es lo que hay.