MADRID 2 Ago. (OTR/PRESS) -
"Estoy muy feliz". Hace mucho tiempo que no escucho a nadie afirmar con tanta rotundidad, sin matiz alguno, semejante estado de ánimo. En este caso, nuestro protagonista es, nada menos, que el Presidente del Gobierno. Feliz y con pasión contempla un acuerdo con ERC basado justo en aquellos principios que hasta hace quince días eran una línea roja marcada en piedra.
Muy feliz esta el Presidente del Gobierno en la esperanza de que las bases de ERC den el visto bueno para la investidura de Illa, objetivo prioritario de un preacuerdo que ha generado, en unos estupefacción y en otros tanta indignación como descreimiento. Muy feliz porque, emboscado en el silencio, lo importante es que ERC no se revuelva y por eso hay que acunarle como se acuna a un bebé por si se despierta. Si es tan magnífico, bueno sería que el Presidente hubiera compartido su felicidad con el conjunto de los españoles.
Muy feliz esta nuestro Presidente pese a que sabe bien que en su partido, aunque no haya gritos, hay susurros, esos que aparecen en las conversaciones de las películas de miedo. Esta feliz porque su ejecutiva avaló un preacuerdo que, hasta donde se sabe, los que lo apoyaron no saben cuál es su contenido real. Feliz porque orgánicamente se siente blindado frente a aquellos de su propio partido han levantado la voz.
Muy feliz. Bastó verle esa sonrisa, bañada de altanería, tan típica suya que no indica alegria, sino soberbia y desprecio hacia quienes no le apoyan a ojos ciegos y muy feliz porque tiene la enorme capacidad para ignorar la realidad y, llegado el caso, incluso para el ya tradicional cambio de opinión. ¿Cómo no va a estar feliz?.
Todo es fantástico pero misterioso. Todo es silencio como si fuera garantía de cumplimiento. Y no, nada ni nadie puede garantizar que el tal preacuerdo tenga vida más allá del documento esgrimido por ERC. Lo curioso es que ERC lo sabe o debiera saberlo y de ahí las reticencias importantes que existen entre los ocho mil afiliados que tendrán que decidir con su voto, no tanto el acuerdo, que tiene mucho de fake, como la investidura del socialista Illa.
¿No hubiera sido estupendo para los independentistas de Marta Rovira que el Presidente muy felizmente hubiera avalado públicamente lo contenido en el documento ya conocido?. Ese compromiso público habría despejado las dudas existentes y bien razonables. ¿Qué garantías tiene ERC de que va a existir la mayoría necesaria en el Congreso para sacar adelante lo anunciado oficialmente por ellos?.
Resulta patético escuchar cómo este preacuerdo es para normalizar la situación catalana, que la economía va como un tiro y que, naturalmente, todo es por el bien de los ciudadanos, tratando así de esconder o minusvalorar su contenido, que no solo se refiere a la cuestión fiscal. Se incluye el blindaje del catalán en la enseñanza y la resolución del conflicto a través de una especie de comisión presidida por ERC. Lo vistan como lo vistan, si lo anunciado por ERC es lo cierto, Cataluña tendrá concierto económico aunque se juegue con las palabras para evitar el término en cuestión. Ese concierto negado hace quince días por activa y pasiva por el Gobierno.
Sin embargo, nuestro Presidente está muy feliz pero no estaría mal que alguien le recordara que si algo caracteriza al independentismo es que nunca cierra el futuro, siempre tendrán una herida abierta, siempre algo pendiente de cumplimiento. De momento lo que sí han logrado es que nuestro Presidente esté, se sienta muy feliz... ver para creer.