MADRID 23 Nov. (OTR/PRESS) -
Recuerda Baltasar Gracián que muchas veces los males empeoran con los remedios. Esta reflexión podría servir para enmarcar lo ocurrido esta semana con el intento -fallido- de veto del Partido Popular a la candidatura de Teresa Ribera a vicepresidenta y comisaria de Competencia y Transición Ecológica de la Unión Europea.
Si discutible era como candidata, máxime tras conocer su desaparición durante la riada que asoló media provincia de Valencia, visto el resultado, peor ha sido el intento de vetarla. Veto del PP español, no de la dirección del Partido Popular Europeo (Manfred Weber) que, si bien en un primer momento pareció dispuesto a apoyar la posición de los populares españoles, a la postre ha dejado tirado a su correligionario político, Alberto Núñez Feijóo, que se ha quemado en este episodio. Parece que Feijóo creyó que la operación para derribar la candidatura de Ribera balanceaba las críticas y exigencias de dimisión que está recibiendo el presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón, por su nefasta gestión del caos creado por la riada.
Fue un cálculo equivocado. La gestión de Mazón no tiene un pase y la percepción de lo ocurrido es que Ribera se va de rositas entrando por la puerta grande del sanedrín de Bruselas pese a no haber sido convincente en sus intervenciones en el Parlamento tratando de justificar su ausencia durante la riada y las dudosas actuaciones de varios organismos públicos que, como la Confederación Hidrográfica del Júcar, dependen de su ministerio.
Sabiendo que Ursula von der Layen, la presidenta de la Comisión Europea, juega siempre a favor de Sánchez, era más que previsible que el veto del PP a Ribera no iba a prosperar. El resultado es que Pedro Sánchez le ha doblado el brazo a Feijóo haciendo lo que mejor sabe hacer: cambiar de criterio. Para salvar a Ribera, el PSOE apoyará a los candidatos a comisarios presentados por dos gobiernos europeos -el de Italia, de la señora Georgia Meloni, y el del húngaro Viktor Orbán- a los que Sánchez venía estigmatizando. Hasta ayer eran de extrema derecha. Pero se ha tragado el sapo sin despeinarse rompiendo el cordón sanitario antifascista que él mismo había levantado como coartada permanente de su discurso político, y lo ha hecho a la manera de su mentor Pablo Iglesias: cabalgando contradicciones y dejando a Núñez Feijóo en una posición desairada. En política es aconsejable evitar las batallas que no se pueden ganar.