MADRID 23 Oct. (OTR/PRESS) -
Hubo un tiempo en el que los más ingenuos pensábamos que la política estaba para resolver problemas. Hasta que algunos políticos nos hicieron ver que el juego era otro: crear problemas para intentar pescar cuando el río bajaba revuelto. Era, por poner un ejemplo, la estrategia que, durante años, les ha venido rindiendo réditos a los partidos separatistas, que supieron aprovechar las insuficiencias parlamentarias del PSOE en la última etapa de Felipe González, después con Rodríguez Zapatero y también con el PP en la primera legislatura de Aznar. Era una forma de hacer que, vista su toxicidad, poco a poco, debería haber ido declinando pero, para quebranto del sentido común, resulta que esa forma de entender la vida pública parece que ha sido asimilada por los restantes partidos.
En el caso del PSOE, lo fue a partir de la llegada al poder de Pedro Sánchez, cuando en temprana hora hizo suya la estrategia del "cordón sanitario", la consigna del muro contra la derecha que, en la práctica, se traduce en que cualquier pacto con cualquier partido es válido con tal de que contribuya a impedir la alternancia.
Por su parte, el PP que dirige Núñez Feijoo, lastrado durante meses por los pactos con Vox y dejándose llevar por un acto reflejo de autodefensa, también ha cegado cualquier posibilidad de alcanzar algún tipo de pacto con el PSOE de Sánchez. La excepción fue el acuerdo para renovar el CGPJ que llevaba más cinco años en el limbo. Desde entonces nada en ninguna de las dos direcciones. Todo lo contrario, la crispación - que cursa en forma de debates cada vez más acres en el Congreso y en el Senado - es el signo de los tiempos. Y lo peor es que no hay señales en el horizonte de que las cosas puedan cambiar o reconducirse. Con Sánchez en La Moncloa el Gobierno parece que, más que gobernar para todos los españoles, lo que hace es tratar de asegurarse la continuidad cediendo a las exigencias de los partidos separatistas de quienes depende su supervivencia.
Por su parte el PP, falto, quizá, de un visión opositora más consistente, más trabajada, con equipos más sólidos- "el Gobierno en la sombra"-, comparece entregado al menudeo del día a día, presentado querellas apresuradas o respaldando manifestaciones contra Sánchez a destiempo. El resultado de este estado de cosas es una vida política crispada en un país en el que los ciudadanos cada vez se distancian más de los asuntos del común. Mal vamos.