MADRID 7 Mar. (OTR/PRESS) -
Duranta la cercana campaña de elecciones al Parlamento Europeo ,¿ cómo explicaran los dirigentes socialistas que antes del 23 J decían que había que traer a Puigdemont a España para que respondiera ante la Justicia y ahora aplauden una Ley de Amnistía que garantiza impunidad al prófugo? ¿No les avergüenza que la ley que se aprueba esta semana haya sido redactada por quien se va a beneficiar de ella?¿Qué le arrancará Puigdemont a Pedro Sánchez a cambio de apoyar los Presupuestos? De momento, los diputados de Junts en el Parlamento catalán han votado a favor de una iniciativa para volver a declarar unilateralmente la independencia de Cataluña. ¿Qué vendrá después?
¿Veremos a un Carles Puigdemont venido arriba exigiendo la celebración de un referéndum? ¿Por qué no? Sánchez es rehén de su ambición de poder y los partidos secesionistas ERC y Junts en Cataluña y Bildu y el PNV en el País Vasco le tienen atrapado. Un político con tanta ambición como falta de escrúpulos puede ceder a lo que le exijan a cambio de seguir en el poder.
Los actuales diputados socialistas en el Congreso comparecen ante la opinión pública como un patético orfeón que ha renunciado a tener voz individual propia resignando el mandato obtenido en las urnas, para convertirse en el eco de los designios de un personaje voluble que hoy dice una cosa y mañana su contraria sabedor de que nadie en el partido o solo unos pocos desde fuera del Parlamento, caso de Felipe González o Emiliano García-Page, van a repudiar sus pactos con quienes se declaran enemigos de la Constitución.
La composición actual del Grupo Parlamentario socialista salió de las listas elaboradas en Ferraz bajo el control de Pedro Sánchez. En función del resultado del PSOE en los comicios europeos -y recordando lo ocurrido en Galicia- es posible que más de uno de los que ahora están callados se atrevan a decir ¡Basta¡ Basta ya de guardar silencio ante una deriva que puede llevar al partido a la irrelevancia política. Una situación por la que ya han pasado otros socialistas europeos, primero en Italia y después en Francia. Quizá entonces recapaciten para concluir que el partido es más que la desordenada ambición de uno solo de sus dirigentes.