MADRID 5 Nov. (OTR/PRESS) -
Tras la catastrófica riada padecida por Valencia que ha desembocado en tragedia sigue siendo urgente la identificación de cadáveres, asegurar los suministros de agua y alimentos a los vecinos afectados, restablecer las comunicaciones, despejar las calles atrancadas por los coches amontonados, limpiar las carreteras y analizar los hechos y los fallos cometidos frente a una situación que desbordó todas las previsiones. Y examinar las posibles negligencias políticas, las deficiencias organizativas y los fallos del sistema de prevención que ahora han sido detectados.
Toca, pues, reflexionar acerca del papel del Estado y si han sido debida y tempranamente puestos todos sus recursos en orden a acudir en auxilio de los damnificados. Desde el Gobierno se ha repetido, por boca tanto del presidente, Pedro Sánchez, como de la ministra de Defensa, Margarita Robles, que la iniciativa para solicitar la ayuda y disponer de los recursos del Estado correspondía al presidente de la Generalidad. Vistas las críticas suscitadas por la tardanza de la presencia de un número mayor de militares -la UME sí acudió rauda-, en esa idea se contiene un argumento exculpatorio que transfiere al presidente autonómico, Carlos Mazón, la responsabilidad política de las deficiencias detectadas a la horas de afrontar el desastre provocado por la DANA. En el ordenamiento territorial de nuestro país el presidente de una comunidad autónoma es el representante ordinario del Estado, pero frente a una catástrofe como la sufrida el Gobierno de España, no debería adherirse a una interpretación académica de los protocolos competenciales. Quedan para el análisis unas palabras del presidente del Gobierno que delatan un componente insidioso: "Si necesitan ayuda, que la pidan", como si la Comunidad Valenciana fuera otro país.
La ira, la violencia y los insultos con los que fue acogida la presencia en Paiporta del rey Felipe VI, acompañado de Pedro Sánchez y del presidente Mazón, expresaba el sentimiento de abandono que sentían los vecinos ante la tardanza de la presencia de la ayuda militar prometida. Un momento de notable tensión que don Felipe y la reina Letizia afrontaron con gran temple. No así Pedro Sánchez, que huyó del lugar protegido por sus escoltas. Las imágenes del acoso vicario sufrido por los reyes -el destinatario inicial fue Pedro Sánchez- han dado la vuelta al mundo trasladando una idea errónea acerca de la responsabilidad del monarca en la tardanza en la llegada de auxilio a los damnificados. El rey reina pero no gobierna y no interviene en las decisiones que adopta el Gobierno. Pensando en lo que pueda depararnos el futuro hay una pregunta qué parece pertinente formular: en la España de las Autonomías, cuando vienen mal dadas ¿dónde está el Estado? Y una segunda cuestión: ¿en qué manos estamos?.