MADRID 26 Oct. (OTR/PRESS) -
España es diferente. Vivimos en un país en el que la polarización se traduce en hemiplejia política que impide admitir las faltas de los contrarios. Siendo cierto que hay escándalos relacionados con casos de presunta corrupción que señalan actuaciones de varios miembros del Gobierno durante la pandemia, y que otros salpican de cerca al entorno más cercano de Pedro Sánchez, ya tendríamos que estar hablando de dimisiones y hasta de una convocatoria anticipada de elecciones.
Pero ni se esperan dimisiones, ni estamos en vísperas de comicios. Y los dirigentes de la oposición deberían tenerlo en cuenta porque la impaciencia es mala compañera de viaje y parece que se ha instalado en la cúpula del Partido Popular. Cuesta razonar sus apresuramientos porque algunas iniciativas acaban en derrotas tácticas que se archivan como maniobras fallidas. En los últimos días tres muy sonadas. La primera, un gran fallo al no advertir el cambio en la ley que recorta la condena de los etarras y el posterior gatillazo del Senado al intentar remediar el fiasco. Después, la querella presentada por el PP contra el PSOE por presunta financiación ilegal que fue rechazada por la Audiencia Nacional. Parece que habría sido más inteligente esperar a conocer el resultado final de las pesquisas de la UCO en un caso Koldo camino de convertirse en caso Ábalos e incluso caso Sánchez. Visto su paso sin apenas eco político ni mediático la tercera fue el disparo con pólvora de salvas en lo que se convirtió el emplazamiento de Núñez Feijoo a Pedro Sánchez para que presentara la dimisión. Tres gatillazos. El éxito de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo que diría Churchill. Pero puede que estén exagerando la dosis porque los réditos de semejantes estrategias se resumen en la algazara del Grupo Parlamentario y poco más a juzgar por el enfriamiento de la respuesta de la calle- la última manifestación celebrada en Madrid cosechó una asistencia discreta.
Se diría que falta un discurso que vaya más allá de denunciar el menudeo de las mentiras y las añagazas de Pedro Sánchez. Un discurso acompañado de la presencia de un equipo parlamentario capaz de anticipar la imagen de un futuro gobierno que no se limitara a señalar y criticar los desmanes del sanchismo. Ideas claras sobre qué hacer y cómo afrontar los problemas que en seis años no han sido capaces de resolver los socialistas. Y, como recomendaba el emperador Augusto, "festina lente", apresurarse despacio midiendo bien los tiempos.