MADRID, 20 Ene. (OTR/PRESS) -
Por su propia naturaleza, el poder es excluyente. Los líderes no quieren a nadie de pie que les pueda hacer sombra. Cioran decía que no soportan a nadie ni al lado ni arriba. La Historia está llena de ejemplos. Alguno lo tenemos muy cerca.
La sobreactuación mediática con la que Pablo Iglesias estrena sus primeros días de diputado denunciando que a Podemos no le permiten formar cuatro grupos parlamentarios es fruto de un cálculo. Lo que está pasando ante la opinión pública como bulimia presupuestaria (cuatro grupos supone multiplicar por cuatro las subvenciones) o como la búsqueda de una prima de tiempo en la tribuna de oradores persigue otro objetivo.
Tengo para mí que el cálculo que obliga a Pablo Iglesias a sobreactuar tiene origen en la preservación de su liderazgo en el grupo. En realidad, no le viene nada mal que a los 69 diputados de Podemos no se les permita fragmentarse en cuatro grupos porque de esa manera preserva su liderazgo como cabeza visible del movimiento.
De otra manera, la cohesión del grupo podría resentirse porque no todos los diputados que han entrado en el Congreso bajo la bandera de Podemos militan en el mismo partido. Las Mareas gallegas, Compromís, los catalanes de Colau y los que vienen del ecologismo organizado son autónomos y, aunque la música de la orquesta es la de Podemos, la letra es diversa y está llena de matices. Tantos como grupos y, por lo tanto, en disposición de ser interpretados por los diferentes portavoces que a lo largo de la legislatura podrían ir descollando.
A Iglesias le conviene ser la "voz" de la izquierda. La única. No una más en los debates. Que esté pidiendo lo contrario --la formación de cuatro grupos-- no deja de ser una estrategia. Queda bien con sus socios, pero sabe que la reclamación no prosperará. En una entrevista publicada antes de las elecciones, Carolina Bescansa reconocía que no sería posible tener grupos parlamentarios separados porque el Reglamento del Congreso no lo permite en el caso de formaciones que no confrontan durante la campaña electoral. Iglesias sobreactúa porque también sabe que hacerse la víctima es rentable. Sobre todo en los medios de comunicación que se delatan amigos.