MADRID 14 Abr. (OTR/PRESS) -
El que resiste gana. Visto desde el lado castrista, el histórico encuentro entre el presidente Barack Obama y Raúl Castro, es una victoria. El cambio de política de los Estados Unidos en relación con la isla, vendría a darles la razón. Este será, sin duda, el registro sobre el que la propaganda del Régimen trasladará a la sufrida opinión pública de la isla el resultado de la VII Cumbre de las Américas. Será comida para convencidos, para aquellos que han renunciado a criticar la dictadura de corte comunista que gobierna la isla desde hace más de cincuenta años. Quienes están al día de la filosofía que inspira los paradigmas de la política y de la diplomacia de Washington saben que la decisión del Presidente Obama obedece a un cambio en sus objetivos estratégicos. Hace años que Cuba dejó de ser un peligro para los EE.UU. y, aunque formalmente todavía permanece en la lista de países que apoyan al terrorismo, tanto en la Casa Blanca como en Langley -la sede de la CIA- saben que desde que desapareció la Unión Soviética, La Habana se ha guardado muy mucho de participar en aventuras de esta naturaleza. Es verdad que en el plano de la batalla ideológica Fidel Castro (hoy retirado de la vida política) apoyó a Hugo Chávez en sus maniobras para hacerse con el poder en Venezuela y que, muerto Chávez el Gobierno de Caracas que preside NicolÁs Maduro -un personaje político menor, muy primitivo en sus formas- ha hecho de la confrontación con los EE.UU. el principal punto de su acción política, pero, con buen criterio, en el Departamento de Estado aparcan las turbulencias que genera Caracas para analizar fríamente, con parámetros realistas, las conveniencias de una normalización diplomática y económica con Cuba. Son más de once millones de consumidores potenciales. Sorteando el bloqueo, algunas de las grandes corporaciones empresariales norteamericanas llevan ya años haciendo negocios a través de empresas-pantalla radicadas en Canadá. Aunque el propio Barak Obama ha dicho que las trabas a levantar el embargo proceden de las propias leyes de su país -alusión directa a que dependerá del Congreso donde tienen mayoría los republicanos ,en principio contrarios a normalizar las relaciones con la isla- lo cierto, lo que desde hace años nadie ignora en Washington (ni en Miami) es que Cuba no supone ningún riesgo para los EE.UU. Ante las grandes expectativas de negocio que supondría la desaparición del embargo, tengo para mí que pese a la actual composición del Congreso, Obama se saldrá con la suya. Se impondrá la "realpolitik". Y... Fidel, morirá en la cama. Lo decía el clásico: en la política no hay amigos, hay intereses.