Publicado 20/05/2014 12:00

Fermín Bocos.- El segundo error de Cañete

MADRID 20 May. (OTR/PRESS) -

En un debate se puede hacer todo. Todo, menos olvidar que un error anula todos los aciertos. El error cometido por Miguel Arias Cañete al tratar de justificar su bajo nivel en el debate televisivo con Elena Valenciano aduciendo que no quiso mostrar su superioridad intelectual para no ser tildado de machista le perseguirá allá donde vaya. Sus adversarios se encargarán de recordarlo. Por eso, si tuviera un minuto para reflexionar, debería pedir disculpas por haber proclamado una pretendida superioridad que, ironías de la vida, no pudo acreditar en el ya famoso debate. Debate que a todas luces, perdió. Fue un primer error.

El segundo es hacer como que ya es agua pasada, como que no tiene la menor importancia. ¿Por qué? Pues porque al proceder así demuestra una visión aristocrática de la política. Una visión paternalista y condescendiente. Justo lo contrario de lo que en democracia cabe exigir a un tribuno.

Arias Cañete representa a un partido que en las últimas elecciones obtuvo más de diez millones de votos. La mitad o incluso algo más de la mitad votos emitidos por mujeres. Es a ellas a quienes, también, les debe una explicación. Porque a estas alturas del siglo XXI no se puede ir por la vida proclamando una visión de las relaciones hombre-mujer que pertenece a los clichés anteriores al siglo XX. Ni él ni sus asesores deberían minimizar los efectos colaterales provocados por la metedura de pata. No vale aducir que lo que se ventila en las urnas el próximo día 25 es el futuro de la recuperación económica porque ni es del todo cierto ni son los problemas traídos por la crisis los únicos que ahora están planteados. Hay muchas más cosas en juego. La Historia europea moderna es también una lucha constante por la igualdad entre hombres y mujeres. Minusvalorar esta cuestión delata un talante y una forma de estar en política ajena al espíritu de nuestro tiempo. Arias Cañete está tardando en pedir disculpas. Va camino de perpetuar un segundo error. Claro que puede que no vea las cosas de esta manera y piense, como Winston Churchill, que el éxito es la capacidad de ir de error en error sin perder el entusiasmo.

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