MADRID 12 Oct. (OTR/PRESS) -
La Moncloa ha organizado la celebración de la fiesta nacional este 12 de octubre de manera que no exista demasiado contacto entre el público y las autoridades: se trata de evitar los abucheos, ya casi tradicionales, al presidente del Gobierno. Sospecho que los habrá, pero distanciados y, por lo tanto, poco reproducibles por los medios audiovisuales. Y debo decir que, personalmente, y al margen de las razones que pueda haber -que, claro, las hay- para protestar contra acciones gubernamentales, discrepo de estas protestas en la calle en una jornada que debería ser de concordia entre todos, como la que celebramos este jueves.
Abuchear a Pedro Sánchez puede ser un deporte divertido, un exabrupto, una liberación de tensiones. Pero es un ejercicio en principio inútil y, al fin, conducente a la melancolía. Las protestas callejeras pueden expresar el malestar de una parte de la ciudadanía con lo que hace o no hace el Ejecutivo, pero sospecho que ello no hará que el inquilino de La Moncloa tuerza el rumbo que se ha fijado. Y cada día encuentro más indicios, en el sentido de que el pacto para la investidura del líder socialista está cada día más cerca.
La conversación de este miércoles entre Sánchez y Junqueras evidenció, aseguran fuentes de ambas partes, y pese al duro lenguaje de Gabriel Rufián, un acercamiento. Y sospecho que hay contactos directos en Waterloo (o/y en Bruselas) con Puigdemont que estarían dando cierta seguridad a los enviados especiales de Moncloa (y de Sumar, que viene a ser lo mismo) en el sentido de que Junts levantará, en el último momento, el pie del acelerador de sus exigencias.
Veremos en qué para el encuentro del candidato Sánchez con la representante parlamentaria de Junts, Miriam Nogueras, el próximo viernes, en pleno 'puente': tengo para mí que de esa reunión saldrá algún anuncio, algún indicio, orientativo de por dónde van a ir los tiros.
Pero la de este jueves es la conmemoración de la fiesta nacional, una celebración que gusta poco a algunos de los que apoyarán muy probablemente la investidura de Sánchez. El presidente, que no da puntada sin hilo, trata de contrarrestar su acercamiento a las exigencias de los secesionistas catalanes y vascos con gestos como el elogio a la Corona tras el Consejo de Ministros, o la concesión de la más alta condecoración civil a la Princesa De Asturias en vísperas de su mayoría de edad y de la ceremonia parlamentaria de la jura de la Constitución de la heredera. Y no, no es el 12 de octubre día de abuchear a nadie; ningún día debería ser propicio para el escrache y la protesta callejera incontrolada, que no es lo mismo que ejercer el derecho de manifestación. Lo que ocurre es que muchos, y entre ellos el propio Sánchez, confunden unas cosas y otras.