Actualizado 30/12/2024 10:22

Fernando Jáuregui.- El año que viviremos estrumpitosamente

MADRID 30 Dic. (EUROPA PRESS) -

   Confieso, querido lector, que estoy abrumado, aprensivo y quizá hasta angustiado ante las perspectivas que nos presenta el año 2025, que amenaza con ser aún más estruendoso, más estrepitoso, que el 2024 al que le quedan horas. Entre otras cosas, porque vamos a vivirlo ‘estrumpitosamente’, si usted me permite bromear (¿bromear?) con lo que nos viene. Y, aun a riesgo de que se me incluya en el espíritu falsamente festivo de la Nochevieja de Broncano y Lalachús, y ya sobrepasado el día de las infortunadas inocentadas, quisiera, con una medio sonrisa, aliviar un poco, apenas un día, esos temores que a muchos nos embargan con el ‘estrumpendo’ de la ‘atrumpadora’ política internacional. Que sospecho que poco bueno nos va a a traer, aunque sean muchos los que quieran aplicar un filtro rosado (o dorado, como el pelo teñido de quien yo me sé) a los negros nubarrones en el horizonte.

    Sí, ya lo dijo el Rey en su mensaje de Nochebuena, aunque refiriéndose a la actualidad nacional, y sin la menor referencia a la, glub, internacional: el estruendo, el estrépito, el ruido, la confrontación,  se han enseñoreado de la política española. Donde, siguiendo con la ,ejem, broma, podemos expresar nuestros recelos ante la posibilidad de que se ‘ensanchez’ el límite moral de la actividad pública, sospechando que quizá alguien no se feijóo demasiado a la hora de criticar los desmanes gubernamentales en lo legal, en lo inveraz y en lo fáctico. Claro que otros piensan, y se equivocan, que el mucho Abascal en todos esos desmanes no les impedirá seguir apretando el cuello de lo que a veces es una moncloaca.

   Y, francamente, más que preocuparme me molestan las maniobras de distracción con actos en los que se pretende conmemorar la llegada de la democracia cuando aún no había democracia, en ese 1975 en cuyo final, dos días después de la muerte del dictador, pisé por vez primera (y última, afortunadamente) una prisión, acompañado de los actores Juan Diego, Aurora Bautista y María Luisa San José, detenidos todos por estar en una manifestación ante la cárcel de Carabanchel pidiendo la libertad de los presos políticos. No, la democracia no había llegado a aquella celda en aquel penúltimo mes de 1975 que ahora se conmemora como el umbral de la libertad. Ya digo: yo estaba allí y ellos, los ahora conmemorantes (ya sé, ya sé que el palabro no es correcto; la conmemoración, tampoco), no.

    Supongo que convendrá conmigo en que, con todos estos juegos (¿juegos?) , tan tontos (¿tontos?) de palabras, tenemos un fundado derecho para andar bastante ‘muskeados’, ¿no?

 

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