Publicado 26/07/2024 08:00

Fernando Jáuregui.- …y aún le quedan dos semanas, o más, para irse a Doñana…

MADRID, 26 Jul. (OTR/PRESS) -

Vienen, por si fuera poco lo que ya tenemos, días de auténtico infarto político, que, afortunados ellos, muchos españoles vivirán en el relajo y el alejamiento anímico de las vacaciones: o sea, pasando bastante del tema. Pero al presidente del Gobierno, que debería ser, y no muestra serlo, el hombre más atribulado del mundo, le quedan al menos dos semanas, calculo, para irse de vacaciones a Doñana, o dondequiera que vaya, que últimamente el coto está siendo reemplazado por La Mareta, que tampoco debe de estar mal.

Y, antes de eso, tiene que vivir la angustia de si las 'bases' de ERC –la mitad más uno de los ocho mil militantes que voten decidirá el futuro de Cataluña y quizá de España—aprueban o no la investidura de Salvador Illa, y a qué precio; y, por supuesto, habrá de sufrir la ordalía impuesta por el juez Peinado, empeñado aún, dicen, en acudir a La Moncloa a tomar testimonio al presidente, que pide declarar por escrito. Así que ya digo: en los próximos cuatro o cinco días va a pasar mucho. Muchísimo. No desconecten del todo todavía.

Primero, lo de Illa. Me aseguran que el pacto entre Sánchez y, Pere Aragonés, para que ERC apoye al ex ministro de Sanidad como nuevo president de la Generalitat y sucesor de Aragonés está hecho 'a falta de flecos' en el modelo de financiación. Pero, no siendo un tema insalvable para el Estado, la concesión a Cataluña de un estatus 'cuasi vasco' en cuanto a una suerte de concierto económico es un triunfo indudable para Aragonés y, hasta cierto punto, para Marta Rovira, que parece que en cualquier caso regresará a su refugio en Suiza y a su privacidad en cuanto pase la sesión de investidura, posiblemente a comienzos de agosto.

Y con Puigdemont, se supone, presente en Barcelona: el ex president fugado va sugiriendo que regresará, para ser retenido unas horas tras montar un circo en el Parlament catalán…y luego comenzará su ocaso, acorde con su propia promesa de abandonar la política si no resultaba elegido president de la Generalitat. Algo que desde el primer momento todos, menos los muy cafeteros y quizá el propio Puigdemont, vieron que era imposible.

Sánchez, entonces, mataría dos pájaros de un tiro, valga la frase: colocaría a Illa y se desharía de Puigdemont, el hombre que jurará venganza contra quien ha sido su socio y a quien ha apoyado para seguir en La Moncloa y que hoy es uno de sus peores enemigos. Veremos hasta qué punto se concretará esta 'vendetta', porque lo cierto es que, a día de hoy, son muy pocos los que saben con certeza lo que anida en la recalentada mente del ya casi ex fugado: desde luego, mantener el apoyo a Sánchez en el Congreso, no. Pero hacerle caer apoyando una eventual moción de censura que, por otra parte, el Partido Popular tampoco quiere/puede presentar, tampoco.

Sí, Sánchez sacará pecho, orgulloso, si la 'operación Illa', que no está siendo fácil, acaba con bien, y eso podría ocurrir a finales de la semana próxima. Claro que antes tendrá que comparecer en La Moncloa, o no –que yo creo que será no—ante el juez "inquisidor" –así le llama algún ministro, entre otras lindezas de mayor calibre—Juan Carlos Peinado, a quien ha pedido declarar por escrito para evitar el escándalo de un presidente del Gobierno declarando ante un juez, en el propio palacio presidencial, por causa de una presunta corrupción de la esposa del presidente.

Hay quien se rasga las vestiduras: ¿por qué va a declarar el presidente por escrito, evitando ser grabado por el juez como cualquier otro testigo? A mí, esta polémica, como la de si Begoña Gómez había de entrar a los juzgado por el garaje o exponiéndose a una 'pena de telediario', me parece irrelevante. Sobre todo con las cosas gravísimas que están sucediendo en un mundo judicial en el que el Supremo está enfrentado a muerte con la parte mayoritaria del Constitucional y con la Fiscalía general del Estado. Y viceversa, por supuesto. En este contexto, la polémica instrucción del juez Peinado es una gota en el océano.

Desde luego que no apoyo la conducta altamente irregular y cuestionable de Begoña Gómez en las trapisondas que conocemos: pero sí creo que la dignidad del cargo de González, que al fin y al cabo es el presidente del Gobierno de todos, o debería serlo, y la presunción de inocencia (penal) de su esposa hay que mantenerlos procurando romper la menor cerámica posible. Y la irrupción de Peinado por la puerta del palacio presidencial acompañado de una escolta y una cámara de vídeo, sería una imagen muy golosa para la prensa internacional (y nacional, claro). Sobre todo, en un momento en el que UE se cuestiona por dónde marcha el mundillo togado español: por cierto, que si usted lee las versiones de unos u otros medios al valorar el dictamen de la UE sobre el estado de la Justicia en España, le garantizo que se hará un lío. Porque unos dicen que Europa apoya y elogia el sistema, mientras otros aseguran que nos da un sonoro varapalo. Y así estamos.

Y, en el intermedio, viaje 'oficioso' de Sánchez a Ajuria Enea, para mostrar al mundo y a él mismo que su alianza con los nacionalistas vascos está, contra lo que ocurre con una parte (Junts) de los catalanes, incólume. Y esta es la fecha en la que aún los periodistas ignoramos si, casi coincidiendo con su encuentro, o no, con el magistrado Peinado, el presidente convocará a los medios para celebrar una de esas ruedas de prensa de fin de curso político. Que, recordemos, son ya tradicionales y muy difíciles de evitar, por más que al inquilino de La Moncloa, que también tiene que verse con el rey en Marivent (o no, porque el año pasado se saltó esta tradición por estar el Ejecutivo en funciones), y que siente un cariño muy descriptible por los chicos de la prensa, le encantaría saltarse este trámite. Y más con la que le está cayendo encima. Seguro que está ansioso por largarse cuanto antes a Doñana, o a Lanzarote, o a donde sea, a rumiar, mirando a la infinitud del mar, su futuro. Y el nuestro, por cierto.