MADRID 11 Nov. (OTR/PRESS) -
En esta semana que comienza, Pedro Sánchez podría haber acudido a la 'cumbre' iberoamericana de Cuenca, Ecuador, acompañando al Rey, como siempre ha ocurrido en este tipo de reuniones, ideadas e impulsadas económicamente por España: es, de hecho, la única ocasión en la que tradicionalmente el jefe del Estado y el del Gobierno acuden juntos a un encuentro multilateral. O podría haber escogido asistir a otra 'cumbre' muy distinta y distante, y que también comienza este lunes, la del cambio climático, la COP29, en Azerbayán. Y eso es lo que ha decidido: irse a Bakú. En ambas reuniones de jefes de Estado y de gobierno se va a hablar básicamente de lo mismo: de lo que tantos temen -otros ansían-que vaya a hacer o dejar de hacer el recién elegido Trump. Lo mismo que en la reunión del Consejo Europeo del pasado viernes en Budapest, a la que tampoco asistió Sánchez, alegando su necesaria presencia al frente del comité de crisis tras la devastadora DANA en Valencia.
Claro, vistas así las cosas, también podría haber elegido, como plan para esta semana por la que empezamos a transitar, quedarse en La Moncloa, asistiendo el miércoles a una difícil sesión de control parlamentario, en la que tampoco estará la aún vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica Teresa Ribera, con lo que el acto en la Cámara Baja va a quedar bastante desvirtuado. Pero ya se sabe que, entre las alfombras rojas de los aeropuertos extranjeros y el incómodo suelo patrio, siempre es más agradable la buena acogida en el exterior, donde Sánchez mantiene, en general, un cierto prestigio y donde reina el protocolo antes que la ira ciudadana.
Muchas veces he dicho que no seré yo quien critique los desplazamientos al exterior del jefe del Gobierno. Son imprescindibles, salvo visitas más o menos turísticas, que también las ha habido. Y probablemente su presencia en la COP29 de Azarbayán, una cumbre más sobre un cambio climático del que abomina Trump, resulte muy significativa, como lo fue su ausencia de Budapest, despidiendo el semestre presidencial en la UE de la hoy 'pro Putin' Hungría. A medida que el panorama internacional se complica, Sánchez tiene que hacer cada vez más delicados equilibrios en su politica exterior (y en la interior, claro).
La Moncloa, me dicen, estaba persuadida, como bastantes países de la UE, confundiendo deseos con realidades, de que Kamala Harris acabaría ganando las elecciones norteamericanas: otro fallo de las encuestas. Y ahora el Gobierno español -como bastantes países de la UE igualmente-no tiene la menor idea de por dónde saldrá la esperable política proteccionista, anticlimática, agresiva, de un Trump que ha anotado cuidadosamente cada mención negativa que otros mandatarios han hecho sobre su incomoda persona.
La diplomacia española ha dado pocas señales, más allá de la imprescindible cortesía mínima, de cómo piensa encarar las futuras relaciones con el 'aliado' norteamericano. Ni una palabra. Claro que tampoco sobre política interior se habla mucho desde el principal despacho de La Moncloa, donde siguen doliendo cuestiones muy íntimas, como las que afectan a las actividades académico-empresariales de Begoña Gómez, que esta semana deberá comparecer ante la Asamblea madrileña y ante la furia de Isabel Díaz Ayuso. Así que no está el horno interior para bollos exteriores, sospecho.
Bueno, lo más probable, me parece, es que Sánchez, en los discursos que haga esta semana en la 'prorrusa' Azarbayán, no va a meterse en muchos líos y despejará lo más diplomáticamente de que sea capaz las preguntas incómodas acerca de sus sentimientos ante la victoria de Trump y, en concreto, sobre la hostilidad del próximo presidente norteamericano a reducir las emisiones tóxicas y a ayudar a los países emergentes en su lucha contra la devastación climática. Eso sí: escucharemos, con bastante seguridad, un alegato medioambiental en toda regla de Sánchez. Y eso, claro, le situará un poco más arriba en la lista de los poco gratos al inquilino inminente de la Casa Blanca. Eso, por si había pocos problemas en el entorno monclovita, donde cada paso que se da avanza en un campo de minas.