MADRID 26 Nov. (OTR/PRESS) -
Pienso que acertó Pedro Sánchez con la designación de Sara Aagesen como sustituta de Teresa Ribera: una figura discreta y, sin duda, preparada para desempeñar un trabajo que debería ser más técnico que político, suponiendo que esto se lo permitan. Y antes había acertado el presidente con la elección de Teresa Ribera, tan injustamente vilipendiada estos días, como una de las comisarias europeas que serán presumiblemente clave en el futuro de la UE frente a la invasión desproporcionada de las grandes tecnológicas. Y ahí acaban los aciertos y empiezan los errores (cuatro fundamentalmente) del inquilino de La Moncloa.
Se equivocó Sánchez no habiendo propiciado antes este relevo, que, con la catástrofe de la DANA, ha desgastado inútilmente la figura de quien ha sido uno de los puntales del Ejecutivo; y hablo, sí, de Teresa Ribera. Pero sus mayores errores se han centrado precisamente en lo actuado por Sánchez este lunes, cuando compareció antes las cámaras de televisión 'monclovitas' para anunciar, sin más, este relevo. Sánchez, a quien las encuestas, a raíz de las 'confesiones' de Aldama, colocan en sus peores momentos de popularidad, debería, a mi juicio, haber aprovechado la ocasión para hacer una auténtica crisis de Gobierno, una remodelación en al menos las cinco carteras más desgastadas, incapaces de afrontar la nueva etapa que, irremediablemente, se abre ante España, ante Europa y ante el mundo.
Y yerra, entiendo, al mantener a Aagesen en exactamente las mismas funciones que Ribera: la ex secretaria de Estado de Energía será, seguro, una buena ministra de la transición energética, pero no será, propiamente, una vicepresidenta, con lo que ello implica en la complicada constelación vicepresidencial montada por Sánchez. Ni, posiblemente, será capaz de afrontar lo que Teresa Ribera tampoco pudo: la otra cara de su misión, el reto demográfico. No es posible aunar en unas solas manos, por muy competentes que sean, los dos retos principales que el futuro nos tiene deparados: el del cambio climático (energético) y el de la pirámide poblacional, el envejecimiento, que va a condicionar todas las transformaciones en nuestras vidas.
Así, el organigrama del Consejo de Ministros sigue siendo un error, derivado de que había que 'recompensar' a los coaligados y a los leales a los que no se podía ya pagar con presidencias en empresas públicas o en embajadas. Y entonces, claro, había que crear ministerios sin contenido, mientras los trabajos más trascendentes se acumulaban en los personajes más competentes y de mayor confianza.
Me pregunto si esta conducta 'conservadora' en cuanto a los relevos seguirá siendo la tónica de Sánchez, ahora como secretario general, ante el próximo congreso federal del PSOE, este fin de semana. Empeñarse en 'echar' a alguno de los mejores secretarios regionales, como el madrileño Juan Lobato, y mantener a alguien absolutamente inadecuado, como el secretario de Organización, Santos Cerdán, (o a la vicesecretaria general María Jesús Montero, incompatible en la tarea partidista con el Ministerio de Hacienda), parece, en estos momentos de descrédito de la política, totalmente inadecuado. Como lo sería empeñarse en no dar otros pasos de renovación imprescindibles simplemente porque así lo exige la oposición, que, por boca de Feijoo, insiste incluso en la necesaria dimisión de Sánchez como presidente (algo que, obviamente, no llegará a ocurrir).
El otro error, según mi criterio, de Sánchez seguro que ya lo adivina usted: ¿hasta cuándo los anuncios importantes, las grandes decisiones, se tomarán manteniendo a los medios de comunicación alejados del acto del anuncio y más alejados aún de la posibilidad de preguntar (y ya de repreguntar ni hablamos)? Como periodista, por supuesto, protesto una vez más, aunque ya sé de antemano para lo que sirve.