Publicado 25/06/2024 08:01

Fernando Jáuregui.- Derecha, Nueva Derecha y Derechísima: así, no ganan

MADRID, 25 Jun. (OTR/PRESS) -

La tragedia de la derecha ‘tradicional’ –antes le ocurrió a la socialdemocracia ‘de siempre’- es que está perdiendo sus asideros ideológicos y morales. Figuras respetables del conservadurismo europeo se ven asediadas por recién llegados que reniegan de la ‘derechita cobarde’ proponiendo soluciones ‘duras’ para problemas que llevan mucho tiempo sin resolverse, como la inmigración, la educación, la territorialidad o incluso las costumbres.

La ‘derecha dura’ no duda en sus recetas tajantes ni se anda con contemplaciones acerca de pactos o acercamientos ideológicos. Ahora está siendo sobrepasada por esa ‘nueva derecha’ importada de los círculos del argentino Milei, que no razona, pero grita; no debate, pero insulta. Y eso, hay gente a la que le gusta.

En España, el debate ya está montado, cómo no. Alberto Núñez Feijoo, presidente del PP, líder de la oposición y rostro de la derecha conservadora y moderada, se ve sobrepasado no solo por Vox sino ahora por una extraña formación acaudillada por un más aún extraño personaje que ha conseguido tres escaños en el Parlamento Europeo. Sí, me refiero a la formación del señor Alvise, que está encontrando acomodo en no pocos medios de información para propalar sus demasías, entre ellas alguna dedicada al Rey.

Advierto en el PP una cierta línea divisoria –no parece grave, pero siempre hay que advertir estas cosas- que gusta de la estruendosa recepción de Díaz Ayuso a Milei en la sede de la Comunidad de Madrid, y que aboga por cosas como no ceder en lo de la renovación del gobierno de los jueces. O como no apoyar en el Euro parlamento la candidatura liberal-conservadora de von der Leyen, porque ella es, dicen, "demasiado sanchista".

Frente a estas tesis, encontramos la posición más moderada y equilibrada, me parece, de Mariano Rajoy y casi todo su ‘estado mayor’, patente, aunque calladamente, disgustado por la recepción que la señora Díaz Ayuso ofreció al estrambótico presidente argentino y no menos patente, aunque cautamente, dispuesto a ceder algo, para no perder lo más, en la espinosa renovación del Consejo del Poder Judicial y, por tanto, del Tribunal Supremo.

No pocas veces, observadores sin duda proclives a la derecha –o al menos hostiles a lo que Pedro Sánchez representa- complican las cosas hablando del ‘centro derecha’ como un todo, englobando en este término al PP junto con Vox, Milei y hasta a Alvise, un ‘totum revolutum’ que poco se compadece con la realidad. Y este no es, desde luego, un problema exclusivo de España: no hay sino que mirar a la Francia de la angustia preelectoral para darse cuenta. O a Italia. O a los Países Nórdicos. O a los ‘tories’ británicos, aún doloridos por la paliza moral de Boris Johnson, que nunca fue remediada por Rishi Sunak y por eso ahora perderá frente a los laboristas.

Feijoo, que, para mí, sigue siendo quien más probabilidades tiene de sustituir a Pedro Sánchez –pero ¿cuándo?— se enfrenta a una situación particularmente delicada: su relativamente escasa implantación en Cataluña y en el País Vasco es, sin la menor duda, un mal dato. Pero la fragmentación ideológica que padece la derecha, con demasiados programas y voces diferentes para enfrentarse a ‘este’ socialismo en el poder –ahora hablo de España exclusivamente—es el peor componente de la ecuación. Echo en falta tajantes puñetazos en la mesa de Feijoo cuando alguno/a de los suyos se pasa de rosca. O cuando, desde las almenas de Vox, se le lanza aceite hirviendo; y del ‘Alvise power’, tan jaleado por la izquierda, ya no hago ni mención: no soy quién para dar consejos, pero pienso que debe distanciarse de ellos como de la peste, dicho sea con perdón.

Ya he dicho alguna vez que la que yo creo corrección política de Feijoo carece de una estrategia paralela que la haga eficaz. El presidente del PP es, sin duda, un personaje honrado y bien intencionado; pero es un mal estratega que carece de valor y audacia para contrarrestar los desafíos que su rival, creo que ya enemigo, Pedro Sánchez, le plantea. Sánchez puede ganar –aunque lo que hace es gobernar aunque pierda-, pero, desde luego, no convence. El drama de Feijoo es que puede que convenza pero nunca gobierne. Aunque, numéricamente, gane. Y puede que, encima, esté escuchando a los asesores menos convenientes.

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