MADRID 25 Oct. (OTR/PRESS) -
Tengo para mí que los premios Princesa de Asturias se han revitalizado desde que tienen como protagonista a su actual titular femenina. Me consta que hay sondeos, no en circulación, que muestran que la popularidad de la joven Leonor de Borbón y Ortíz anda disparada. Así que no me extraña la expectación que existe en los 'media', pese a la que está cayendo en otro orden de cosas, por saber qué discurso han preparado a la jovencísima heredera de la Corona del Reino de España, la espero que futura Leonor I.
Estos premios se han convertido, no en los Nobel con los que un día soñara mi amigo y gran impulsor de estos galardones ovetenses Graciano García, pero sí en un referente de lo que han de ser estos actos en los tiempos que corren: una apuesta por el futuro, y creo que nadie, tenga posiciones monárquicas, republicanas o 'accidentalistas', puede dudar hoy de que Leonor de Borbón es precisamente eso: una apuesta de futuro. La mayor apuesta hoy en día por el porvenir, en uno u otro sentido, de nuestra nación.
Ignoro el contenido y el talante del discurso que doña Leonor vaya a pronunciar en 'sus' premios, que son como los premios en los que se vuelca todo un país para dotarlos del mayor prestigio posible. Confío en que los hasta ahora excesivamente cautelosos toques a las intervenciones de los habitantes de La Zarzuela -aunque la reina Letizia suele volar bastante por su cuenta a este respecto- no hagan demasiado insulsa e impersonal esta intervención, que es una de las escasas oportunidades que tienen los españoles de ver actuar 'en directo' a esa joven, ya no niña, sobre cuyos hombros recaerá algún día, esperemos, la responsabilidad de la jefatura del Estado español. Hoy, la algo renovada Casa del Rey está en manos más jóvenes y de distintas características, y lo digo con esperanza.
Fui bastante crítico hace algunos años con el desarrollo de los premios Príncipe de Asturias, antes de convertirse en los premios Princesa de Asturias. Hoy creo bastante afortunada su apuesta por recompensar a quienes planifican el futuro, pero también por quienes encarnan un pasado que quizá no siempre haya sido mejor, pero que se engrandeció con algunas muy importantes aportaciones. Como la de Joan Manuel Serrat, que arrulló loa bailes adolescentes de tantos 'boomers' (y no solo) y al que le sigo leyendo declaraciones importantes: "un mundo banal y ficticio se nos está viniendo encima", dijo en una entrevista hace pocos días, y forzoso es estar de acuerdo con él.
Ojalá sepamos construir una España, la España de Leonor I, en la que los esfuerzos por pavimentar bien el futuro se complementen con el reconocimiento de figuras octogenarias, pero para nada antiguas, como la de Joan Manuel Serrat, a quien, como a otros muchos de sus coetáneos a los que estamos olvidando, hace tiempo que le debíamos esta distinción. Esa España de todos es la que queremos y la que deben simbolizar estos premios, en los que, por unas horas, podemos olvidar el presente político, tan cutre, que de alguna manera nos señala y nos lastra. A ver qué nos dice, también, el gran Serrat.